La Vanguardia

El software que mató a la estrella musical

- ESTEBAN LINÉS MARICEL CHAVARRÍA

Cuando hace un par de años un equipo de ingenieros del Laboratori­o de Investigac­ión CSL de Sony publicó la canción Daddy’s car se habló de cómo la inteligenc­ia artificial se había “inspirado” en los Beatles para componerla. Una máquina había sido alimentada con datos sobre las canciones de los de Liverpool y a través de unos patrones había elaborado un tema que, se pretendía, podría ser parte del disco Revolver, por los coros y la armonía.

No hay más que oírla para tener una opinión propia al respecto, pero la duda sobre si el empleo de la IA y, sobre todo, de los cada vez más sofisticad­os instrument­os que proporcion­a la tecnología puede acabar matando la creativida­d humana tiene su versión específica en el terreno de la música: ¿el empleo sistemátic­o de algoritmos puede hacer innecesari­a la figura del compositor humano?, ¿puede conformar un repertorio de canciones infalibles en los diferentes estilos? Estos sombríos presagios no los comparte José Luis de Vicente, comisario del Sónar+D –el área de innovación del festival barcelonés–, que considera básico diferencia­r lo que es la inteli

gencia artificial aplicada al arte y el mito del artista artificial, automático, que de algún modo reemplaza lo que se supone que es un artista.

En su opinión, y yendo a un terreno más concreto, “sabemos que hay muchos incentivos para encontrar modos de sistematiz­ar y replicar las claves de un canción de éxito, pero tampoco nos podemos olvidar de que la idea de que existe una fórmula infalible es un vieja utopía, que antecede a la misma idea de la inteligenc­ia artificial. Y sin olvidar que en estos últimos años hay una cultura muy basada en el análisis cuantitati­vo de unos datos (suministra­dos por las plataforma­s que reflejan los patrones de consumo cultural de los usuarios) que ya se habían puesto a disposició­n de este viejo sueño de la fórmula matemática del éxito”. La realidad ha demostrado que, prosigue, “no tenemos ninguna garantía y que al final el éxito de un producto cultural sigue siendo suficiente­mente impredecib­le como para que haya reglas universale­s”.

De hecho, la actual escena musical demuestra que tampoco hace falta echar mano de estos recursos algorítmic­os “porque ya existen algunos compositor­es hacedores de muchos hits que son extremadam­ente formulacio­nistas en su manera de trabajar”. Para De Vicente es paradigmát­ico el caso de un fabricante de éxitos como Max Martin [Backstreet Boys, Britney Spears, Justin Bieber, Katy Perry, Taylor Swift, Ariana Grande...] “y sólo con escuchar alguna de sus canciones lo podríamos identifica­r en seguida, por su manera de componer, muy parametriz­ada”. Y es que, en su opinión, “hay que diferencia­r entre un artista que hace arte con IA y desarrolla­r un sistema de inteligenc­ia artificial que genera resultados a partir de que le des inputs de otras obras de arte. Y aquí podríamos incluir el caso de la Sinfonía inacabada de Schubert”.

Este año la compañía china Huawei presentó una versión “completa” de esa Sinfonía núm. 8, D.759 que el austriaco compuso en 1822. Un algoritmo de IA había utilizado la potencia de uno de los teléfonos móviles de la firma para analizar el timbre, el tono y demás caracterís­ticas de los dos primeros movimiento­s Y generó una melodía para los dos últimos movimiento­s de la pieza que Schubert dejó inconclusa. Claro que luego los ingenieros acudieron a un músico y productor para dar los retoques finales y conseguir una partitura que pudieran calificar de “fiel” al estilo original.

El algoritmo aprende a partir de redes neuronales. Se le dan a leer las partituras completas de Bach, Mozart... Las estudia, las procesa y a partir de ahí entra en juego. Y así es como las sociedades de autores musicales ya han comenzado a reconocer ese tipo de autorías. La Sacem, que gestiona los derechos en Francia y Luxemburgo, ha establecid­o, por ejemplo, que todos los trabajos que cree el software Aiva, que hace clásica inspirado por Mozart, Beethoven y demás, estarán bajo la propiedad intelectua­l de su nombre.

“Hay que diferencia­r entre un artista que usa la IA y un sistema de inteligenc­ia que genera resultados por inputs”

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XAVIER CERVERA Paul y George en el hall del Sant Jordi Hostel Rock Palace de Barcelona
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