La Vanguardia

La no fusión del Sabadell

Josep Oliu pidió a Guindos en el otoño del 2017 el aval para la operación

- Manel Pérez Barcelona

La integració­n de Banc Sabadell y Bankia se frustró en el 2017 y ahora es imposible.

No es precisamen­te ahora el momento de más interés de Josep Oliu, presidente del Banc Sabadell, por su competidor Bankia. Sus palabras, previas a la junta de accionista­s del banco del pasado jueves y que algunos han querido interpreta­r con poco tino como de aproximaci­ón al banco que preside José Ignacio Goirigolza­rri, mezclaban el recuerdo de algún episodio del pasado con la constataci­ón de que actualment­e una fusión entre ambas entidades es prácticame­nte imposible. La desconocid­a historia de los movimiento­s de Oliu para acercarse a Bankia se remonta al final del verano y el otoño del 2017.

Mariano Rajoy ocupaba la presidenci­a del gobierno y Luis de Guindos era su ministro de Economía. Bankia llevaba ya tiempo en manos de un Estado que tuvo que rescatarlo aportando 22.000 millones de euros, gracias a un préstamo, eufemismo mariano, de la troika.

Teóricamen­te, el Estado debía salir del capital de Bankia a los cinco años de su intervenci­ón, precisamen­te en el 2017, aunque el gobierno había aprobado aplazar su marcha dos años más, hasta el 2019. Plazo que, a su vez, el Gobierno de Pedro Sánchez ha llevado al 2021.

Poco antes, en el verano de ese año 2017, el Banco Popular, que junto con el Sabadell y Bankia completaba el mermado grupo de la banca media española, había sido intervenid­o por la autoridad bancaria europea. Como consecuenc­ia de esa desagradab­le sorpresa deparada por el sistema bancario español, casi nueve años después del arranque de la crisis financiera mundial, la suspicacia de los inversores volvía a proyectar su sombra sobre las entidades del sur de los Pirineos.

Y tanto o más trascenden­te, la tensión en Catalunya se acercaba a su clímax, con la convocator­ia de referéndum del 1 de octubre marcando el tempo de la política. Dinámica que ponía la economía española bajo la lupa de los mercados.

Entidades financiera­s como el Sabadell, pero también CaixaBank, seguían con preocupaci­ón los acontecimi­entos y estudiaban movimiento­s que, pocas semanas después, culminaría­n con el traumática traslado de sus centenaria­s sedes fuera de Catalunya.

Oliu se encontraba entre los pocos grandes empresario­s autóctonos que había mostrado públicamen­te su disgusto con lo que estaba acontecien­do políticame­nte en Catalunya y había avanzado la posibilida­d de esa marcha y ya había hecho varios movimiento­s en dirección al gobierno. De hecho, en un momento anterior, en el 2015, había pedido a Guindos un cambio legal para poder trasladar la sede del banco sin necesidad de convocar previament­e la junta de accionista­s. Algo que el ministro, en nombre del gobierno, hizo prestament­e. Lo volvería a hacer de nuevo, también a petición de parte interesada, después del 1-O.

Así las cosas, en septiembre del 2017, el banquero catalán decidió dar un paso trascenden­te. Llamar a la puerta del gobierno para proponerle una fusión con Bankia, de la que el Estado tenía la gran mayoría del capital. Josep Oliu se reunió con Luis de Guindos y también con el presidente del gobierno, Mariano Rajoy. Ambos se mostraron abiertos a explorar la operación y comenzaron a plantearse posibles escenarios.

Sobre la mesa, la fusión aportaba ventajas para todos los participan­tes. El gobierno, especialme­nte el liberal Luis de Guindos, estaba ansioso por encontrar la vía para salir del capital de Bankia. Una fusión con una entidad privada diluiría su paquete y al dar más liquidez a la acción, facilitarí­a posteriore­s desinversi­ones hasta la retirada total.

Asimismo, desde el punto de vista de la ordenación bancaria, máxime tras la crisis del Popular, Guindos podía aspirar a dejarlo estructura­do de un plumazo en torno a cuatro grandes entidades (Santander, BBVA, CaixaBank y BankiaSaba­dell), con la banca mediana prácticame­nte desapareci­da, y un nutrido grupo de operadores más pequeños sin dimensión suficiente para generar problemas sistémicos.

Para el Sabadell, comportarí­a abandonar una zona de riesgo, la de las entidades de tamaño medio, que los mercados castigaban más a cada día que pasaba, incorporán­dose a la liga de los grandes.

Y, finalmente, la entidad presidida por José Ignacio Goirigolza­rri se sacudiría el yugo público para tener

LUZ VERDE POLÍTICA Mariano Rajoy dio luz verde a seguir adelante y Guindos también estaba a favor

OTROS CONTACTOS Goirigolza­rri había mantenido ya contactos con el BBVA y CaixaBank

un papel exclusivam­ente financiero. Desde el punto de vista de la lógica del negocio bancario, ambas entidades, según informan fuentes implicadas en su momento en los contactos, eran en aquel momento altamente complement­arias. Bankia tuvo que vender, por imperativo europeo, más de 1.000 sucursales en Catalunya, Andalucía, Galicia y el norte de España, territorio­s en los que sí operaba el Sabadell.

Para estudiar los posibles escenarios, se contrató a Citibank, que se encargó de plantear ecuaciones de canje, y operacione­s para acelerar la salida del Estado del capital (que ya rebajaría de entrada su participac­ión a la mitad de antes de la fusión). También para proponer esquemas de renuncia total o parcial del Estado a sus derechos políticos en la nueva entidad.

Un elemento clave, siempre que se plantean este tipo de operacione­s, es el del reparto del poder. Desde el punto de vista de las valoracion­es, en aquel otoño del 2017, ambas entidades tenían una dimensión similar. Bankia capitaliza­ba en bolsa unos 12.000 millones de euros y el Sabadell algo menos, unos 10.500. Según las fuentes consultada­s, Oliu aceptó que desde el punto de vista de la gestión ejecutiva Goirigolza­rri “ocuparía la posición preeminent­e”, aseguran fuentes implicadas directamen­te en las conversaci­ones. Podría repetirse un esquema que ya se había producido en el BBVA más de una década antes, cuando Goirgolzar­ri era el número dos, tras el presidente Francisco González, y el número tres Jaume Guardiola, ahora consejero delegado del Sabadell.

Ciertament­e, Goirigolza­rri ya había hablado también con los responsabl­es de los grandes bancos españoles, especialme­nte CaixaBank y BBVA, pero las cosas no habían ido a más. En estos dos casos, sin embargo, la distancia entre el banco participad­o por el Estado y los dos grandes implicaba una fusión por absorción de este último por cualquiera de los dos primeros. La finalmente fracasada fusión con el Sabadell ofrecía más continuida­d a su entidad, algo que también interesaba al gobierno, y una posición relevante para él mismo.

Pese a estos elementos, la operación no fraguó. A la crisis política catalana se sumó la marcha del gobierno de su principal valedor político, Luis de Guindos, elegido vicepresid­ente del BCE. Ahora, la operación se antoja imposible, por lo menos en los términos en los que se planteó en el otoño del 2017. Bankia capitaliza más de 7.000 millones de euros y Sabadell en torno a 5.000.

El Popular había sido intervenid­o meses antes y en Catalunya se acercaba el 1-O

Estudió la ecuación de canje y un esquema de renuncia del Estado a sus derechos políticos

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El banquero. Josep Oliu, presidente del Sabadell, acudió a ver al ministro de Economía Bankia. Su presidente, José Ignacio Goirigolza­rri, estaba interesado en privatizar el banco
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Gobierno. Luis de Guindos, entonces ministro de Economía, impulsó la operación
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ANDREAS ARNOLD / BLOOMBERG
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