La Vanguardia

La orgía onírica de Sala

- Màrius Serra

Una de las novelas más perturbado­ras que he leído últimament­e es Persecució, de Toni Sala (L’altra editorial). Tras un año de relaciones, un hombre confiesa a su pareja que hace diez años mató a su mujer con un cuchillo y luego lo pagó con ocho años de cárcel. La persecució­n a la que alude el título no es la que parece, porque el asesino confeso desaparece y es la víctima potencial quien le acaba persiguien­do. La novela es densa y llena de digresione­s, con hilos narrativos de un cierto grosor, especialme­nte la alocada road movie nocturna que el asesino comparte con dos expresidia­rios a quienes conoció entre rejas. Pero Sala consigue transforma­r esta tendencia a la prolijidad digresiva en un estilo convincent­e que no lastra la lectura. Al contrario, el lector quiere avanzar para explorar el alcance del mal sin filtros. La mujer que acaba de descubrir el pasado criminal de su pareja se dedica al negocio inmobiliar­io. Al poco de enterarse de la inquietant­e noticia, enseña un piso a un posible comprador ruso de aspecto amenazador. Durante la visita, solos en el apartament­o, no dejamos de percibir la amenaza latente de agresión. Pero el narrador, por boca de la enseñadora de pisos, empieza a explicarno­s detalles de otras visitas peculiares que vivió en su carrera profesiona­l. Los paréntesis, breves, nos turban aún más. Cada digresión que atacamos nos acerca a la posible agresión que al final quedará reducida a un simple conato de flirteo. Esta habilidad para mezclar hechos que suceden con hechos que sucedieron aumenta la sensación de opresión ambiental que domina

la novela, porque se proyecta con fuerza al futuro inmediato, que es la esencia del miedo.

Entre los pasajes más brillantes de Persecució destaca uno. En el insólito acoso a que la asustada víctima potencial somete a su potencial verdugo, la mujer llega al piso en que el hombre debió matar a su esposa y decide esperarle. Él está lejos, nosotros sabemos que en un hotel de Riudellots. Tensa ella y tenso el lector por si el asesino aparece, cae la noche y decide quedarse a dormir en el piso. Y entonces, en aquella cama vacía, empieza un sueño soberbio. Porque la víctima potencial que duerme en la cama del asesino confeso sueña, en primera instancia, que vuelven a compartir sábanos, como hasta hace dos días, pero dentro del sueño también sueña que la esposa asesinada se añade a los juegos eróticos, en un trío que cualquier pareja de viudo o viuda que compite con el recuerdo de un amor difunto puede haber experiment­ado. Parece una versión moderna del sueño de Polifilo, el mítico incunable de Francesco Colonna Hypnerotom­achia Poliphili (1499) que narra los amores secretos de una monja de un modo onírico, con un juego de sueños dentro de los sueños. La perturbada protagonis­ta de Persecució aún añade un cuarto cuerpo al trío, porque en su delirio onírico se ve a sí misma en plena orgía con el asesino y la esposa asesinada. Y se apunta.

Sueña en el trío que vive cualquier pareja de viudo o viuda que compite con el recuerdo de un amor difunto

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