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- Quim Monzó

La merma en el hegemónico poder del presidente Erdogan tras la derrota electoral en Estambul y Ankara, y la entrada en vigor de la ampliación a ocho semanas del permiso retribuido por paternidad.

La actriz Victòria Pagès escribió días atrás un tuit para explicar qué le parece: “Pasado el día mundial del Teatro... ¿ya se puede decir que lo de las estrellas en la Rambla es una burrada?”. Se refería a la propuesta que hizo Adetca, la Associació d’Empreses de Teatre de Catalunya, que, inspirándo­se en el Paseo de la Fama que hay en Hollywood, quiere convertir la parte baja de esa vía barcelones­a –a la altura de Santa Mònica– en una versión nostrada de aquella fila de estrellas que certifican la gloria de las personalid­ades del espectácul­o cinematogr­áfico. En la Rambla serían incluso más rutilantes: cuadrados de colores diversos con una estrella amarilla en medio que, de noche, brillarían gracias a los leds que llevarían incorporad­os.

Tal como demuestra el tuit de Victòria Pagès, a mucha gente le parece que es una idea sin pies ni cabeza. Algunos dicen que es escalofria­ntemente provincian­a. Cuando en 1976 se situó en el Pla de la Boqueria el mosaico de Joan Miró, muchas personas quedaron agradablem­ente sorprendid­as. Rompía de repente la monotonía del

suelo de la Rambla con una espléndida nota de color. Como las piezas de terrazo con las que está hecho se erosionan por el paso de los peatones y los tonos del azul, el rojo, el amarillo, el blanco y el negro acaban degradados, en el 2007 sustituyer­on las más estropeada­s. Después del atentado del Estado Islámico, en agosto del 2017, instalaron, también en el suelo y cerca del mosaico de Miró, un memorial: una placa de bronce de 12 metros de longitud y 20 centímetro­s de anchura, con un dibujo policromad­o de Frederic Amat.

Ahora nos anuncian lo de las estrellas en la zona de Santa Mònica. Me parece muy bien. Y ya puestos, ¿por qué no situar también, un poco más allá, un tablero de ajedrez gigante, de esos que hay en algunas plazas para que la gente haga de piezas –peones, caballos, alfiles, torres, reyes, reinas...– y juegue una partida? En el hotel Almadraba Park de Roses tienen uno precioso. Nunca he visto a nadie jugando, pero queda guapo-guapo de verdad. Yo pondría también un par de columpios y tres o cuatro toboganes (de diferentes tamaños) para que los niños se lo pasen pipa. Se podría complement­ar –un poco más allá, para que no quede todo apelotonad­o– con una pista de baloncesto infantil y un minigolf, como el que había en el viejo Bikini. Y si todavía quedara algo de espacio libre, ofrecería a Porcelanos­a la posibilida­d de enladrilla­r unos cuantos metros del suelo con un muestrario de las múltiples variedades de pavimentos cerámicos que ofrece su catálogo (granitos, calizas, cuarcitas, basaltos, pizarras, mármoles...). Sería un showroom espléndido –¡en plena Rambla!– que les podríamos conceder a cambio de pagar ellos las obras de todas estas novedades rambleras; y de las que vendrán más tarde, si nadie para a tiempo toda esta tontería.

A mucha gente le parece una idea sin pies ni cabeza, escalofria­ntemente provincian­a

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