Diabólicos
Messi rompe su mal fario en cuartos y De Gea queda retratado para siempre
Quiere que sea su Champions. La desea con locura. La siente como propia. Palpita por levantarla en el Metropolitano. Lo verbalizó y lo está demostrando. Por eso se lanzó como un poseso a por la pelota tras una presión de Rakitic. La hizo suya, le tiró un túnel impresionante a Fred y trazó su trayectoria habitual en la frontal del área. Porque si la banda de Alba podrían bautizarla con su nombre, ese transitar de Messi de derecha a izquierda buscando cuando armar el pie es una especie de paseo de la fama. En todo caso es un paseo de la gloria para el Barcelona, o como se leía en una pancarta en el fondo norte: walking to glory.
Leo halló el hueco para disparar y enroscó su remate de forma maravillosa. Un chut para paladearlo repetido a cámara lenta pero que nunca tendrá el sabor tan auténtico de verlo en directo a una velocidad diabólica, controlada y precisa. No pudo hacer nada De Gea, al que luego le vendría lo peor porque cometería un fallo garrafal en el segundo tanto de la noche. Un error para la posteridad en el que se le aparecieron todos su demonios, los que le acompañan en la selección española.
Messi celebró el primero a lo grande mientras el Camp Nou, repleto, coreaba su apellido a pleno pulmón. No era para menos. Rompía un mal fario increíble. “Es una buena noticia. Quiere decir que mañana está más cerca de marcar”. Así contestó Ernesto Valverde cuando le recordaron en la víspera del partido que Messi acumulaba 12 partidos de cuartos de final de la Champions sin marcar. Una anomalía difícil de creer teniendo en cuenta las demoledoras cifras realizadoras del argentino. Pero era verdad. Desde el 2013, cuando había visto puerta en el Parque de los Príncipes, que el rosarino no marcaba en un cruce
de cuartos. Leo tenía esa espina clavada y se la quitó para decirle al mundo de cuando él mete gol es una garantía absoluta de éxito. Porque cuando Messi rompe la red el Barça siempre pasa las eliminatorias europeas. Ayer volvió a ocurrir porque, además, Lionel propinó el segundo golpe encima de la mesa. Esta vez con la derecha. El remate no tenía mordiente pero De Gea se lanzó tarde y mal y el balón le pasó por debajo del sobaco. La imagen recordó a la famosa de la final de la Eurocopa de 1984 cuando Arkonada no pudo atrapar un lanzamiento flojo de Platini. La pelota entró mansa, mientras el guardameta juraba en arameo.
Era sólo la segunda presencia de De Gea en el Camp Nou tras jugar una vez con el Atlético y en ese momento había recibido cinco goles en este estadio, todos de Messi. El público barcelonista se dejó llevar y empezó la fiesta. El 10 del Barça llegaba a los 10 goles en esta Champions y el número 1 De Gea quería que se le tragara la tierra.
Tras el descanso el portero del United fue recibido con gritos de “De Gea, De Gea”, y también “De Gea, selección” por parte del espacio de animación barcelonista. Se giró hacia el público el guardameta y le hizo un gesto como diciendo que siguieran. “Qué malo eres, qué malo eres”, contestó buena parte de la parroquia, contagiada por los más jóvenes. Pronto entonaron el “déjate otro, déjate otro”. Su noche resultó de pesadilla pues luego su vuelo ante el cacao de Coutinho resultó infructuoso. Y a punto estuvo de recibir otro tanto, de chilena, de Messi. El respetable volvió a corear a su genio. El auténtico diablo para el United fue Leo.
ESTRELLADO Y ESTRELLA “Déjate otro, De Gea déjate otro”, se ensañó el Camp Nou, que coreó con reiteración a Messi