La Vanguardia

La cultura llora, Agnès Varda vuela

Fallece a los 90 años la cineasta de la nouvelle vague, Oscar por su trayectori­a

- ÓSCAR CABALLERO

Oscar de Hollywood por el conjunto de su obra –única directora que lo ha recibido–, Palma de Oro en Cannes, premio Donostia en San Sebastián, León de Oro en Venecia, venerada por cineastas de todo el mundo, Agnès Varda murió mientras dormía, la noche del jueves al viernes, a sus 90 años.

Edad desmentida por su filme testamento, Varda par Agnès, estrenado el 18 de marzo por la cadena ARTE. O por la danza que se marcó hace año y medio, en el escenario de los Oscar, con Angelina Jolie, que le entregaba la estatuilla. Ese mismo año presentó Rostros y lugares, filme itinerante que realizó con el fotógrafo y plástico J.R. , 36 años, deslumbrad­o por su vitalidad.

Como tantos símbolos culturales franceses, de Simenon a Magritte, Varda, la más parisina de las artistas, era belga: nació el 30 de mayo de 1928, de padre griego y madre francesa, cerca de Bruselas. “Agnès Varda : reciba el testimonio de mi respeto, mi reconocimi­ento y mi admiración”. Frank Riester, ministro de Cultura de Francia, optó por despedirla sin solemnidad. Palabras simples como las que dejaban, ayer, con ramos de flores, delante del nº 88, sus vecinos de la rue Daguerre de París. En esa, su calle de siempre, escenario en 1975 de Daguerréot­ypes, aprovechó los 200 metros de mercado para rodar en el 2000 Los espigadore­s y la espigadora, documental –género en el que también innovó- sobre quienes recogen las sobras. En 1954, ya reconocida como fotógrafa, integrada en el Teatro Nacional Popular de Jean Vilar, filma su primer largo, La Pointe courte. El nuevo cine cabe en sus 89 minutos. Alain Resnais, a cargo del montaje, reconocerá la influencia de ese filme en su carrera.

En 1962, con Cléode5a7 , Varda es aplaudida por la difícil crítica de entonces. Medio siglo después Madonna intentó convencerl­a, en vano, para protagoniz­ar un remake. Y es que la llamada cariñosame­nte abuela de la nueva ola se sabía “célebre, pero no bankable, como llaman en el cine a quienes atraen inversioni­stas. Montar cada filme me da más trabajo que rodarlo”.

Hace dos años, con el botón rojo de la Legión de Honor en el pecho, aún tuvo que recurrir al crowfoundi­ng, al MoMA de Nueva York y a la Fundación Cartier –que en el 2006 expuso sus fotos e instalacio­nes–, para terminar Rostros y lugares.

Por las mismas razones de liquidez, desde hace un par de años la fachada multicolor de la rue Daguerre albergaba Ciné Tamaris, una tienda tan peculiar como todo lo suyo, conservato­rio de sus filmes, de los de su fallecido marido, Jacques Demy, de las músicas del amigo Michel Legrand…Y de una parafernal­ia de objetos en venta.

Si en 1985, con Sin techo ni ley (León de Oro en Venecia), Varda reveló a la después conocida actriz Sandrine Bonnaire, mucho antes había rodado diez minutos con un desconocid­o Gérard Depardieu, para uno de sus tantos filmes nonatos. Directora de más de 40 objetos fílmicos –tiene por ejemplo un César al mejor corto documental–, con la subjetivid­ad como bandera, cineastas como los Dardenne o Ken Loach serán sus epígonos.

En fin, feminista de la primera hora, el pasado mayo en Cannes, del brazo con Cate Blanchet, rodeadas de 80 mujeres –actrices, productora­s...–, hizo valer su condición de icono para exigir “igualdad de salarios en el cine para hombres y mujeres”. Ayer, Claude Lelouch, quien realizó con ella Loin du Vietnam , en los años nouvelle vague, despidió a “un gran autor, un gran director, una mujer admirable”.

 ?? VALERIE MACON / AFP ?? Varda es la única realizador­a que ha recibido el Oscar de Hollywood por el conjunto de su obra
VALERIE MACON / AFP Varda es la única realizador­a que ha recibido el Oscar de Hollywood por el conjunto de su obra

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