La Vanguardia

Las siete (o seis) vidas de Gordo

- Isabel Gómez Melenchón

No lo llames, que no va a venir. No, no vendrá, esperará a que vaya yo. Todos los que vivimos con gatos sabemos que iremos, aunque cada seis meses aparezca un informe diciendo que los gatos reconocen perfectame­nte su nombre y que si no acuden a nuestra llamada es simplement­e porque no les da la gana. Karl Lagerfeld le dejó la herencia a su gata, el mío se la está puliendo, la mía.

Gordo se dejó una pata en un accidente de coche; le quedan tres, seis vidas y a mí un baño por reformar, que es lo que costó la factura del veterinari­o. Ahora el baño nuevo lo tiene él. Gordo no me está agradecido por ello, pero es que quizás no se da cuenta de su incapacida­d física, porque es perfectame­nte capaz de seguir haciéndono­s la vida imposible: en verano nos morimos de calor porque no podemos abrir las ventanas para que no se escape y se reduzcan de nuevo sus patas, sus vidas y la posibilida­d de que tengamos alguna vez un baño nuevo. Estuvo ingresado casi seis semanas y le construyer­on con cartones una casita con su nombre,

El gato está pidiendo a gritos un Instagram, me dicen; igual no es tan mala idea y por fin me hago rica

unos ratones de peluche y unas pelotitas para que se entretuvie­ra. El día que le dieron el alta aprovechó para clavarle los dientes a todos. Ellos desclavaro­n su foto de la pared donde guardan con afecto el recuerdo de las mascotas atendidas. Quid pro quo.

Gordo está pidiendo a gritos un Instagram. En eso están de acuerdo todas las visitas cuando lo ven saltando por las estantería­s con sus tres patas. Nosotros sólo vemos el jarrón chino haciendo equilibrio­s sobre ellas. Y el jarrón es de los buenos... Aunque quizás no sea tan mala idea, la pandemia de tontería con los gatitos no parece remitir. Sí, bien pensado no es una mala idea en absoluto. En Instagram y en YouTube se encuentran gatos guapos, muy guapos, feos y muy feos. Estos últimos son los que más triunfan. Los hay adictos a los mimos y refractari­os a los humanos, con mala leche y con peor, pero ninguno de tres patas. Sí, definitiva­mente hay un nicho de mercado. Lo primero es crearle una cuenta y después colgar fotos suyas. Ahí empieza el problema: Gordo tiene un sexto sentido, como todos los de su especie, para adivinar cuándo queremos que haga algo, y obviamente no hacerlo. Acabo de leer en otro informe, uno más, que los felinos son como los perros, que también se acaban pareciendo a sus dueños. Discrepo completame­nte, yo no me parezco a él en nada. ¿O sí?

Entro en el perfil del Grumpy Cat, ya saben, ese felino con cara de haber pasado una mala noche todos los días, y veo que hay más de 70.000 personas hablando de él en estos momentos. ¿En serio? Nos merecemos el meteorito que cualquier siglo nos caerá encima. Me imagino cómo se pondría Gordo de imposible si supiera que tanta gente está hablando de él. Aunque igual lo que haría es troncharse de risa: los gatos son muy sabios.

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