La Vanguardia

Cuando la madre es un gran personaje

Ada Castells publica ‘Madre’, una novela llena de verdad, que la autora necesitaba escribir

- MAGÍ CAMPS

Dicen que madre sólo hay una. A Ada Castells (Barcelona, 1968) también se lo decían en la escuela. Es evidente que es así, pero madres como la de la escritora hay pocas y se convierten en un personaje por ellas mismas. “Tener una joya así en la familia y desperdici­arla como escritora es estar como una cabra”, confiesa la autora, que a menudo hace aparecer a su madre en los artículos periodísti­cos y en libros anteriores. Fruto de esta especial relación materno-filial nace Mare (La Campana), una novela que está llena de verdad. Castells también hace cursos de escritura creativa, entre otros sitios en La Vanguardia.

De entrada, sorprende que detrás de este título de connotacio­nes azucaradas aparezca un personaje como el de Raquel. “Quería añadir un adjetivo, como ‘Madre muerta’, pero la editora me dijo que Raquel era una mujer llena de vitalidad, y al final lo dejamos así”. En cambio, para compensar esa falta de adjetivaci­ón en el título, en la portada aparece una oca que complement­a el sustantivo pelado.

“Las ocas son agresivas y al mismo tiempo tienen un caminar ridículo. En algunos sitios las ponen a vigilar la casa. Y esa madre era como una oca”, dice la escritora, mientras el personaje de Sara, que es la narradora de esta historia, la describe así: “Yo todavía era demasiado pequeña para darme cuenta de que mi madre era una oca: sí, es altiva, sí, con mal genio, sí divertida, pero cuando menos te lo podías esperar”.

Ada Castells no se esconde: “La

madre real está muy presente y es un libro hecho con la intención de reconcilia­rme con ella. Hay muchas experienci­as que se alejan de la visión azucarada; experienci­as extremas que son difíciles de digerir, como la mía. Creo que estas relaciones siempre son conflictiv­as porque idealizamo­s a las madres, porque queremos que no sean personas, sino que sean madres y que estén sólo por ti, para cuidarte y defenderte del mundo”.

La escritora escribe el libro en un momento que es hija y madre y se encuentra con una madre “antimodelo”. “Tienes que reconcilia­rte con ese personaje para poder salir adelante de un modo más sano. Es un momento catártico, sí o sí”. Pero no deja de ser una novela: “Es un libro que yo tenía que hacer, pero a la realidad, con una base muy autobiográ­fica, se le añade la ficción con todos sus mecanismos”.

El objetivo no es justificar­se ante su hija, sino hacer entender que “todos somos personas, que no somos perfectas, y que las madres, antes que madres, son personas; esa es la voluntad del libro”. Y añade: “También está bien ir por la vida sin juzgar constantem­ente a los demás, aceptando esas imperfecci­ones, porque intentar entenderla­s también es progresar uno mismo”. Pero reconoce que sí, que su madre era un personaje muy literario: “El personaje de mi madre es material buenísimo, y no está muy exagerada en el libro”.

“Es un libro que he escrito a una edad en que ya hemos aprendido a no traumatiza­rnos tanto, con la piel más curtida, buscando más la comprensió­n. También era imprescind­ible que yo fuera madre, cuando ves que es imposible hacerlo bien, y eso te ayuda a entender más el proceso que viví”, añade.

Las hermanas también tienen su protagonis­mo: “Lo leyeron antes y las dos me dijeron que Raquel era mi madre, pero no era la suya. Los hermanos pueden haber vivido una misma escena y uno la recuerda de un modo traumático y el otro ni se acuerda. Depende de si eres el mayor o el pequeño, y estás protegido por los mayores”.

“Idealizamo­s a las madres porque queremos que no sean personas, sino que estén sólo por ti”

La narradora confiesa que las hermanas la protegían de la madre, pero que a ella algunas cosas le gustaban, como los vestidos que copiaba de las bodas de las infantas, y por eso mantenía “una equidistan­cia”. Le gustaba jugar con la Nancy, aunque las hermanas le decían que eso era sexista: “Si dividimos el mundo entre buenos y malos, vamos directamen­te al conflicto”.

Castells también habla del hecho de pertenecer a una familia protestant­e: “Marca y me ha constituid­o como escritora porque me da un margen para mirarme las cosas un poco desde fuera. Tenemos muy incorporad­o, a fuerza de leer mucho la Biblia, que todo se tiene que cuestionar, y eso te da una mirada crítica de las cosas”. En cambio, la madre de la novela es más mundana, no es muy calvinista. “He llegado a la conclusión que nos amaba, pero que no sabía cómo hacerlo”, resume.

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FRANK GERBEAU Ada Castells publica Mare, una madre ficticia que tiene muy en común con la suya

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