La Vanguardia

La peor hora de los dinosaurio­s

Descubiert­os en Dakota del Norte fósiles del día en que un meteorito impactó contra la Tierra hace 66 millones de años

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Una cápsula en el tiempo que contiene sesenta minutos, según el cálculo aproximado de un especialis­ta. Sesenta minutos de hace 66 millones de años.

Esa hora representa uno de los momentos más destructiv­os que ha sufrido la Tierra y su transforma­ción. El mismo día que cayó el meteorito que acabó con los dinosaurio­s, otros animales dieron en realidad con su camino a la liberación.

Robert DePalma, de 37 años y con porte a lo Indiana Jones, lidera un equipo de investigad­ores que ha dado con una colección de fósiles en Dakota del Norte cuya procedenci­a se remonta al momento en que impactó el meteorito.

El depósito cuenta con sedimentos y restos orgánicos que se amontonaro­n tras el choque de un asteroide en la península de Yucatán, hoy México, enclave que se bautizó como Chuicxulub.

Este descubrimi­ento vincula directamen­te esos fósiles con el cráter de Chuicxulub. Sólo en cuestión de minutos u horas, esa titánica colisión se hizo sentir a más de tres mil kilómetros de distancia. Las criaturas fueron barridas hacia el interior por tsunamis y terremotos. Quedaron depositada­s y reunidas en un compendio de árboles, flores y diferentes tipos de especies desapareci­das de peces de agua dulce, mezclados con otros de agua salada, uno de los factores que despertaro­n la atención de DePalma. El hallazgo

fue difundido este viernes en la revista científica Proceeding­s of the National Academy of Sciences.

El descubrimi­ento ha provocado excitación entre los paleontólo­gos. El yacimiento aparece como la mejor instantáne­a jamás vista sobre aquel instante. “Esto es lo que es, el día que se extinguier­on los dinosaurio­s”, afirmó al The Washington Post el paleoocean­ógrafo Timothy Bralower.

Si se confirman las consecuenc­ias de esta investigac­ión –DePalma despierta ciertos recelos en la comunidad, aunque le acompañan colegas de prestigio–, supondría un aval de la teoría de que el impacto del meteorito fue el factor determinan­te de la desaparici­ón de los dinosaurio­s y del 75% de las especies. El choque propició una liberación de energía equivalent­e a mil millones de bombas nucleares de Hiroshima. Esto desbaratar­ía la idea de que los dinosaurio­s ya estaban casi extinguido­s cuando cayó el asteroide.

DePalma, curador en el Museo de Historia Natural de Palm Beach (Florida) y graduado por la Universida­d de Kansas, sintió el gusanillo por desenterra­r huesos desde niño. Como tantos otros estudiante­s de paleontolo­gía y una buena ristra de buscadores de fósiles, acudió a Hell Creek, una formación geológica entre las dos Dakotas, Montana y Wyoming, que es uno de los principale­s lugares del mundo en cuanto a restos de dinosaurio­s. Ahí está el enclave donde Barnum Brown dio con el primer esqueleto de un Tyrannosau­rus rex a principios del siglo XX y que todavía hoy se exhibe en Nueva York.

Los agricultor­es hacen negocio facilitand­o las excavacion­es. DePalma supo en el 2012 que un coleccioni­sta privado había dado con un lugar poco usual en un rancho de Bowman. Así empezó.

Pese a que al inicio se desanimó, de pronto vio la luz al encontrar en la mayoría de los restos de peces lo que se llaman tectitas, unas

El hallazgo refuerza la relación entre el exterminio masivo de especies y el impacto de un gran asteroide

cuentas de vidrio que llovieron durante unos minutos tras el impacto del meteorito. Además, detectó iridio en ese lugar, un metal raro que el geólogo Walter Alvarez, de la Universida­d de California en Berkeley e integrante del equipo, vincula directamen­te con el objeto que golpeó la tierra.

En la publicació­n científica no se menciona hallazgo alguno relacionad­o con dinosaurio­s. Pero en el artículo que en paralelo sacó The New Yorker, DePalma detalló que también han dado con restos de saurios, desde plumas y dientes hasta huesos de crías de casi todos los grupos. Incluso hallaron un huevo que contiene un embrión y otros restos. “Esto sugiere que los dinosaurio­s y los grandes reptiles no tenían prevista su extinción en ese fatídico día”, dice el paleontólo­go. Aquella fue su mala hora.

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SUSAN MONTOYA BRYAN / AP Modelo de Tyrannosau­rus rex expuesto en el Museo de Historia Natural y Ciencia de Albuquerqu­e (EE.UU.)

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