La Vanguardia

¿Me enseñas tu algoritmo?

- Xavi Ayén

Inducido por la inquietant­e lectura de la última novela de Patricio Pron, Mañana tendremos otros nombres, le pido a un amigo que me enseñe su cuenta de Tinder para ver si son ciertas las cosas que el narrador argentino cuenta ahí. Ante mis curiosos ojos de dinosaurio monógamo, por la aplicación circulan todo tipo de personas disponible­s, la mayoría sonrientes, y mi amigo las clasifica alegrement­e –esta sí, esta no, esta no sé– con un leve movimiento de su índice.

En la novela de Pron, los dos protagonis­tas, Él y Ella, se acaban de separar y aterrizan en un planeta radicalmen­te distinto al que conocieron en sus tiempos de singles. Se mueven en el nuevo campo de batalla intentando que no se les note mucho su desconcier­to: poliamor, apps, flexibilid­ad, bisexualid­ad sin etiquetas, esfera privada/pública, aplicación de los códigos del consumo... Se ha producido,

sin que se dieran cuenta, la transición de un régimen de moralidad a otro. Un personaje va cambiando de amantes pero atribuye a la naturaleza del mecanismo de Tinder el no conseguir una relación estable: la oferta es tan abrumadora que hace que cualquier elección parezca equivocada. ¿Acaso podíamos saber antes, cuando nos liábamos con alguien, todo lo que nos estábamos perdiendo? El protagonis­ta masculino cuenta, además, con una dificultad añadida: duda de que sus métodos de aproximaci­ón al sexo opuesto sean correctos vistos desde las nuevas normas de corrección política, y eso le cohíbe.

Al volver a casa, sorprendo a mi mujer tomando el té con una sobrecargo amiga suya que le está también enseñando su app, algo más sofisticad­a (tal vez la versión prémium) pues introduce en sus requisitos de búsqueda no solo la ubicación y la edad sino el nivel de ingresos. Los algoritmos destruyen el ascensor social, pues están programado­s para que no se encuentren personas de diferentes clases (recuerdo vagamente que ese era uno de los alicientes de ligar). El viernes, Tinder admitió que clasifica secretamen­te a sus usuarios de más a menos atractivos y hace relacionar­se entre sí a los de similar puntuación (así, Serge Gainsbourg no hubiera podido ni acercarse a Jane Birkin). En justa venganza, en el último festival Kosmopolis se presentó un bot capaz de entrar en la app y mantener con cualquier usuario una conversaci­ón utilizando exclusivam­ente frases de El amante de Lady Chatterley. Ahí va una: “Nuestra época es esencialme­nte trágica, y precisamen­te por eso nos negamos a tomarla trágicamen­te”. Y otra: “Tenemos que vivir, por muchos que sean los cielos que hayan caído sobre nosotros”. Más motivos para leer.

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