Los temas del día
El diario editorializa sobre las noticias falsas que se difunden hoy en día en el mundo, especialmente en los periodos electorales y otros procesos de participación popular. Y concluye que garantizar la veracidad de cuanto se publica es un objetivo irrenunciable. En un segundo editorial, aborda la protesta de la España rural.
LAS campañas electorales se han convertido en un terreno propicio para la difusión de noticias falsas. Los precedentes de lo ocurrido en el Reino Unido cuando el referéndum del Brexit, en las elecciones presidenciales estadounidenses que ganó contra pronóstico Donald Trump o en la campaña electoral del ultraderechista Jair Bolsonaro en Brasil señalan hasta qué punto las medias verdades, las frases sacadas de contexto que significan todo lo contrario de lo pretendido o, simple y llanamente, la mentira se han utilizado para lograr resultados que favorecen intereses personales y de partido.
España encara en dos jornadas a finales de abril y de mayo cuatro elecciones, las legislativas, las municipales, las autonómicas en gran parte de las comunidades y las europeas, cuyos resultados tendrán una influencia decisiva en el futuro más inmediato del país, de la economía, de los equilibrios territoriales, de los servicios públicos, pero también del porvenir de una generación que, por vez primera en la historia contemporánea, no dispone de un horizonte claro. Ni que decir tiene que, en estas circunstancias, el peso de la verdad o de la mentira en el voto durante esta larga campaña adquiere una importancia trascendental.
Son muchas las cuestiones sobre las que trabajan los creadores de fake news. Los temas estrella para esas fábricas de mentiras son la seguridad, la inmigración, la sanidad, las pensiones y, en la especial situación actual, Catalunya. Los medios utilizados son, básicamente, las redes y, fundamentalmente, Twitter, Instagram, Facebook, Messenger y WhatsApp, plataforma esta última que es la que está adquiriendo una relevancia inusitada en los últimos meses. Aunque, en general, el usuario español de estas redes cree distinguir las fake de las que no lo son,
según la mayoría de los estudios ocurre todo lo contrario, ya que sitúan en el 86% las personas que tienen dificultades para identificarlas.
Cómo actuar frente a este fenómeno tan perverso. Evidentemente, la lucha contra la desinformación y la mentira nunca ha sido fácil y menos en la actualidad, cuando las redes han contribuido de forma tan decisiva a facilitar la vida de las personas. Pero es evidente que es preciso luchar contra el uso fraudulento del medio. Según los expertos, las principales medidas para evitar que las mentiras se conviertan en el motor de nuestras vidas se centran en limitar la capacidad de las cuentas, así como en la creación de equipos de detección de falsedades y la identificación del emisor y de su financiador.
Algunas plataformas, como Facebook, el dueño de WhatsApp, han iniciado ya algunas de estas acciones para combatir las fake news y han creado equipos de control de noticias falsas para la campaña electoral española. Pero esta es una cuestión que atañe también a los medios de comunicación, y en particular a los escritos, que deben encabezar la lucha contra esta amenaza a la veracidad política y social. En este sentido, La Vanguardia creó el pasado enero un equipo de control de datos, con el objetivo de desenmascarar las noticias falsas sobre Europa. Ahora ha reforzado este fact checking con diversos especialistas de cara a las campañas electorales españolas para ayudar al lector a distinguir entre las informaciones sesgadas, descontextualizadas o parciales que puedan utilizarse en una experiencia que otros medios de referencia también utilizan. Unas investigaciones que son regularmente publicadas para el conocimiento de nuestros lectores. Se trata, en definitiva, de garantizar la veracidad de cuanto se publica porque es un objetivo irrenunciable.