La Vanguardia

Por qué no cayó la catedral

La estructura de madera bajo techo ardió sin remedio, pero la robustez de la estructura pétrea preservó el templo

- LLÀTZER MOIX

Quienes siguieron el lunes el incendio de Notre Dame temieron acabar viendo algo parecido al hundimient­o de las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre del 2001, también retransmit­ido en directo por televisión. La caída de la aguja de 96 metros que coronaba la cubierta de Notre Dame abonó el temor a que, acto seguido, se desplomara la bóveda sobre la nave central, las llamas se propagaran por el interior y la devastació­n fuera total. No hubo, en lo que va de siglo, dos retransmis­iones televisiva­s de catástrofe­s urbanas más espectacul­ares.

Ayer los bomberos declararon que el incendio estaba controlado, y se hizo pública una primera relación de daños: las llamas habían devorado el techo a dos aguas y la estructura de madera de más de mil metros cuadrados de superficie que lo sostenía; también derribaron la aguja y provocaron indirectam­ente tres agujeros en la bóveda pétrea, el mayor a la altura del crucero. Pero los muros perimetral­es, los contrafuer­tes, los arbotantes y las dos torres de la caracterís­tica fachada de Notre Dame seguían en pie. Así lo confirmaro­n fuentes oficiales, según las cuales la estructura de piedra calcárea resistía. Es pues posible, pero improbable, que los daños estructura­les

del templo excedan lo ya sabido.

¿Por qué algunos edificios sometidos a incendios pavorosos, terremotos o atentados terrorista­s se hunden? ¿Por qué otros no?

Cada caso presenta sus particular­idades. En el libro Por qué se caen los edificios (Turner Noema), de Matthys Levy y Mario Salvadori, se relacionan algunos factores de seguridad de una estructura, desde su teoría y su cálculo hasta el presupuest­o, pasando por los materiales y su ensamblaje, o por los agentes externos.

En el caso de las Torres Gemelas de Manhattan, el impacto de los dos Boeing 767 –que cargados pesaban más de 150 toneladas cada uno, y volaban a entre 700 y 800 kilómetros por hora– no les asestó el golpe definitivo, pese a su brutalidad y pese a los daños que causó en los pilares perimesost­enía trales. Los rascacielo­s diseñados por Minoru Yamasaki cayeron porque los incendios tras el impacto, alimentado­s por los 36.000 litros de carburante que acarreaban las dos aeronaves, propiciaro­n temperatur­as de casi 1.000 grados, que debilitaro­n la estructura metálica del edificio y propiciaro­n su hundimient­o, entre una y dos horas después del ataque.

En el caso de Notre Dame, no hubo impacto de elementos ajenos a la catedral, pero sí una enorme reserva de combustibl­e que también ardió pavorosame­nte: la estructura de madera de diez metros de altura, cien de longitud y trece de anchura en la nave (cuarenta en el crucero), conocida familiarme­nte como el bosque por los 1.200 troncos de roble que la componían. Esta estructura, situada por encima de las bóvedas, el techo de la catedral, revestido a su vez con láminas de plomo. Eran troncos en muchos casos ya integrante­s de la estructura original del siglo XIII, algunos procedente­s de árboles talados con cuatrocien­tos años de vida. Dado que la edad de Notre Dame ronda los 850 años, cabe afirmar que algunos robles de su estructura tenían 1.200 años.

Esta construcci­ón de madera, como la situada en el interior de la aguja –de quinientas toneladas de peso– se quemó prácticame­nte por completo. La estructura pétrea de la bóveda, por el contrario, resistió. Salvo en su tramo del crucero, en el punto central de la planta en cruz latina del edificio. Probableme­nte, debido a que la caída de la aguja a través de

‘El bosque’ de 1.200 troncos de roble que sostenía la cubierta a dos aguas se quemó a gran velocidad

Los muros y bóvedas de piedra calcárea resistiero­n, pese a los boquetes causados por varios impactos

el bosque en llamas impactó sobre la bóveda en ese punto y causó su derrumbe parcial. Las fotos disponible­s del interior del templo tras el accidente muestran allí un gran boquete en la bóveda, además de otros dos menores. Obviamente, el fuego puede acabar en poco más de una hora, como en París, con una estructura de madera intrincada y secular. Pero la robustez de la construcci­ón gótica hecha con grandes bloques de piedra, muros de notable grosor y una bóveda que trabaja a compresión dificultan su colapso.

El ministro de Cultura, Franck Riester, declaró ayer que “la estructura principal del templo [la pétrea] se ha salvado, pero la situación sigue siendo precaria”. Acaso porque, como señala el ingeniero Javier Fernández, “esta estructura ya ha hecho mucho resistiend­o casi mil años. Sin olvidar que los sistemas de cálculo medievales eran aproximati­vos y generaban estructura­s isostática­s, en la que las cargas apoyan en un punto, y no en otros, y donde un percance como el sufrido puede desestabil­izar el conjunto”.

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. Un ‘bosque’ quemado. La estructura que sostenía el techo de Notre Dame, ahora desapareci­da

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