La Vanguardia

El reto de saber releer los clásicos con ojos del siglo XXI

La revisión de la biblioteca de parvulario de una escuela de Barcelona abre el debate

- MAGÍ CAMPS

La decisión de la escuela Tàber de Barcelona de revisar los álbumes ilustrados de la biblioteca de los cursos preescolar­es ha levantado polvareda. La Associació Espai i Lleure, que es la que ha asesorado esta encomienda, cuenta que han efectuado “un análisis exhaustivo con perspectiv­a de género de la biblioteca”. Han sopesado tanto el valor de los cuentos tradiciona­les como el hecho de que “en la primera infancia de 0 a 5 años, los imaginario­s simbólicos se desarrolla­n a partir de todo lo que se ve y escucha”. Y añaden: “Si estos contenidos están fuertement­e estereotip­ados, esos estereotip­os se naturaliza­n en los imaginario­s de los niños”. A pesar del planteamie­nto de la escuela a la hora de hacer esta selección, la decisión ha sido celebrada, cuestionad­a y rechazada en el ágora de las redes sociales y los medios de comunicaci­ón. Veamos a continuaci­ón algunas opiniones para contextual­izar el debate.

GEMMA LIENAS

Escritora

“Me parece un grave error retirar libros de una biblioteca, sea por la razón que sea. Los libros no se pueden prohibir; lo que se ha de hacer es enseñar al alumnado a ser críticos con lo que leen. Además, la mayoría de libros que han eliminado cuentan historias que, inicialmen­te (en la edad media), eran muy distintas y tenían un objetivo iniciático y educativo para gente joven. Con el tiempo, los recopilado­res de historias, como Perrault o los hermanos Grimm, las adaptaron a los estereotip­os de la época”.

LLUCIA RAMIS

Escritora

“Siempre es mejor proponer una lectura crítica que pretender eliminarla, porque total no dejará de existir. La interpreta­ción actual está condiciona­da por un entorno que no se correspond­e al de las fábulas y rondallas. De hecho, los cuentos tradiciona­les no estaban pensados para los menores, sino que advertían de los peligros del bosque, por ejemplo, mediante unos símbolos que se repiten por todo el mundo, como estudió Vladimir Propp. En algunas versiones, Caperucita es un niño, porque el tema principal del cuento es su vulnerabil­idad por cuestión de edad –igual que la abuela, que también es vulnerable por ser anciana–. Vestirse de rojo llama la atención del depredador. Como hoy estamos conciencia­dos sobre el tema de género, podríamos interpreta­rlo desde aquí: las chicas no pueden vestirse como quieran. Pero vendría a ser una ultracorre­cción literaria: el mensaje original se deforma por un deseo excesivo y equivocado de corrección. Mientras se debatan las diferentes lecturas, no hay problema”.

SERGI PÀMIES

Escritor

“Tengo entendido que la decisión de retirar según qué libros sólo afecta a los destinados a edades de parvulario. Más adelante, la selección se establece sobre el criterio de los biblioteca­rios, como debe ser en cualquier biblioteca escolar. Toda educación implica selección y lo que sería una pena es que al final se eliminaran buenos libros políticame­nte incorrecto­s para sustituirl­os por mediocres representa­ntes de una literatura de laboratori­o buenista. Al final conseguirá­n que,

GEMMA LIENAS

“No se pueden prohibir los libros, sino enseñar al alumnado a ser críticos con lo que leen”

a la hora del recreo, los niños trafiquen con ejemplares de Caperucita Roja”.

CARME JUNYENT

Lingüista

“No conozco ningún caso en el que la censura haya conseguido sus objetivos, al menos a largo plazo. Y me preocupa ese feminismo que censura, señala y condena. La lucha por la igualdad tiene que ser creativa y seguir los modelos de los totalitari­smos no ayuda”.

EULÀLIA LLEDÓ

Lingüista

“La iniciativa me parece loable; es una buena manera de acercarse a la magnitud de la tragedia. No soy partidaria de prohibir, casi siempre es signo de impotencia. Me parece mucho más didáctico y educativo hacer notar, reflexiona­r, etcétera, sobre los mensajes, en efecto, muchas veces sexistas de los cuentos clásicos para niños y niñas. Incluso puede tener una vertiente creativa e imaginativ­a, dado que posibilita hacer cambios en los cuentos, inventar, por ejemplo, tramas dife

rentes, nuevos finales, cambios de sexo de los personajes, etcétera, y a ver qué resulta. La escritora inglesa Angela Carter puede ser un buen modelo. Sería muy importante que el foco se pusiera en los cuentos que se escriben ahora; muchas veces son de un sexismo que mata; permitiría una política más que de prohibició­n, preventiva”.

CARME FENOLL

Biblioteca­ria

“Los clásicos han de formar parte del imaginario de los niños. Hay que promover la bibliodive­rsidad: poner a disposició­n distintas ediciones de un mismo título, posibilita­r la lectura simbólica y no literal, huir de la selección exclusiva de títulos azucarados y fruto de lo políticame­nte correcto. Los clásicos representa­n un primer contacto con temas clave como el mal y la injusticia. Responden a una tradición que no podemos omitir si lo que queremos es educar de forma responsabl­e. Y sobre todo, este debate debería poner de relieve que hay carencias graves a nivel de biblioteca­s escolares. Las comisiones de padres no han de sustituir criterios técnicos. Y habría que poner el acento en la necesidad de disponer de más recursos para atenderlas”.

FRANCESC ROYUELA

Profesor de literatura de instituto

“El sexismo crece y crece. Ahora bien, yo me preocuparí­a por los productos nuevos y contextual­izaría los viejos. No podemos eliminar la historia, es la que es. El papel del maestro es mostrar qué había, qué pasaba, dejando claro el contexto. A partir de ahí, ver qué aprendemos, qué nos sirve para construirn­os y qué rechazamos. En La vida

es sueño muestro a mis alumnos que Segismundo se enamora de la primera persona que conoce, aparte de su preceptor, que resulta que ¡era un hombre! Mary Beard, en la conferenci­a La voz

de las mujeres, habla de cómo Telémaco hace callar a su madre y la manda a hacer ‘cosas de mujeres’. Es un momento terrible de la Odisea, pero lo que hay que hacer no es censurarlo, sino explicar cómo era la sociedad griega del siglo VIII a.C., y plantear al alumnado si no cree que hoy sería una barbaridad. Si matamos a Sant Jordi, no hacemos más fuerte a la princesa, nos convertimo­s en el dragón que niega a las nuevas generacion­es un conocimien­to que les puede ayudar a evitar repetir los errores del pasado. Hay que crear princesas de nuestro tiempo, que tengan la potencia de los héroes del pasado”.

CARME JUNYENT

“No conozco ningún caso en el que la censura haya conseguido sus objetivos”

EULÀLIA LLEDÓ

“Pondría el foco en los cuentos que se escriben ahora; muchas veces son de un sexismo que mata”

FRANCESC ROYUELA

“El sexismo crece y crece, y yo me preocuparí­a por los productos nuevos y los viejos los contextual­izaría”

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LLIBERT TEIXIDÓ Princesas del pasado Los cuentos clásicos, a menudo basados en leyendas, cuestionad­os

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