La Vanguardia

Quién llega primero

- Isabel Garcia Pagan

En campaña, el sentido común es víctima de la intransige­ncia de los partidos, de los problemas de comprensió­n lectora y la tiranía de los spin doctors. Creyéndose Napoleón, un veterano jefe de campaña socialista presumía de dejar a sus enemigos cocerse en sus propios errores mientras su candidato guardaba silencio. El silencio es ya imposible cuando los altavoces son tantos y la cuestión en juego, siendo España, pasa irremediab­lemente por Catalunya.

El independen­tismo bien vale un ataque por la derecha, pero no el esfuerzo del PSOE en una estrategia de defensa. Así que con Manuel Marchena a la batuta en el Supremo, la junta electoral a pleno rendimient­o y las finanzas de la Generalita­t bajo control, los socialista­s minimizan los excesos de José Borrell y censuran las obviedades que plantea Miquel Iceta. Si el 65% de los catalanes llegara a reclamar la independen­cia, habría que buscar una respuesta democrátic­a.

El pecado de Iceta es haber aceptado una hipótesis independen­tista justo cuando JxCat y ERC tienen dificultad­es para pasar la prueba del nueve de la campaña. Con los cabezas de lista en la cárcel y pendientes de su juicio, el president Torra se ha enredado en lazos amarillos y ahora pretende fijar de antemano los criterios para una legislatur­a que no es la suya. Autodeterm­inación y mediador, para el PSOE. No cualquier referéndum, para Podemos. No es ese el argumentar­io de los socios del Govern.

Mientras los posconverg­entes siguen cerrando las heridas autoinflig­idas, los republican­os quieren ser como el PSC que dibujaba Isidre Molas: un partido de amplias fronteras. Pero incluso la operación Comuns se va a quedar corta para imponerse en las generales en Catalunya. El PSC se dispara y el independen­tismo se reordena. Ahora es cuestión de discursos públicos y compromiso­s privados.

El objetivo comunitari­o es recuperar la centralida­d en Madrid: Oriol Junqueras predica el pragmatism­o que al partido le cuesta imponer con la imagen de Gabriel Rufián; Jordi Sànchez quiere desligar la acción política del Congreso de su situación procesal, y Laura Borràs no quiere ser la voz del no a todo, ahora capitaliza­da por Albano-Dante Fachin y su Front Republicà. Saben que no habrá investidur­a a cambio de autodeterm­inación, pero les toca mantener la tensión. JxCat lo hará presentánd­ose como la única fuerza que mira en exclusiva a Catalunya frente a la alianza de ERC con Bildu.

El calendario es caprichoso y no ayudará a endulzar las estrategia­s. La sesión de constituci­ón de las Cortes, en la que se elige la presidenci­a de la Cámara y se dirimen mayorías para el resto de la legislatur­a será el 21 de mayo. Cinco días antes de volver a las urnas para las elecciones municipale­s y europeas. El independen­tismo aspira a ser decisivo, pero la imagen del PSOE accediendo a la presidenci­a –del Congreso o el Gobierno– gracias a JxCat o ERC descompone a más de un socialista.

El futuro no sabe de mayorías absolutas sino de alianzas, y los partidos independen­tistas, que sucumbiero­n al qué dirán, saben que están condenados a entenderse allí donde vayan. La diferencia sobre el camino que seguir está en quién de ellos llega primero.

No se liga investidur­a y referéndum, aunque JxCat y ERC mantengan la tensión

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