Iréne Theorin
SOPRANO
Expectación por el debut esta noche de la gran soprano sueca Iréne Theorin en el papel protagonista de la ópera La Gioconda en el Liceu. Un drama repleto de lirismo que Pier Luigi Pizzi ha ambientado en la decadente Venecia del XVIII.
AVenecia la han pintado muchos grandes maestros. El más popular es Canaletto, pero el director de escena Pier Luigi Pizzi ha preferido acercarse a otro genio de la pintura para ambientar desde hoy y hasta el día 15 en el Liceu la ópera La Gioconda de Amilcare Ponchielli. Pizzi ha elegido la niebla, a veces incendiada por el sol, “un delirio de luz en la niebla”, de la Venecia de Turner. No sólo eso: Pizzi ha cambiado de siglo la acción, que ya no transcurre en la Venecia del siglo XVII, sino en la mucho más decadente de finales del XVIII, cuando la ciudad está muriendo y la Serenísima República vive sus estertores. Y en esa ciudad poco realista que dibuja en escena Pizzi –“en el melodrama el realismo no existe, hay imaginación, no es cotidiano”, señala–, una ciudad donde se mezclan el carnaval, la pobreza y la muerte, la protagonista de la obra causa expectación: la gran soprano sueca Iréne Theorin debuta en el trágico rol de Gioconda.
La Gioconda, estrenada en 1876 con libreto de Arrigo Boito, es una historia de amores cruzados, Inquisición, denuncias de brujería, veneno, chantaje, celos y muerte a lo largo de la laguna veneciana. “La Gioconda se puede definir como el drama
de la soledad”, dice el maestro Pizzi, imparable a sus 88 años y que ya montó esta ópera en el Liceu en el 2005. Una historia muy complicada para la que quiere cantantes muy claros en la dicción, “que se entiendan bien sus relaciones”.
En la actual reposición ha llevado a cabo cambios importantes gracias a las nuevas tecnologías que permiten imágenes mucho más potentes. Además también ha dado un toque más colorista a los trajes del baile de disfraces del tercer acto antes de acabar el cuarto bajo los cipreses de un cementerio. Hasta 250 personas dan vida cada día a un montaje muy exigente en el que hay 80 técnicos cuando lo habitual es la mitad.
Junto a Theorin –a quien en el segundo turno sustituye Anna Pirozzi– actúan Dolora Zajick o Brian Jadge, y el director musical es el wagneriano Guillermo García Calvo, que se muestra feliz de trabajar con Pizzi, “una leyenda de la ópera que crea partir de la palabra, que cada cantante sepa lo que está diciendo y lo transmita conscientemente”. García Calvo dice que La Gioconda “no es una continuación de Verdi sino una ventana que se abre en la ópera italiana y nos lleva al verismo; sin ella Puccini, Leoncavallo o Mascagni no serían lo mismo. Tiene muchos elementos que luego
Hasta 250 personas dan vida a un montaje muy exigente en el que hay 80 técnicos cuando lo habitual es la mitad
desarrolla el verismo, argumentos, historias casi sensacionalistas, personajes perversos, su Alvise es muy parecido al Scarpia de Tosca. Y Ponchielli tiene además relación con Wagner por la conexión entre el texto y la música. Los personajes tienen un leitmotiv y aunque no lo desarrolle igual, la introspección psicológica se parece. Wagner y Ponchielli se sirven de que como artistas y público queremos saber qué le pasa al personaje”. Pizzi decide opinar: “Contrariamente a Verdi, a Ponchielli le falta el don de la síntesis”. García Calvo replica divertido: “Es música compacta, hay síntesis”. Pizzi remata: “En la misma música, Verdi dura media hora menos”.