El lado duro del virus
El sarampión es, afortunadamente y para la mayoría de personas que lo sufren, una enfermedad benigna y autolimitada: fiebre alta, las manchas en la piel, tos y mocos unos días.
Sin embargo, tiene siempre una cara poco amable. Las cifras son las que son: por cada 1.000 personas con sarampión, 150 presentarán complicaciones, 120 serán hospitalizadas y 50 sufrirán una neumonía (la complicación más frecuente).
Además, el virus del sarampión puede infectar el sistema nervioso central: por cada 1.000 casos, entre 1 y 3 presentaran una encefalitis aguda (complicación mortal en un 15% de casos y con daños neurológicos permanentes en un 25%) y 1 presentará una forma más rara de encefalitis postinfecciosa. Una complicación si cabe aún más terrible es la denominada panencefalitis esclerosante subaguda, que aparece años después de haber sufrido el sarampión en 1 de cada 25.000 casos, y que produce un deterioro neurológico progresivo e irreversible.
Finalmente, la tasa de mortalidad asociada al sarampión es de 1 muerto por cada 1.000 casos (72 muertes por sarampión en Europa el año pasado, miles de muertos en todo el mundo cada año).
Recordemos que detrás de todos y cada uno de estos números hay una persona con nombre, apellidos y familia, que puede ser nuestro hijo o hija, o la de nuestros vecinos y amigos. Vacunarse es la mejor forma de protegernos, individual y colectivamente.