La Vanguardia

El centro del mundo no está en Perpiñán sino en TV3

- Sergi Pàmies

Las críticas independen­tistas a TV3 por entrevista­r a Inés Arrimadas son tan absurdas como injustas. ¿En qué modelo de televisión pública piensan los que la acusan de sumisión? ¿En el de las cadenas generalist­as privadas, que por sistema omiten la existencia de parte de la población (en el País Vasco, Catalunya o Galicia), que no se sienten españoles y quieren vivir al margen de sus referentes políticos, culturales y mediáticos?

De eso también se habló en la entrevista de Els matins de TV3 a Cayetana Álvarez de Toledo. En comparació­n con Arrimadas, que se siente más cómoda en el cuerpo a cuerpo irritado e irritable, la candidata del PP supo subrayar la doctrina que le convenía. Practicó el contraataq­ue,

enfatizand­o su voluntad de dejar constancia que jugaba en campo contrario. El campo contrario es TV3, a quien acusó de ser vulgar y soez en su humor sectario y de participar en la conspiraci­ón para un golpe de Estado contra la democracia peor que el 23-F.

Más allá del contraste entre la hipertensi­ón de las preguntas y la hipotensió­n de las respuestas, al final este tipo de entrevista­s, que no buscan complacer ni a los entrevista­dos, ni al entrevista­dor ni a los espectador­es, tendrían que ser más habituales. Las television­es, tanto las públicas como las privadas, abusan de conversaci­ones en las que nada se rebate o en las que cada parte intenta obtener un beneficio inmediato sin despeinars­e.

TV3 también es la única televisión pública obligada, por sentencia, a emitir el llamado Espai compensato­ri, que obtuvo índice de audiencia sintomátic­os. Alguna vez he reclamado que, para ampliar la base de la pluralidad en la opinión y la representa­tividad social, política

Los lazos que recibieron a Albert Rivera tenían proporcion­es vascas

y cultural, TV3 debería producir un programa llamado Gente que nunca sale en TV3. También se podría llamar Espacio compensato­rio, que incluye una triple carga de ironía punk.

Más ironía punk: los lazos amarillos de proporcion­es vascas que recibieron a Albert Rivera en Errenteria. “Es la internacio­nalización del conflicto”, me comenta un periodista que sale bastante en TV3 pero nunca en TVE (que también debería plantearse algún espacio compensato­rio). No lo escucho porque llevo unos días abducido por las crónicas periodísti­cas fiables que explican la vida de Julian Assange en la embajada ecuatorian­a de Londres. El que fue pieza clave de la internacio­nalización del conflicto catalán y paladín de la defensa de los derechos civiles mundiales contra el totalitari­smo de la seguridad escribía mensajes subversivo­s en las paredes con excremento­s. Digo yo que lo haría con sus propios excremento­s y que no se aprovechar­ía de la mierda de los demás.

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