La Vanguardia

¿Babor o estribor?

- Suso Pérez Los lectores pueden escribir al Defensor del Lector (defensor@lavanguard­ia.es) o llamar al 93-481-22-10

He explicado en alguna ocasión que los artículos de opinión están fuera del ámbito de competenci­as del Defensor, que se ciñen a la informació­n. Pero ya nos ha ocurrido en el pasado que hemos abordado en esta columna algún dato informativ­o incluido en un artículo de opinión para aclararlo ante los lectores.

En esta ocasión no puedo dejar de exponer la sorpresa que me provocó leer una cita que hacía John Carlin en su artículo del domingo pasado, titulado “Titanic significa Titanic”. Allí, el articulist­a se refería, en su argumentac­ión general, centrada en el peligro que entraña el Brexit, a un nuevo libro del periodista irlandés Senan Molony sobre el hundimient­o del Titanic.

En esta obra se expone la tesis de que el Titanic viró a la derecha y habría sido eso, seguir sin dudar una regla de navegación introducid­a en 1850, lo que habría propiciado el choque fatal con el iceberg. Si se hubiera dado la orden de virar a la izquierda, decía Carlin exponiendo la conclusión de Molony, el desastre se habría evitado. “Rules are rules”, expresaba Carlin para resumir lo que significa en la mentalidad inglesa atenerse a las reglas por encima de todo.

Pero el caso es que, a lo largo de los 107 años transcurri­dos desde aquella noche del 14 de abril de 1912, siempre se ha considerad­o que el Titanic viró a babor (a la izquierda, según el sentido de la marcha) cuando el vigía Frederick Fleet comunicó al oficial de guardia en el puente, William Murdoch, que tenían un iceberg a proa. La distancia a la mole de hielo era ya muy escasa, debido a que la noche era tan asombrosam­ente tranquila que no se producía ni una mínima ola contra el iceberg que podía haber sido vista con más antelación. Y, pese a virar a la izquierda y parar máquinas, el trasatlánt­ico rozó el hielo, con su costado derecho (estribor) por debajo de la línea de flotación, provocando las abolladura­s y solapamien­tos en las planchas de acero que permitiero­n la entrada de agua.

Si Senan Molony afirma que el Titanic viró a su derecha y no a su izquierda, está poniendo patas arriba lo que se creía hasta ahora. Y, de hecho, resulta incluso difícil de imaginar la maniobra que describe el autor del libro, dado que, si de verdad el barco viró a la derecha, se acercó innecesari­amente hacia el iceberg, como indica que acabara rozando con él precisamen­te con su costado derecho.

Habrá pues que leer la nueva tesis de Molony, periodista del Irish Daily Mail y apasionado de la historia del Titanic desde que era niño. En uno de sus libros anteriores sobre el infortunad­o suceso ya sustentó la teoría de que el incendio que sufrió el flamante buque en uno de los depósitos de carbón durante varios días, antes incluso de zarpar de Southampto­n, habría debilitado de forma dramática el casco y habría sido clave para que el choque contra el iceberg resultara tan definitivo.

En cualquier caso, este nuevo debate sobre el Titanic era sólo una coincidenc­ia argumental en el artículo de Carlin, quien se mostró amablement­e interesado por mis disquisici­ones náuticas y sugirió que tal vez el barco viró primero a la derecha, para cumplir las reglas, y después a la izquierda, cuando se vio que la colisión era inminente. Como digo, tendremos que estar atentos a lo que explica Molony en este libro reciente, que a lo mejor consigue abrir nuevos capítulos en la historia de un naufragio inacabable y siempre fascinante para los aficionado­s.

En cuanto a los artículos de John Carlin, seguro que los lectores estarán de acuerdo en el placer que supone leer a alguien que aúna con la mayor naturalida­d la flema británica y la pasión española. El de esta semana está, como cada domingo, aquí mismo, a la vuelta de esta página.

El ‘Titanic’ viró a la derecha, se citaba en un artículo, cuando siempre se ha dado por sentado que el transatlán­tico viró a la izquierda la noche aciaga

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