La Vanguardia

EL MEDIO OESTE INNOVA

Las ciudades del corazón de Estados Unidos se ponen guapas y se reinventan para atraer talento e inversione­s en tecnología más allá de Silicon Valley

- BEATRIZ NAVARRO Kansas City. Correspons­al

Las ci da es del ora ón de Es a os Un os tr tan atraer talento.

Hace más de un siglo que las luces se apagaron en Electric Park, el parque de atraccione­s creado por los hermanos Heim al este de Kansas City (Misuri). Nació como un reclamo para llevar clientes a su cervecería, pero triunfó tanto que pronto decidieron abrir otro aún mayor en el centro, ese por el que se paseó un joven Walt Disney. Si el éxito mató al parque original, la ley seca llevó a la ruina a la cervecera en 1919.

Es difícil imaginar el esplendor pasado de la zona en medio de la desolación actual, una sucesión de locales vacíos repartidos entre vías de tren, óxido y casas destartala­das que pertenecen a las mismas familias que hace cien años, porque ¿quién iba a comprarlas? Gracias a un tataraniet­o del fundador de la destilería de whiskey J. Rieger & Co., otra víctima de las leyes de la prohibició­n, el barrio va a recuperar parte de su antiguo brillo.

Tras resucitar la marca y la antigua receta de su whiskey (por motivos fiscales, le añadían jerez), Andy Rieger y sus socios ultiman la expansión del negocio al espacio de la antigua cervecera. Además de multiplica­r por cinco su capacidad de producción, instalarán una sala de degustació­n y cuatro barras de bar en el icónico edificio de ladrillo rojo, un buen lugar para que disfruten los jóvenes de la ciudad y profesiona­les del resto del país a los que quieren convencer de que se olviden de San Francisco o Nueva York y se muden a la América interior.

El proyecto, respaldado con incentivos fiscales, forma parte de la estrategia desplegada por muchas ciudades del interior en EE.UU. para revitaliza­r sus espacios urbanos y reactivar la economía local, pero también para posicionar­se en el mercado nacional y atraer talento e inversione­s, en muchos casos en empresas tecnológic­as. Porque no todo son campos de maíz, vacas y empresas en declive en el Medio Oeste americano, pero hacen falta nuevos pioneros.

En tiempos de pleno empleo, encontrar mano de obra cualificad­a es una pesadilla para las empresas del corazón de América, un territorio con una población más envejecida que la media nacional y especialme­nte afectado por el éxodo a las grandes urbes de las costas que siguió a la recesión del 2008. La planta de LMV-Magna, el fabricante de piezas de automóvile­s, en Liberty (Misuri), que da trabajo más de 600 personas, tardó cinco años en encontrar un ingeniero de control para sus 468 robots. “Al final lo trajimos de Brasil”, explica Chris Hinma, el director de la planta, que sirve a Ford y General Motors. Ha habido miles de despidos en el sector en todo el país, pero “la gente se mueve menos, y nos cuesta mucho atraer personal cualificad­o hasta aquí. Es un problema enorme”.

Ciudades del interior de América de todos los tamaños compiten entre sí con incentivos fiscales y ayudas, programas que el economista de la Universida­d de Dakota del Sur Mike Allgrunn ha comparado con la ley de Asentamien­to (Homestead Act) firmada por Abraham Lincoln en 1862 para estimular la colonizaci­ón del Oeste con la posibilida­d de comprar tierras baratas.

Si las ciudades de tamaño medio se centran sobre todo en los incentivos a empresas, las pequeñas se vuelcan a escala individual. North Platte (Nebraska) ofrece 10.000 dólares para el traslado. Gran County (Indiana), 5.000 dólares para comprar una casa y 9.000 para anular deudas estudianti­les. Hamilton (Ohio), 17.500 dólares a maestros con préstamos universita­rios. Marne (Iowa) regala terrenos. En Cottonwood Falls (Kansas), no pagan impuestos los primeros años. En Kansas City, si una empresa cierra, la cámara de comercio envía de inmediato ofertas de empleo personaliz­adas a los afectados...

Animadas por los bajos costes, las empresas tecnológic­as han empezado a buscar oportunida­des más allá de Nueva York y San Francisco, en estados del interior como Kansas, Misuri, Iowa, Nebraska, Minnesota o las Dakotas. Su foco, las tecnología­s intermedia­s (el midtech más que el high-tech, donde está el futuro de la industria manufactur­era) y productos más orientados a necesidade­s de industrias existentes que a crear otra app para aparcar el coche o a buscar el último unicornio, las start-ups valoradas en mil millones de dólares.

El Silicon Valley de la pradera, llaman a ese nuevo espacio de innovación que está surgiendo lejos de las costas, gracias más a la decisión de algunos empresario­s de quedarse o intentarlo allí que a las que se mudan. El calificati­vo disgusta a algunos de sus protagonis­tas. “Nosotros no hemos elegido el nombre. Preferimos evitar las comparacio­nes y dejar que nuestras ciudades tengan su propio nombre y su propia historia”, afirma Joe Kirgues, un emprendedo­r de Wisconsin empeñado en sacar brillo al oxidado cinturón del acero de EE.UU.

En pleno debate sobre los problemas de habitabili­dad de las grandes urbes por el tráfico, el precio de la vivienda y el alto coste de la vida en general, las ciudades del interior ofrecen oportunida­des para startups como Scollar. Fabrican collares inteligent­es para mascotas y ganado y están a punto de cambiar las vistas de la bahía de San Francisco por las llanuras de Kansas y Misuri. “La primera vez que oí hablar del Silicon Valley de la pradera o corredor de salud animal de Kansas fue cuando vinimos en agosto para presentar nuestro proyecto [ganó un premio en una competició­n]. Enseguida vimos que habíamos dado con algo muy interesant­e y nos pusimos a estudiarlo. Al final, hay muchas razones para mudarnos”, explica Tamayo, que lleva 20 años creando empresas en California.

Un problema de Silicon Valley para las empresas pequeñas es que no pueden competir con los grandes nombres a la hora de contratar. “Son trabajador­es caros y se mueven mucho de corporació­n a corporació­n”, afirma. Viniendo de San Francisco, donde las familias que ganan menos de 117.000 dólares al año están considerad­as pobres, el bajo coste de la vida no es un argumento baladí. “El terreno, la vivienda, salir a cenar... Todo cuesta mucho menos aquí, y la gente es encantador­a. Los trabajador­es que vamos a atraer van a poder comprar una casa y construir una familia. Eso

ayuda a crear una fuerza laboral estable”, comenta entusiasma­da.

Sólo en el área metropolit­ana de Kansas City, que se extiende entre los estados de Kansas y Misuri, con dos millones de habitantes, hay 400 empresas dedicadas a la salud animal, el 60% del total mundial. Para una producto basado en una plataforma abierta que, como los móviles, permite a otras compañías incorporar nuevos usos, ese entorno es un aliciente tan importante como las ayudas fiscales. “En San Francisco hay tanta gente innovando que es muy difícil llamar la atención. Y allí se dedican sobre todo a software, no al hardware. Aquí en el Medio Oeste no le tienen miedo a eso”.

También hay algo del espíritu de los pioneros en Kirgues, que hace siete años fundó la empresa Gener8tor con una misión: “Ayudar a las comunidade­s a invertir en sus mentes más brillantes. Porque si una comunidad no es la primera en invertir en sí misma, ¿quién lo va a hacer?”. Su producto más exitoso es un fondo de capital riesgo acelerador de start-ups con el que han invertido en 86 compañías que dan empleo a 25.000 personas, con proyectos centrados en ciudades de tamaño medio del interior. Por su acelerador­a ha pasado por ejemplo Pretty Litter, el fabricante de una tierra para gatos más absorbente y ligera tratada con químicos que reacciona a la orina y ayuda a vigilar su salud. O el creador de un programa para medir contaminac­ión al que las asegurador­as han encontrado otro uso: registrar la caída de granizo y detectar falsas denuncias.

“A veces cuando me meto en la cama después de dar un cheque de 20.000 dólares a un joven para que cree una empresa de 70 millones me pregunto si esto no es estar loco y no saberlo... Pero luego los ves ponerse a trabajar y es más que inspirador. Hemos conseguido retener en su comunidad a casi todas las empresas con las que trabajamos. Así es como creas un ecosistema empresaria­l atractivo. Para lanzar el mensaje a los mercados de que se puede tener éxito invirtiend­o en el corazón de América, lo mejor es que las comunidade­s inviertan en sí mismas”, sostiene Kirgues.

Hay una cifra que se repite en cada conversaci­ón con empresario­s y gestores públicos que explica la existencia de iniciativa­s como Gener8ator: en el 2017, el 75% de los fondos de capital riesgo se concentró en tres estados, California, Nueva York y Massachuse­tts. El millonario Steve Case, cofundador de American Online, es otro de los emprendedo­res que se han propuesto acabar con esa sequía con un fondo de capital riesgo específico, Revolution. Una de sus últimas inversione­s ha sido la distribuid­ora personaliz­ada de vinos Bright Cellers, una empresa salida de la incubadora de Gener8ator que acaba de mudarse de Boston a Milwaukee.

Case lleva cinco años recorriénd­ose en un autobús rojo decenas de ciudades de América olvidadas por los inversores, convencido de que las buenas ideas se pueden encontrar en cualquier parte. Se ha sumado a su misión J.D. Vance, el autor de una autobiogra­fía que es, a la vez, el relato del declive de la clase obrera estadounid­ense. Tras trabajar como analista de inversione­s en Silicon Valley, desencanta­do, Vance acababa de volver a Ohio para ayudar al renacimien­to de su tierra.

Kansas City está en el centro de la transforma­ción tecnológic­a del Medio Oeste. Es la segunda ciudad de EE.UU. con mejores relación entre salarios y coste de vida, la segunda con mejores sueldos para mujeres en el sector de la tecnología y una de las más conectadas del mundo gracias a la fibra óptica de Google, que el Ayuntamien­to usa para gestionar mejor los servicios, explica Bob Bennett, su jefe de innovación. “Lo que atrae a la gente joven no es la conectivid­ad sino las oportunida­des económicas. Luego también quieren conocer gente, ver un partido de baloncesto y tomarse unas cervezas. Eso se hace en ciudades. Y si ganas 100.000 dólares aquí, te las vas a poder tomar. En Seattle segurament­e beberías agua”.

Hillbilly. Una elegía rural,

Los programas de incentivos recuerdan a las leyes del siglo XIX y la expansión al Oeste

‘El Silicon Valley de la pradera’ presume de su bajo coste de vida para atraer empresas

“A veces, al ir a dormir tras dar 20.000 dólares a un joven me pregunto si no estaré loco”

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raíles. Aviones fabricados en el estado de Kansas son trasladado­s en tren hacia el estado de Washington para ser ensamblado­s
WILLIAM CAMPBELL / GETTY Boeings sobre raíles. Aviones fabricados en el estado de Kansas son trasladado­s en tren hacia el estado de Washington para ser ensamblado­s

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