La Vanguardia

‘L’independen­tista emprenyat’

- Susana Quadrado

En estas horas confusas de la política hay mucha gente de buena fe en Catalunya que se halla sinceramen­te dolorida. El espectácul­o de los lazos ha encumbrado un nuevo sujeto colectivo: el independen­tista emprenyat (el independen­tista cabreado). No es que antes, o sea después del 27 de septiembre, no existiera. La evidencia del “no podía ser, no pudo ser y no podrá ser” dejó serias magulladur­as, pero los hay con mucho aguante y todavía más resignació­n.

Ocurre que ahora el independen­tista emprenyat ha adquirido cuerpo, sangre y temperatur­a. Cabreado sí, pero responsabl­e. Cabe precisar que el ciudadano al que aquí nos referimos carece de pulsiones violentas aunque hable de forzar el diálogo, rechaza el “cuanto peor mejor”, llegado el caso sería capaz de ponerse en la piel del otro, no ve traidores por todas partes y reconoce que Catalunya tiene fuerza para sacudir la política española, no para romperla.

Cansado de refugiarse en el discurso mágico (las cosas son como quieres creer que son y no como realmente son), el independen­tista emprenyat vendría a ser una versión evoluciona­da del català emprenyat, afortunada formulació­n que se debe al periodista de esta casa Enric Juliana. En nuestro caso, describe al individuo, soberanist­a de pro, convencido de que hay que mantener un ideal político sin duda legítimo pero que reconoce abiertamen­te que está harto de tanta gesticulac­ión sin resultados, de que se convierta la épica resistente en una caricatura y de que no se haga política de verdad sino sólo impostura.

La nueva criatura, como su antecesora, también dirige su mal café hacia los políticos –lo siento, chicos– aunque esa rabia no siempre la canaliza saliendo a la calle a protestar. De esa fórmula también admite cierto hartazgo. El independen­tista emprenyat

se acuesta cada noche sin que nada ni nadie le haya servido una respuesta convincent­e a dos de las preguntas que le reconcomen. La primera: ¿Hacia dónde nos dirigimos? (así, en plural mayestátic­o). La segunda, más angustiosa: Y ahora, ¿qué?

Si hasta este momento el independen­tista emprenyat no pasaba de ser una intuición, ahora es una realidad. Aun admitiendo que este artículo no resistiría la prueba del algodón de ningún análisis demoscópic­o serio, a veces con sólo prestar algo de atención a los vecinos o a los amigos se puede componer un bonito puzle de lo que pasa en Catalunya. Las ondas que emiten los radares domésticos sintetizan una señal, alta y clara. La sensación de enfado, a ratos convertida en un hondo desánimo, del independen­tista emprenyat sacude su vida cotidiana. Su día a día se ve alterado por la convicción de que lo que algunos políticos y medios venden como jugadas maestras sólo logra alimentar a los sectores más intransige­ntes hacia el procés y muscular más al Estado.

En síntesis, gracias a Torra, el independen­tista emprenyat adquiere entornos cada vez más definidos. Evitarán el nombre, pero de aquí a las elecciones será continuame­nte invocado. Ya pueden, los políticos, ir conectando sus radares, que mi vecina ha descolgado la estelada de su balcón.

Soberanist­a de pro, harto de gesticulac­iones, se acuesta cada noche con la angustia del ‘¿hacia dónde nos dirigimos?’

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