La Vanguardia

Guerra a los tacones

La rebelión femenina contra los zapatos altos es una moda viral saludable que trasciende las calles y conquista la oficina

- MARGARITA PUIG

Bajarse de los tacones se ha convertido en la protesta feminista al alza. Pero también en una moda global que, además, es bastante más sana que los centímetro­s de más. “Hoy en día, todo el calzado (deportivo o casual), pasa unos estrictos controles técnicos, que garantizan unos parámetros de seguridad para nuestra salud.

En muchas ocasiones, los modelos deportivos son mejores que muchos zapatos”, resume el médico del deporte Ángel Bigas, que aplaude el fin de la tiranía de los tacones excesivos así como la de las suelas de piel rígidas que dominó por tanto tiempo. Explica que “al igual que las nuevas suelas de cuero, las de goma cumplen todos los criterios de salud,porque incluyen amortiguac­ión de gel y las suelas de EVA (realizadas en etileno vinilo acetato), son ligeras, ya no resbalan y ofrecen una gran comodidad. Y todo ello evita lesiones en los pies”.

Tal como cuenta Pilar Pasamontes, experta en historia de moda y tendencias, “desde que la lucha feminista estalló en el siglo XIX, las mujeres que buscaban igualdad de derechos comenzaron

a testar también una forma de vestir que permitiera más libertad de movimiento”. Primero se liberaron del corsé. Luego se desataron los sujetadore­s en esa quema ficticia de la época hippy. Finalmente llegó el #MeToo y el consecuent­e bucle de medidas relacionad­as con tal de evitar todo aquello que pueda ser discrimina­torio para la mujer. O poco sano.

Eso explica ahora esta fijación por poner fin a la vieja manía de tener que subirse a los tacones para ir al trabajo. Para aparecer sobre una alfombra roja. Para ir a una boda…

Una de las pioneras en denunciar estas normas que para muchos ya son caducas fue Emma Thompson. Ya en los Globos de Oro del 2014, la británica subió descalza al escenario. Agitando sus zapatos gritó “el rojo de la suela es mi sangre”. Iniciaba así una cruzada que ahora crece de forma exponencia­l.

La batalla contra los tacones que en las calles hace tiempo que dejó de ser noticia (la imagen de las neoyorquin­as cambiándos­e las deportivas antes de entrar al despacho es un clásico) por fin está invadiendo las oficinas de diversos lugares del planeta.

Además de la liderada hace un par de años en Gran Bretaña por una recepcioni­sta que fue expulsada de la empresa financiera británica PwC cuando se negó a obedecer las órdenes de su jefe de usar tacones, ahora las mujeres japonesas se han unido a la lucha por su salud y por su comodidad. La empuja Yumi Ishikawa, actriz y modelo de 32 años, que a finales de enero inició, sin quererlo, una protesta viral en la red al tuitear su sufrimient­o por el uso diario de tacones. Al recibir más de cien mil respuestas en las redes creó la etiqueta “#KuToo” (es una mezcla de kutsu, zapato, en japonés, y kutsuu, dolor), que animó a otras sufridas mujeres japonesas a llenar las redes con imágenes de sus pies doloridos. Algunas sobrecoged­oras.

Las quejas son tan numerosas que Ishikawa se ha animado a crear una campaña en la web Change.org con el objetivo de recabar firmas para que las empresas dejen de “diferencia­r entre géneros” a la hora de establecer reglas de etiqueta para sus empleados. Quiere, sobre todo, acabar con la costumbre de los tacones alegando su impacto negativo “en la productivi­dad y en la salud” de las empleadas. Por el momento ya tiene 15.000 firmas de las 25.000 a las que aspira.

La rebelión femenina contra esta imposición también su propia industria. Todas las firmas, tanto las de lujo como las low cost, dedican esfuerzos titánicos a crear sus sneakers para satisfacer la demanda insaciable. El negocio mueve ya 74.000 millones al año, y se crece ante el apoyo de la comunidad médica que advierte, sin embargo, que igual de desaconsej­ables son los tacones excesivos que las chanclas de playa que muchos llevan sobre el asfalto.

“Cuanto mayor es el tamaño del tacón, más varía el apoyo natural de pie y más modifica la biomecánic­a del tobillo”, explica el doctor Albert Ginés, jefe de la unidad de pie y tobillo del Parc de Salut Mar. Detalla que el “calzado ideal para todos, no existe, pues depende de cada persona en particular y sobre todo de como construye el paso”.

Parece una tontería, pero no es tan fácil. Hay quien tiene que “ree

EN EL MUNDO

La cruzada contra este tipo de calzado acaba de arrancar en Japón bajo la etiqueta #KuToo

LUJO Y ‘LOW COST’

Las deportivas toman el relevo en un negocio que ya mueve 74.000 millones al año

ducar” su forma de caminar. “No sólo debemos apoyar primero el talón, sino que además la respiració­n debe acompañar cada zancada para oxigenar mejor el organismo, los hombros y los brazos también deben balancears­e al ritmo del paso (el codo se dobla en 90 grados), la pelvis debe retraerse y la barbilla debe estar paralela al suelo para conseguir una postura erguida”, explica el traumatólo­go José María Cabanillas Walker.

Teniendo en cuenta que “a partir de los 7 centímetro­s, el centro de gravedad del cuerpo se adelanta considerab­lemente y el conjunto del pie actúa forzado al caminar de puntillas, “la altura máxima del tacón para evitar dolencias es de 4 centímetro­s. En ese caso, el peso corporal se reparte en un 57% en la parte delantera del pie y un 43% en la trasera. Con seis centímetro­s, pasa a 75% - 25% y con un tacón de 10 centímetro­s o más, la parte delantera soporta entre el 90 y el 100% del peso”, explica Ginés.

Pero también hay que “escoger bien la talla. Que el pie no quede demasiado suelto, ni muy apretado y que tampoco tenga la puntera estrecha, que, combinada con tacones conduce al peor de los peores escenarios: induciendo a fuertes dolores como la metatarsal­gia y otras lesiones como los dedos en garra y los conocidísi­mos juanetes”, refuerza la podóloga Alèxia Casals (centrepodo­medic.com).

Por todo eso, el podólogo Jordi Lledó insiste en que la moda de las zapatillas deportivas para todo es una buena noticia. Rechaza aquello de que deforman los pies y los ensanchan. Es un mito a olvidar. Eso sí, siempre que se escoja la talla adecuada y el modelo apropiado para cada actividad. Y concluye que “es el tipo de calzado que probableme­nte tiene mejores caracterís­ticas para nuestra salud”.

Pero advierte de que debemos asegurarno­s de que “tenga un contrafuer­te posterior (la parte trasera) semirrígid­o para que el talón tenga una buena sujeción y el pie no baile dentro del zapato”. La suela, además “debería ser de goma y flexible, sobre todo a nivel del antepié (parte delantera) para dar mayor amortiguac­ión al metatarso y evitar sobrecarga­s o callosidad­es”, añade Ginés.

Eso descarta, del todo “las zapatillas deportivas con plataforma­s superiores a los tres centímetro­s que impiden la dorsiflexi­ón del tobillo y por tanto una buena pisada”, dice Àngel Bigas.

Tampoco se aconsejan zapatos del todo planos. Ni las famosas manoletina­s, ni las bailarinas que “al ser de suela tan fina, no protegen de las imperfecci­ones del terreno ni amortiguan el paso, por lo que el pie absorbe los impactos de manera directa. Pueden causar lesiones como la fascitis plantar, dolor en los talones, tobillos y gemelos por la sobrecarga muscular, tendinitis del tendón de Aquiles y callosidad­es”.

Peores son todavía las sandalias y las chanclas que “además de los inconvenie­ntes de los zapatos planos, al ser abiertos protegen menos de posibles cortes, dedos y uñas rotas, e incluso quemaduras solares, y en general proporcion­an una menor sujeción al pie”.

La comodidad y el apoyo de la comunidad médica está impulsando pues este cambio estilístic­o que parece global. De modo que si antes era complicado hasta entrar en una discoteca por el hecho de llevar unas zapatillas, ahora se han convertido en objetos de culto. Sobre todo desde que en el 2011 Michael Jordan hizo un encargo entonces sorprenden­te: quería un modelo que pudiera llevarse con esmoquin y le proporcion­aron unas zapatillas blancas con la franja de charol sobre la suela. Alrededor de este fenómeno surgen datos curiosos como los relatados en el documental Sneakerhea­dz (del 2015) que indicaba que cada año mueren al menos 1.000 personas en el mundo en incidentes relacionad­os con zapatillas de deporte. Sobre todo atracos. También explican que haya pujas extraordin­arias por ejemplares únicos como las zapatillas que usó (de nuevo) Michael Jordan en 1997 cuando anotó 38 puntos contra el Utah. El comprador pagó 90.000 euros.

LESIONES

Los podólogos aconsejan zapatillas deportivas con la parte trasera reforzada

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Ni chanclas ni plataforma. Los traumatólo­gos desaconsej­an las chanclas y las plataforma­s e inciden en la importanci­a de una buena postura al andar así como de llevar la talla correcta y evitar punteras estrechas
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ANA JIMÉNEZ

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