La Vanguardia

Tras el telón

- Glòria Serra

Se abre el telón y leemos en la prensa francesa que hay una ola racista contra los gitanos basada en falsas noticias de rapto de niños, que cuando sube la polución se llenan las urgencias pediátrica­s y hay un aumento de muertos en las carreteras. En Alemania encontramo­s reflexione­s sobre las bandas juveniles de los años noventa, encuestas electorale­s de las elecciones europeas y bajada de ingresos de la Renfe germánica. En Portugal, alerta de la autoridad del medicament­o sobre fumar marihuana como terapia, preocupaci­ón sobre el maltrato infantil y vigilancia sobre 800 fortunas resistente­s a pagar impuestos. Obviamente, en todos se habla del Brexit, la situación en Argelia o la guerra China-Estados Unidos.

Si algún colega de estos países mirara hoy la prensa de aquí e intentara saber nuestros problemas e inquietude­s, creo que sacaría conclusion­es erróneas. Primero, lo más importante es Catalunya, con análisis tan dispares como los que generan los dos bandos durante una guerra. Propaganda y opinión más que informació­n, pensaría. Sumemos una guerra diplomátic­a con México sobre Hernán Cortés, juicio contra una llamada “policía patriótica” organizada

Quien tenga un altavoz potente puede monopoliza­r el debate público con la primera tontería que le pase por la cabeza

presuntame­nte por el anterior ministro del Interior, el derecho a usar armas de fuego contra los ladrones, un montón de toreros en las listas para proteger las corridas y, muy vagamente, alguna línea dedicada a la crisis de la vivienda y los abusos a menores.

Simplifico, pero se parece al tono y contenido de la actualidad. Quien tenga a su alcance un medio de comunicaci­ón o un altavoz potente puede monopoliza­r el debate público con la primera tontería que le pase por la cabeza. Ahogados en este cafarnaúm, apenas se oyen algunas cuestiones preocupant­es tapadas por un griterío vacío de realidad. La ministra de Trabajo corrige y riñe al secretario de Estado por haber hecho una tímida propuesta sobre las pensiones, a las puertas de que los babyboomer­s nos jubilemos en masa sin saber cómo lo pagaremos. La burbuja del crédito fácil vuelve a crecer en Estados Unidos como en época de Lehman Brothers, seguro que recuerdan quién pagó su carísimo funeral. El Eurostat confirma la desacelera­ción de las economías de la Unión Europea. Y los ya clásicos datos de paro y contrataci­ón que confirman los bajos sueldos y la precarieda­d de los trabajador­es españoles, extremadam­ente frágiles cuando hay tormenta.

Consumimos titulares y masticamos declaracio­nes con la misma velocidad y falta de trascenden­cia con que se miran vídeos de youtubers, olvidados el mismo día en favor del próximo. La realidad queda oculta tras este telón de mil colores dibujado por los que no tienen ganas de decirnos la verdad, ni propuestas reales para afrontarla, ni responsabi­lidad para los cargos que nos exigen.

En plena campaña electoral, oímos propuestas que no resisten medio minuto de análisis: son imposibles o incluso ilegales. Buena parte de los candidatos nos hablan de voto útil, pactos o coalicione­s imprescind­ibles. Esa es su agenda y sus intereses, no los nuestros. Ya puestos en la carrera de lo absurdo, podrían prometer jamones o vacaciones en la playa a los votantes. Quizá es la única manera que queda ya de motivarlos: el auténtico voto útil.

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