Italia, año cero
La economía del país, la tercera de la zona euro, está paralizada pese a las reformas del nuevo Gobierno populista
Un poco de hemeroteca: el pasado mes de septiembre el Gobierno de Roma negoció duramente con Bruselas la ley de Presupuestos al estimar que el PIB de Italia, gracias a las reformas introducidas, crecería en el 2019 un 1,5%.
A vuelta de las vacaciones navideñas, el ministro italiano para el Desarrollo Económico, Luigi Di Maio, se mostró convencido de que el país arrancaría. Aseguró incluso que “será posible vivir un boom económico en Italia como en los años sesenta”. Pocas semanas después, a principios de febrero, el primer ministro de Italia, Giuseppe Conte, dio un paso más allá con otra invitación a soñar. “El 2019 será un año bellísimo”, prometió.
Fue hace tan sólo unos meses, pero parece que haya transcurrido una eternidad. La actualidad ofrece un panorama completamente distinto. La semana pasada el centro de estudios de la patronal Confindustria encendió el alarma: la economía italiana, técnicamente en recesión, está paralizada y este año el crecimiento será nulo. Cero.
Los datos indican que en los primeros seis meses del 2018 la tendencia de la economía era positiva pero algo se torció. La llegada del nuevo gobierno disparó la prima de riesgo (que ha vuelto un poco a recuperarse pero se sitúa todavía encima de la española) y que tuvo un impacto en el coste de la deuda. Algo que tiene su peso, porque Italia tiene la tercera deuda pública más grande
del mundo (un 130% de su riqueza).
A esto hubo que añadir la caída de la actividad manufacturera (en este sentido, un fenómeno similar al que vivió Alemania), así como una caída en la confianza de los consumidores y familias. Las inversiones están paradas y los tambores de guerra comercial tampoco benefician a Italia, que es una economía que funda su riqueza en la exportación, aunque el grueso se lleva a cabo dentro de la zona euro.
La agencia S&P también ha revisado a la baja sus estimaciones de diciembre, del 0,7% hasta un raquítico 0,1% para este año. En sus previsiones semestrales, la OCDE incluso rebajó su pronóstico para Italia hasta el terreno negativo (-0,2%), en la que es el mayor recorte de los países del G-20 después de Turquía.
El Gobierno italiano introdujo dos medidas estrellas que aspiran (o aspiraban) a relanzar la economía: la renta de ciudadanía (un tipo de renta básica algo descafeinada) y una reforma que facilita las jubilaciones. “El impacto en el PIB de las dos reformas será modesto”, advirtió la organización de los empresarios.
Con la economía parada, otros nubarrones se avecinan. Si no se interviene en las cuentas públicas, se corre el riesgo de tener que aumentar el IVA por un importe de 23.000 millones de euros. De no hacerlo, el déficit se dispararía y el país puede incurrir en una multa de Bruselas y en el castigo de los mercados. Y en ese caso el conflicto entre Roma y la UE puede recrudecerse.
“Me preocupa que Italia haya ralentizado antes y en mayor medida respecto al resto de Europa. Serían necesarias reformas que eliminen este 1% que nos separa del resto de países. La exigencia primaria es la confianza, porque sin confianza nadie consume y nadie invierte. Todo está bloqueado porque hay la sensación de que Italia sea un país que no colabora”, dijo en una entrevista Ignazio Angeloni, exmiembro del consejo de supervisión del BCE.
Por su parte, el vicepresidente y ministro del Interior, Matteo Salvini, respondió que “hay muchos gafes”, en clara alusión a los pronósticos negativos de la patronal y que hay que tener paciencia. El día 10 de abril el ministro de Economía, Giovanni Tria, deberá presentar el documento de programación económica, donde saldrán las primeras indicaciones para los próximos presupuestos.
Ya se habla de que el Ejecutivo reconocería que el crecimiento para este año será de entre el 0,1%-0,2%. Bellísimo ma non troppo.
CONFINDUSTRIA
La patronal estima que el PIB tendrá un crecimiento nulo este año
PRESUPUESTOS
Las medidas del Gobierno sobre renta básica y pensiones apenas tienen impacto