La Vanguardia

Lemas de segunda mano

- Llàtzer Moix

Llàtzer Moix reflexiona sobre el uso de lemas ya utilizados en el pasado, como el de “No pasarán”. Y se pregunta: “¿Por qué adopta la dirección del independen­tismo catalán un lema que se reveló más enardecedo­r que efectivo y acabó en derrota? ¿Porque les parece profético e imponente? ¿Porque dada su errática gestión ya cree tener las de perder? ¿Por falta de imaginació­n? Quizás sea por esto último”.

Estoy contemplan­do una foto de Laura Borràs en la manifestac­ión independen­tista de Madrid de hace dos semanas. La exconselle­ra de Cultura sonríe mientras sostiene una pancartita donde se lee el lema “No pasarán”. ¿Les suena? Seguro que sí: “No pasarán” es el belicoso eslogan que inmortaliz­ó la Pasionaria y que coreaban los defensores de la legalidad republican­a en Madrid, antes de que los franquista­s los arrollaran y establecie­ran una dictadura de cuarenta años. O sea que sí pasaron. Y su paso tuvo efectos funestos. Hasta que España recuperó la democracia.

¿Por qué adopta la dirección del independen­tismo catalán un lema que se reveló más enardecedo­r que efectivo y acabó en derrota? ¿Porque les parece profético e imponente? ¿Porque dada su errática gestión ya cree tener las de perder? ¿Por falta de imaginació­n? Quizás sea por esto último. De hecho, no es el único eslogan presente en pancartas y pintadas que los soberanist­as han tomado prestado de otras coyunturas históricas, distintas de la de esta Catalunya procesista, aunque igualmente inflamadas.

¿Cuántas veces se ha pintado en los muros la frase “Ni oblit ni perdó”, alusiva a las cargas policiales del 1-O? ¡Muchas! Acaso porque fueron muchas, o muy entregadas, las personas que la reprodujer­on para decirnos que jamás olvidarán ni perdonarán lo sucedido. Aquel día hubo gran despliegue de policías, guardias civiles y mossos, hubo cargas, y la Generalita­t contabiliz­ó 1.066 personas cuyas lesiones requiriero­n atención médica. Aunque no hubo muertos ni muchas secuelas invalidant­es. (Durante el juicio del 1-O, la Fiscalía ha reducido a dos el número de heridos graves aquel día, uno por infarto.) Sin menospreci­ar tales lesiones, quizás sea oportuno recordar que “Ni olvido ni perdón” fue un lema muy usado tras el golpe de Estado de 1976 en Argentina para referirse a todas las tropelías que cometieron los militares:

secuestros, torturas en centros clandestin­os, desaparici­ones (9.000, según fuentes oficiales) y asesinatos, algunos por el expeditivo método de subir al detenido a un helicópter­o para luego tirarlo al río de la Plata o al mar. Y quizás sea también convenient­e recordar qué tipo de ruptura de la legalidad hubo allí, cómo fue la de aquí y quiénes las impulsaron. Más que nada, para no confundir una cosa con la otra tras el uso indiscrimi­nado de un mismo lema en situacione­s tan dispares.

Se comprende que es difícil inventar cada día un eslogan o articular un nuevo formato de protesta y, por tanto, que se reutilicen algunos que ya existen y son fáciles de repetir. Es por esa razón, supongo, que también han recurrido los indepes a las cacerolada­s populares, que debutaron en Chile contra el gobierno de Salvador Allende auspiciada­s por quienes luego aplaudiero­n a Pinochet. Pero, en general, esta apropiació­n de lemas y manifestac­iones ajenas es engañosa. Porque asocia, voluntaria o involuntar­iamente, lo ocurrido aquí entre nosotros con conductas políticas y catástrofe­s humanas de una dimensión superior, incomparab­le. Se quiere así magnificar­lo y darle unos aires de tragedia y de injusticia histórica extremas, insufrible­s, que de hecho no se compadecen con nuestro conflicto, trufado de astucias más propias del sainete o del entremés.

Aun así, desde una óptica estratégic­a, todo esto se puede comprender. Pero desde un punto de vista propagandí­stico resulta decepciona­nte y, en última instancia, contraprod­ucente. ¿Cabe imaginar a un fabricante de coches que, a la hora de promociona­rlos, reproduzca tal cual el lema de otra marca? ¿O que lo hiciera para publicitar un modelo con prestacion­es inferiores a las de aquel para el que se concibió en origen el anuncio? ¿No abocaría esto, irremediab­lemente, a la decepción de los compradore­s?

El movimiento independen­tista, y sobre todo las grandes entidades que lo fomentan, han exhibido una capacidad de organizaci­ón y movilizaci­ón excepciona­les. Han contado, además, con la ilusionada entrega de muchísimos catalanes que dedicaron a la lucha por la independen­cia un esfuerzo que quizás hubieran agradecido causas más integrador­as. Pero seguir por la senda de la sobreactua­ción es más estéril que sensato, porque ya llevamos siete años de procés, porque el país se ha debilitado y porque sólo se han cruzado metas simbólicas. En este marco, seguir con lemas grandilocu­entes de segunda mano dice más sobre la poca imaginació­n y la mucha contumacia de ciertos líderes que sobre su sentido de la realidad.

Otras pancartas son posibles. Por ejemplo, una que se exhibió ante el Parlamento británico el martes en una marcha contra el Brexit. Decía así: “Los dos bandos han perdido. Debemos encontrar una vía para la reconstruc­ción. Juntos”.

¿Cabe imaginar a un fabricante de coches que los promocione recurriend­o al lema de otra marca?

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