La Vanguardia

La futbolista que da goles a las refugiadas

- CRISTINA SEN

KHALIDA

POPAL Montó y jugó en la primera selección de fútbol femenino de Afganistán y tuvo que huir del país. Fomenta el deporte para integrar a las mujeres refugiadas

Khalida Popal llama a su novio para que el fotógrafo les retrate ante un gran cartel de Gerard Piqué. Después saca una tarjeta en la que pone su dirección electrónic­a, y su dirección en Dinamarca, donde vive hace tres años. Khalila fue la capitana de la primera selección nacional femenina de fútbol en Afganistán, trabajó en la Federación luchando a capa y espada para potenciar el deporte entre las mujeres. Y tuvo que huir amenazada de muerte.

Fue en el 2011, y escapó sola. Un largo y duro camino que empezó en la India y acabó tres años después en Dinamarca. De la noche al día, explica, le cambió la vida. “Tuve depresión, no tenía a mi familia, ni a mi equipo, tampoco podía jugar a fútbol, estaba muy floja”.

Su vida empezó en Kabul en 1987, donde nació en una familia progresist­a. De pequeña jugaba a fútbol con sus hermanos y cuando empezó a crecer vio como en

un país “marcado por las guerras, que han cambiado mentalidad­es” la sociedad la miraba y la trataba de forma diferente. “Empezaron las limitacion­es –recuerda–, la sociedad me decía que tenía que estar preparada para que un hombre me eligiese, que debía de tener un guardián. No podía elegir nada, ni el color de la ropa, me decían cómo debía hablar, caminar. No podía ser yo misma”.

Con la energía de su adolescenc­ia y el apoyo de una familia de mente abierta, Khalida Popal decidió que no iba a renunciar a vivir su vida. Si callaba, nada iba a cambiar. Cogió la pelota y se convenció de que iba a ser su enseña, y su lucha.

Cuando acababa el colegio, ella y dos chicas más se iban a jugar a algún lugar escondido. Si los hombres las veían, las acosaban. Pero decidió ampliar el círculo. Con la ayuda de su madre, profesora de educación física, recorriero­n los colegios buscando a chicas que quisiesen jugar. Ante el temor de las familias a permitir que sus niñas se enrolasen en esta actividad la madre de Khalida les decía que si ella se lo permitía a su hija es porque era seguro.

Lograron tener repercusió­n pública, fueron a las television­es, lograron hacer equipos y tener espacios de entrenamie­nto, aunque eran acosadas. Finalmente, en diciembre del 2010 la selección femenina de Afganistán jugó su primer partido con Popal al frente.

“No me pensaba quedar aquí y empecé a luchar para poder entrar en la Federación, donde nunca había trabajado una mujer”. Con tesón y debido a una expulsión por corrupción, Khalida lo logró, pero si las amenazas ya eran duras, entonces se multiplica­ron.

“Querían callar mi voz, me iban creciendo los enemigos que considerab­an que la mujer debe de estar oprimida, en casa, me querían matar”. Fue entonces cuando vio que su única salida era dejar el país. Se fue a la India, viajó a Noruega en busca de asilo y después a Dinamarca, donde vivió en un campo de refugiados durante un año hasta que logró el permiso de residencia.

Estaba triste, deprimida y veía al resto de mujeres como ellas. Encerradas, muchas querían suicidarse, recuerda. Y decidió que tenía que ponerse en movimiento, hacer algo para levantar sus ánimos y los de las demás . “Pensé que quería ayudarlas y mi camino era hacerlo a través del deporte, del fútbol”. Para ganarse su confianza y establecer lazos puso música y empezaron a bailar juntas. El siguiente paso fue sacar a sus compañeras al exterior, a dejar la oscuridad por unas horas. Aprendían a ir en bicicleta, a nadar, hasta que puso también la pelota en movimiento.

“El fútbol –explica– tiene algo de magia Te llena de energía, te anima, sientes que formas parte de un equipo”. Y allí decidió formar Girl Power Organizati­on, una asociación cuyo objetivo se centra en facilitar que las mujeres de minorías inmigrante­s en los países europeos, las refugiadas y las personas LGTBI aumenten su autoestima, se conozcan, ganen confianza mediante la práctica deportiva.

Es la forma en la que ella construye los puentes que considera que hacen falta entre culturas, en un momento en que el planeta vive atemorizad­o por las amenazas y los miedos. Khalida Popal no puede volver a su país, pero sueña con poder hacerlo algún día.

No puede volver pero sigue luchando por los derechos de las futbolista­s afganas, y desde el pasado noviembre se ha puesto al frente del caso sobre abusos sexuales a jugadoras de la selección por parte de miembros de la Federación afgana. Ha pedido a la FIFA que tome cartas en el asunto para llevar el caso a los tribunales.

Khalida estuvo el jueves en Barcelona en la presentaci­ón del informe sobre el deporte y la infancia organizado por el FC Barcelona y Unicef. Lleva su misión allá donde puede y se declara ciudadana del mundo. Ha hecho del balón enseña de igualdad, para ella y ya para muchas mujeres.

“Me querían matar por defender la igualdad, y tuve que escapar; estuve años sola, sin mi familia, sin mi equipo”

 ?? XAVIER CERVERA ?? Khalida Popal participó el jueves en la presentaci­ón del informe sobre los beneficios del deporte en la infancia organizado por el FC Barcelona y Unicef
XAVIER CERVERA Khalida Popal participó el jueves en la presentaci­ón del informe sobre los beneficios del deporte en la infancia organizado por el FC Barcelona y Unicef

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