La Vanguardia

El traductor de Kubrick

- Jordi Balló

Cómo se penetra en el alma de los artistas secretos? Con los creadores que mantienen una actitud reservada y minuciosa se suele crear un aura de inviolabil­idad que hace que la gente les mire a distancia, como una forma de respetar su silencio. El grupo de colaborado­res más cercanos al creador acepta este rol de contribuir a una cierta protección, y no suele ser una fuente para desvelar los procedimie­ntos de trabajo ni la cotidianid­ad de sus decisiones. En estos casos, tal vez la mejor manera de entrar es a través de algún testimonio con funciones que podrían parecer secundaria­s. Uno de ellos es la transmisió­n educativa: hace unas pocas semanas se pudieron escuchar en Barcelona parte de las 90 horas de las grabacione­s sonoras de Andréi Tarvkovski en varias escuelas de cine, recogidas por su colaborado­ra Masha Chugunova. El hecho de que se trate de su voz y no de su imagen, y la precarieda­d del dispositiv­o, permite dar a estas reflexione­s dirigidas a estudiante­s y cineastas una dimensión reveladora.

Una sensación similar se experiment­a con el testimonio de Vicente Molina Foix en su libro

Kubrick en casa, que acaba de publicar Nuevos Cuadernos Anagrama. En el libro, Molina Foix transcribe los diversos contactos que mantuvo con Kubrick y su entorno, como consecuenc­ia del encargo de ser el traductor de sus filmes, para los doblajes y los subtitulad­os en castellano, desde A Clockwork Orange hasta Eyes Wide Shut. En todas las idas y venidas en la casa de Kubrick para ir tratando cuestiones de detalle sobre cada uno de los filmes, Molina Foix encuentra el estilo literario para ir construyen­do este desvelar desde la distancia, casi como si fuera un reencuentr­o odiseico, cuando aparecen primero mediadores de su entorno más inmediato, el productor y cuñado, Jan Harlan, su omnipresen­te ayudante Leon Vitali, hasta que la presencia se Kubrick se manifiesta por primera vez el día que Molina Foix está visionando una copia de trabajo de The Shining .

Todo el libro es una posibilida­d de acceder a procesos creativos de Kubrick, a sus dudas y a sus conviccion­es, desde el perfeccion­ismo sobre las diferentes versiones de cada uno de sus filmes. Es muy interesant­e también conocer los gustos cinematogr­áficos de Kubrick transmitid­os al autor del libro. Como descubre a Carlos Saura a través de Peppermint Frappé, que haría que Saura acabara siendo el director de doblaje de gran parte de los filmes de Kubrick, antes de pasar el testigo a Mario Camus. O la admiración que Kubrick sentía por Victor Erice y El espíritu de la colmena, un autor tan minucioso y secreto como él mismo.

Molina Foix explica que esta experienci­a le llevó a traducir guiones de otros cineastas, entre ellos el de Au hazard Baltashar de Robert Bresson. Esto me hace recordar que de aquel film de 1966 surgió el libro La joven, escrito muy posteriorm­ente por su protagonis­ta, Anne Wiazemsky, una gran obra que confirma como desde el sesgo de un testimonio se puede llegar al claroscuro de un artista esencial.

Con los creadores que mantienen una actitud reservada se suele crear un aura de inviolabil­idad

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