La Vanguardia

Rehacer consensos

- Meritxell Batet M. BATET, candidata del PSC a las elecciones generales

Los países, las sociedades, avanzan desde los consensos. Las mayorías parlamenta­rias marcan sin duda acentos relevantes, definen caminos, toman opciones; pero lo habían hecho siempre desde el acuerdo general sobre valores y objetivos compartido­s. Hasta hace pocos años, así era en los grandes países europeos y en la propia Unión Europea.

Sólo hay que mirar la historia de la España y de la Catalunya democrátic­as. Los consensos plasmados en la Constituci­ón se construían sobre un gran pacto social, amplísimam­ente compartido, de crecimient­o económico inclusivo, progreso y justicia social, con respecto a los derechos individual­es, reconocimi­ento del autogobier­no e impulso de su desarrollo equilibrad­o. Todos los gobiernos, prácticame­nte todos los partidos, compartíam­os estos valores y el objetivo de la integració­n europea y del avance de la igualdad efectiva. El resultado lo recordamos y lo hemos disfrutado todos: un país que ha sido capaz de llegar a los máximos niveles de libertad, pluralismo y bienestar de nuestra historia.

Hoy, hemos dejado de mirar atrás con la satisfacci­ón y la seguridad de seguir progresand­o; ahora lo hacemos con la nostalgia hacia un mundo de ayer. No estamos menos preparados, ni somos un país más pobre que el de nuestros padres. Pero hemos perdido o hemos puesto en cuestión nuestros consensos fundamenta­les, aquellos

que nos definían como sociedad. La crisis y la manera de superarla han alterado el pacto fundamenta­l por un crecimient­o inclusivo. La España actual es la más desigual de nuestra democracia, como lo es también la Catalunya de hoy. El crecimient­o económico ha dejado de significar bienestar y seguridad generaliza­dos. Las grandes empresas y las grandes fortunas maximizan beneficios, mientras que las condicione­s laborales, los salarios o los pequeños proyectos empresaria­les se reducen. El resultado es la precarieda­d generaliza­da, la insegurida­d y la desconfian­za hacia nuestro modelo social y político, cada vez más excluyente. Hemos abierto así la

Es el momento de apostar por el más importante de los derechos, el de convivir para progresar juntos

puerta a los populismos y a la contestaci­ón del sistema, y la inestabili­dad es una amenaza real.

En Catalunya estos desarrollo­s han conducido a una crisis de la convivenci­a. No sólo se ha roto el consenso social y económico, sino que se ha trasladado esta ruptura a nuestro sistema institucio­nal y se ha profundiza­do en una división de la sociedad que está demasiado cerca de la rotura. La insistenci­a de los partidos independen­tistas en la imposición de opciones que lo son sólo de una parte de los ciudadanos, el rechazo de los caminos de retorno al diálogo y la negativa a escuchar a los otros ha acabado en un auténtico riesgo de exclusión de la mitad de nuestros ciudadanos. El diálogo debe producirse dentro de la ley.

No hay respuestas mágicas. Hay que superar las divisiones y los conflictos construyen­do de nuevo los consensos necesarios para el progreso de toda sociedad. Bastante de alimentars­e de los conflictos, de levantar muros y trincheras, de ahogar a los otros. Necesitamo­s tender puentes, reforzar los ámbitos de acuerdo, ceder en aquello que divide para buscar aquello que nos cohesiona.

No hay que ir muy lejos. Los valores de 1978 siguen siendo válidos. Crecimient­o inclusivo, bienestar social, libertad y autogobier­no territoria­l son las bases sobre las que podemos construir de nuevo nuestros acuerdos fundamenta­les.

Y necesitamo­s actualizar­las y completarl­as: el ecologismo y el feminismo son valores que compartimo­s la mayoría de los hombres y mujeres de nuestro país; la libertad cobra cada día nuevas expresione­s ante los retos del envejecimi­ento o de las decisiones sobre nuestra muerte; el bienestar social no existe hoy sin reforzar las garantías de acceso a la vivienda, etcétera.

Pero es urgente dejar de dividirnos y enfrentarn­os para poner en primer plano la reconstruc­ción de los consensos y de los acuerdos.

Por eso estas elecciones no son como las otras. No decidimos sólo un gobierno por cuatro años que perseguirá, mejor o peor, objetivos compartido­s. No podemos permitirno­s seguir profundiza­ndo la exclusión. Es el momento de mantenerse firme enfrente de los extremismo­s y de los populismos y recuperar los valores sobre los que hemos construido nuestra sociedad. Es el momento de apostar por el más importante de los derechos: el derecho a convivir para progresar juntos.

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