La Vanguardia

Lo que ha cambiado

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Pertenezco a la generación posfranqui­sta, aquella que empezó a saborear las libertades más básicas que habían quedado olvidadas en épocas de nuestros padres y que nos dejaban un camino ancho donde cabían todas las ideas y los políticos hacían política. Aun viniendo de ámbitos distintos y clases sociales diferentes, a pesar de sus diferencia­s ideológica­s, se respetaban. Se elaboraban acuerdos, hablaban con uso de razón, escuchaban, eran personas ilustradas, educadas y respetuosa­s. Ahora se nos pasan las ganas de votar, porque todo son reproches, insultos, malas palabras. Es una guerra dialéctica cansina, donde los programas de los partidos se diluyen entre tanta agresivida­d. ¿Ese es el ejemplo que dan a los ciudadanos? Votamos para que nos represente­n, para que defiendan ideas e ideales, para que lleguen a acuerdos que nos beneficien a unos y a otros. Creo que hemos olvidado la raíz de la palabra política, para utilizarla como abuso de poder.

Señores políticos, dejen de mirarse el ombligo, de argumentar con fallos del contrincan­te y apliquen las normas básicas de diálogo y educación que no están reñidas con el éxito y el triunfo. PATRICIA DE VILLMAORE Gavà

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