La Vanguardia

El placer de hablar de música

- Sergi Pàmies

Un programa sobre música en TV3. Conociendo la política cultural de la cadena puede parecer una fake new pero es verdad: TV3 programa El celobert, la adaptación televisada del programa que Lluis Gavaldà ha hecho 800 veces en la radio. No se trata de una translació­n automática sino que adapta sus contenidos al medio, aunque el repertorio de temas sea más o menos el mismo. Se habla de música y se hace un esfuerzo por enmarcarlo en un dinamismo visual que no siempre está a la altura de la sustancia tratada. Al fin y al cabo, escuchar a Gavaldà hablando de música y de canciones ya es lo bastante interesant­e para que además se le tenga que someter a un artificial suplicio de vestuario juvenil, gesticulac­iones enrolladas o fragmentac­iones pseudopsic­odélicas. Pero como quejarse sería tirar piedras contra nuestro tejado, conviene celebrar la aparición de este patio de luces musical, que incluye momentos plácidamen­te deliciosos. Ejemplo: una conversaci­ón de Gavaldà con el radiofonis­ta Jordi Beltran sobre las contradicc­iones y azares entre la letra y la música de las canciones. Gavaldà pregunta: “¿Se puede ser fan de alguien

que canta en una lengua que no entiendes?”. Y Beltran completa la respuesta sin caer en dogmatismo­s cuñadistas. Beltran es un melómano sabio con un pasado televisivo notable: guionista de la época de oro del Àngel Casas Show, socio fundador del mítico Arsenal y correspons­able de aventuras de periodismo cultural (con Albert Vinyoli) como Avisa’ns quan arribi el 2000 o Una nit a la terra. Gavaldà y Beltran encuentran el tono idóneo: no pontifican aunque entre los dos deben de haber escuchado toda la música moderna del último medio siglo y saben escucharse sin necesidad de querer ser brillantes o efervescen­tes. Beltran, que es un explorador incansable de joyas disonantes, nos invita a descubrir a Dillon Francis y su hit Sexo. El sentido de la letra de esta canción es inequívoca­mente salchicher­o: todo lo que hacemos en la vida, de lo más insignific­ante a lo más solemne, es porque queremos sexo. Quizás sería mejor no entender la letra pero sobre esta premisa omnipresen­te, la canción evoluciona como una verdad autoparódi­ca que, gracias a un estribillo que explota hasta el paroxismo el encanto de lo onomatopéy­ico, rompe los límites más horteras del reguetón para situarse en el territorio del humor.

ABISMOS FAMILIARES. Richard Gere se apunta a la industria de las series con MotherFath­erSon. Es una producción de la BBC. Casi sin despeinars­e, Gere tiene bastante oficio para hacer creíble al personaje de un magnate norteameri­cano, propietari­o de un gran periódico británico. Acompañado por Helen McCrory en un papel brillante y profundo, el argumento se sumerge en un drama familiar en forma de triángulo con ángulos asfixiante­s. Un drama que se vuelve más dramático cada minuto que pasa. Esta es la caracterís­tica más insólita de la serie: la densidad casi teatral de una historia sin ninguna concesión al humor, centrada en el dolor como cemento existencia­l (en todas sus variantes).

Richard Gere hace creíble el personaje de un magnate propietari­o de un gran periódico británico

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