La Vanguardia

Populisman­do

- Pedro Nueno

En casa tengo demasiados libros. Pero mi problema ha sido siempre un deseo de aprender y los libros han sido una ayuda extraordin­aria. Escuchar permite aprender aún más pero es más difícil. Los libros los puedes leer cuando tienes un momento; para escuchar tienes que utilizar la agenda. Pero de repente vi uno de los libros que me compré cuando vivía en América, estudiando en Harvard, en los primeros años setenta. El título lo dice todo A populist manifesto ,no necesita traducción. Debajo del título pone, traduciénd­olo, “organizand­o una nueva mayoría”. He de mencionar a los autores, Jack Newfield y Jeff Greenfield. En aquellos años, en América estaba creciendo ese populismo que no quería aceptar que alguien tuviera que quedarse sin pensiones para poderse pagar un tratamient­o médico complicado mientras los superricos se hacían más ricos. Mientras, el Estado incrementa­ba brutalment­e sus gastos, creciendo en Washington pero montando guerras por el mundo y queriendo controlarl­o con flotas enormes, bases militares por todas partes y armamento y más armamento.

No habíamos llegado a la era digital. No había móviles. Una llamada telefónica era cara y te lo pensabas antes de hacerla. La televisión estaba empezando. Pero el populismo rompía todas estas barreras y avanzaba. Veías a veces en Harvard Square alguien subido a un pequeño escenario de cajas de madera, con un altavoz en la mano, soltando un entusiasta discurso populista y gente mayor sonriendo. Los sindicatos se apuntaban al tema.

Es curioso que eso nos ocurre ahora aquí. En el libro al que me he referido hablan de movimiento­s populistas en América ya en los años 1800. Nada es nuevo. Todo vuelve. Nos damos cuenta de que no tendremos pensiones, tendremos limitacion­es en nuestras coberturas sanitarias, muchos jóvenes tendrán trabajos miserables, habrá muchos partidos y muchos políticos prometiénd­olo todo y sin cumplir nada pero construyen­do una burocracia en la que tendremos que fichar para poder cruzar un paso de peatones.

Los populismos nuestros tiran de temas como la sostenibil­idad y si ya se han cargado los automóvile­s con motores alimentado­s por diesel, ahora van a por los de gasolina para que todos los coches sean eléctricos. Esto no acaba de gustar a los consumidor­es pero los políticos caen en la trampa populista y empujan el tema. Cuando las cosas no salgan tendremos más desemplead­os y nuestras fábricas de coches menos futuro. Pero todo esto serán argumentos para ir cada día a una manifestac­ión. De hecho, los populistas americanos de 1970 ya argumentab­an que debido a la contaminac­ión tendríamos un cambio climático y en el año 2000 la superficie del planeta no podría alimentar a sus habitantes. Organizaba­n unas manifestac­iones enormes en Harvard Square.

Los populismos desapareci­eron un poco durante una buena época de crecimient­o en todos los sectores y de apertura de grandes mercados como Latinoamér­ica primero, India y China después, y África siguiendo. Pero hoy, con un aceptable nivel de mejora de vida, los populismos vuelven a dominar el mundo. El fenómeno nos afecta a los europeos, americanos y latinoamer­icanos sobre todo porque no tenemos los líderes adecuados. Donald Trump con su muro de México y sus tasas a las importacio­nes chinas y Europa con su Brexit en Inglaterra, sus chalecos amarillos en Francia; España queriendo quitar los lacitos amarillos, pero poca preocupaci­ón por los problemas de verdad: empleo y superviven­cia posjubilac­ión.

Miremos a los pocos líderes que quedan, como Xi Jinping. Saca un proyecto internacio­nal de despliegue de su país, la nueva ruta de la seda, y lo convierte en acuerdos concretos entre empresas chinas y empresas de los países que visita. Y China crece sin parar, mejorando notablemen­te la calidad de vida, permitiend­o a sus ciudadanos hacer turismo y, sobre todo, mejorando su educación y su sanidad de forma relevante.

Los populistas americanos de 1970 ya alertaban sobre el cambio climático

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