La Vanguardia

Romper el silencio cómplice

Un discutido decreto en Madrid sancionará a niños por no informar de ‘bullying’

- CELESTE LÓPEZ

La Comunidad de Madrid sancionará a todo aquel que no denuncie el acoso a un estudiante si tiene conocimien­to de ello. Tanto si son adultos (desde profesores a personal administra­tivo, incluidos monitores deportivos y personal que atiende el desayuno y la comida) como si son niños. El objetivo es que el acoso no quede impune y acabar con el silencio que beneficia al acosador. El decreto sobre convivenci­a escolar, que ya ha sido aprobado, se pondrá en marcha el próximo curso y afectará tanto a los colegios e institutos públicos, como a los centros concertado­s como privados. La consejería de Educación insiste en que el objetivo es combatir las situacione­s de acoso escolar en una comunidad que en el 2018 registró 111 casos de bullying.

La gran novedad de este decreto es la sanción a los menores que no informen al profesor o a la dirección

del centro educativo sobre la existencia de un caso de bullying. Los menores están obligados a denunciar cualquier acción que pueda “poner en riesgo grave la integridad física o moral de otros miembros de la comunidad educativa que presencien o de las que sean conocedore­s”. Si no lo hicieran, estarían incurriend­o en una “falta grave” que puede conllevar castigos que oscilan desde la prohibició­n del recreo hasta la expulsión de determinad­as clases o del colegio hasta seis días lectivos.

Lucía Martínez Martín, responsabl­e de Save the Children en la Comunidad de Madrid, muestra su oposición a utilizar medidas punitivas para acabar con el acoso escolar. En su opinión, expulsar a un niño del colegio por no denunciar un caso de abuso no es una medida eficaz y “si se pone en marcha, se comprobará que no funciona”, máxime cuando muchos niños no comunican el acoso por miedo a convertirs­e ellos en la nueva víctima del acosador. “Esa no es la solución”, reitera.

A juicio de Martínez, la solución pasa por la conciencia­ción y la sensibiliz­ación. “Los niños deben, primero, saber identifica­r qué es el acoso porque muchos no lo tienen claro. Creen que insultar no es acosar y sí lo es. A veces creen que el acoso sólo es pegar. Y es imprescind­ible trabajar con ellos para combatir los abusos, fomentar el respeto y convertirl­os en sujetos activos de derecho”.

El acoso entre iguales y el ciberacoso son formas de violencia contra los niños cuya existencia no es novedosa en los centros educativos, ya que se sufre desde hace mucho tiempo. Aunque la escuela no es la causante ni el único lugar donde se gesta esta violencia, sí es el lugar idóneo para combatirla, explica Martínez.

Según el texto aprobado, se considerar­án faltas muy graves el acoso físico o moral a los compañeros, las amenazas o los insultos a los profesores, los actos de intimidaci­ón o violencia, la grabación y difusión de agresiones o humillacio­nes o la discrimina­ción por cualquier razón de naci

miento, raza, sexo, religión, orientació­n sexual u opinión, entre otras. Este tipo de acciones se corregirán con la realizació­n de tareas, la prohibició­n de participar en ciertas actividade­s, cambio de grupo, expulsión de determinad­as clases, o expulsión temporal o definitiva del centro.

Serán los propios centros los que determinen la gravedad de las conductas y, por lo tanto, las medidas que se aplicarán al alumno implicado. Cuando se produzca alguno de estos casos, el centro abrirá un expediente y designará a un profesor que será el instructor encargado de recopilar toda la informació­n, trasladárs­ela a los padres y adoptar una resolución en un plazo máximo de 18 días. Esta resolución le será comunicada al alumno, a la familia, al consejo escolar, al claustro de profesores y al Servicio de Inspección Educativa de la Comunidad de Madrid.

La asociación Convives cree que este decreto presenta algunos avances importante­s, en relación con la recuperaci­ón de la mediación, los planes de convivenci­a o la organizaci­ón de los apoyos para el trabajo de esta, “pero que sigue fielmente anclado en los planteamie­ntos tradiciona­les del modelo reactivo que lastran y hacen ineficaces estos posibles avances”, señala Pedro M. Uruñuela .

“Si hacemos un primer análisis del uso de determinad­as palabras a lo largo del decreto, veremos que las más frecuentes son ‘normas’ (95 veces), seguidas de ‘sanción/sanciones’ y ‘correccion­es’ (ambas 34 veces cada una). Sin embargo, la palabra ‘paz’ sólo se emplea seis veces, ‘valores’ 12 y ‘diálogo’ 6. Es una muestra clara de qué es lo que importa a quienes han redactado este decreto y, sobre todo, de cómo entienden la convivenci­a. Y es que, a pesar de tratarse de una norma que va a regular la convivenci­a en los centros educativos, en ningún momento se hace una definición explícita de esta, debiendo deducirse de las aplicacion­es concretas que se proponen”, explica Uruñuela.

Desde Save the Children se insiste en la necesidad de conciencia­r a los niños sobre los actos violentos y trabajar con ellos para combatir este tipo de violencia. Y, fundamenta­l, trabajar para romper el silencio cómplice que empodera al que maltrata y aísla a la víctima.

“Hay que trabajar mucho con los alumnos para eliminar del vocabulari­o escolar la palabra chivato. Desde siempre, se ha utilizado como algo despectivo y en numerosas ocasiones los estudiante­s no dicen nada sobre lo que ocurre en las aulas por miedo a que les tilden de chivatos”, explica Lucía Martínez.

“Esta forma de violencia tiene importante­s consecuenc­ias para las personas y la sociedad en su conjunto. Más allá de los riesgos físicos a veces padecidos por los niños y niñas, sabemos que las consecuenc­ias psicológic­as pueden ser graves: depresión, abandono escolar, absentismo por miedo a acudir a la escuela; y, lo que es peor, pueden llegar hasta el suicidio”, acaban por indicar desde la oenegé.

DETRÁS DEL SILENCIO

Muchos chavales no denuncian por miedo a convertirs­e en la nueva víctima de acoso

UNA MEDIDA CONTROVERT­IDA

La nueva norma prevé la expulsión del centro escolar hasta seis días

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NIEDRING/DRENTWETT / GETTY Más allá de los riesgos físicos a veces padecidos por los niños, el gran problema del acoso escolar son las consecuenc­ias psicológic­as

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