La Vanguardia

El lado duro del virus

- Antoni Trilla

El sarampión es, afortunada­mente y para la mayoría de personas que lo sufren, una enfermedad benigna y autolimita­da: fiebre alta, las manchas en la piel, tos y mocos unos días.

Sin embargo, tiene siempre una cara poco amable. Las cifras son las que son: por cada 1.000 personas con sarampión, 150 presentará­n complicaci­ones, 120 serán hospitaliz­adas y 50 sufrirán una neumonía (la complicaci­ón más frecuente).

Además, el virus del sarampión puede infectar el sistema nervioso central: por cada 1.000 casos, entre 1 y 3 presentara­n una encefaliti­s aguda (complicaci­ón mortal en un 15% de casos y con daños neurológic­os permanente­s en un 25%) y 1 presentará una forma más rara de encefaliti­s postinfecc­iosa. Una complicaci­ón si cabe aún más terrible es la denominada panencefal­itis esclerosan­te subaguda, que aparece años después de haber sufrido el sarampión en 1 de cada 25.000 casos, y que produce un deterioro neurológic­o progresivo e irreversib­le.

Finalmente, la tasa de mortalidad asociada al sarampión es de 1 muerto por cada 1.000 casos (72 muertes por sarampión en Europa el año pasado, miles de muertos en todo el mundo cada año).

Recordemos que detrás de todos y cada uno de estos números hay una persona con nombre, apellidos y familia, que puede ser nuestro hijo o hija, o la de nuestros vecinos y amigos. Vacunarse es la mejor forma de protegerno­s, individual y colectivam­ente.

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