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Las buenas cifras del comercio físico y los retos que se abren a su futuro, y el impulso del Banco Central Europeo a las fusiones interbancarias.
EN el marco de incertidumbre creciente en el que se mueve el comercio tradicional, debido a la competencia derivada del auge del comercio electrónico, hay un dato esperanzador: el porcentaje de consumidores que acuden a tiendas físicas al menos una vez a la semana ha crecido del 40% al 48% en los últimos cuatro años, según señala un reciente informe de una consultora. Esto quiere decir que el comercio tradicional tiene margen para progresar si hace las cosas bien.
Los consultores, las administraciones y las propias asociaciones comerciales tienen mucho trabajo por delante, sin embargo, para ayudar a la reconversión de un sector que es clave para la economía del país. Hay que tener en cuenta que el comercio aporta el 12% del producto interior bruto y emplea al 18% del total de los afiliados a la Seguridad Social. La cuarta parte de los autónomos, además, pertenece al sector del comercio.
El comercio online registra crecimientos espectaculares, del orden del 25% anual, y supone una competencia que cada vez hará más daño al comercio tradicional. El problema es que el comercio electrónico no aporta al país tanta riqueza como el tradicional. Gran parte de las ventas online las acumulan los gigantes de internet, fundamentalmente de Estados Unidos y de China, y como consecuencia de ello existe un claro déficit comercial: España compra online más al extranjero de lo que vende.
Esto lleva a una doble reflexión: no sólo debe reconvertirse el comercio tradicional sino que el comercio online español debe evolucionar rápidamente para hacer frente a la competencia internacional. Todo ello pasa por implementar un fuerte impulso a la digitalización del comercio en su conjunto, tanto desde las administraciones públicas como desde las asociaciones del propio sector. Y hay que
ser críticos al respecto, porque es muy poco lo que se hace en este sentido. En ello influye que se trata de un sector muy atomizado.
El sector del comercio es uno de los que más sufren el impacto de las nuevas tecnologías, fundamentalmente a través de la compra por internet y mediante el móvil. La hiperconectividad que propicia este factor ha cambiado los hábitos de los clientes, que se han convertido en más exigentes en precio y en inmediatez. Pero la tendencia que se registra, en opinión de los expertos, es la omnicanalidad , es decir, la combinación de compra a través de internet y también en las tiendas físicas. Ambos canales deberán evolucionar para atender mejor las necesidades globales de los clientes.
La clave para reforzar la atracción de los clientes hacia las tiendas tradicionales está en la digitalización del negocio, en esa combinación de las ventas online y físicas y, por encima de todo, en la innovación. Los expertos coinciden en que la clave del éxito está en la mejora de la experiencia de compra en los establecimientos, de forma que enseñe, divierta o incluso contribuya a paliar la soledad.
Ello exige innovación, tecnología y un apoyo determinante del factor humano a través de la revalorización de la figura del vendedor. El trato personal en las tiendas, la capacidad de orientación y asesoramiento, constituye uno de los grandes valores de los establecimientos físicos para contrarrestar la frialdad de la compra online. Se necesita pues una mayor cualificación y, como consecuencia, unas mejores condiciones laborales en un sector en el que se cobra el 71% del salario medio. La mejora que debe propiciar la nueva revolución del comercio, en consecuencia, debe ser global. Pero, como hemos dicho, requiere un importante esfuerzo innovador desde todos los ámbitos.