La Vanguardia

Degenerado Nolde

Una muestra en Berlín desmonta el mito de Emil Nolde y Merkel descuelga sus cuadros

- JUSTO BARRANCO

Una muestra en Berlín desmonta el mito de Emil Nolde, y Merkel descuelga sus cuadros. El artista, que quería la desjudific­ación de Alemania, quiso recibir el reconocimi­ento del régimen nazi, pero a Adolf Hitler no le gustaba su obra.

Era un mito. Ahora es un mito caído. O, por lo menos, descolgado. Angela Merkel ha devuelto a la Fundación del Patrimonio Cultural Prusiano los dos cuadros del gran pintor expresioni­sta Emil Nolde que decoraban la Cancillerí­a. Y no regresarán. Uno de ellos se lo habían solicitado para cerrar la gran exposición de Nolde que presenta hasta el 15 de septiembre la Hamburger Bahnhof de Berlín, el gran museo de arte contemporá­neo de la capital. Pero en la Cancillerí­a han descolgado los dos. Sin retorno. Y es que la muestra de la Hamburger Bahnhof, titulada Emil Nolde. Una leyenda alemana. El artista durante el régimen nazi,

descubre al gran público que Nolde, la cara más visible de lo que los nazis vituperaro­n como arte degenerado,

era a su vez un antisemita pertinaz y un militante nacionalso­cialista de manual. Y lo fue hasta casi el suicidio de Hitler en el búnker. Sin embargo, supo construir su mito, destrucció­n de documentos incluida, y pasó a la posguerra como un mártir represalia­do. Un resistente artístico que se dedicaba a pintar en secreto cientos de pequeños cuadros en los últimos años de la guerra.

Un relato convenient­emente redecorado de lo que ocurrió: Nolde quiso ser un gran artista del régimen, pero en el nazismo había visiones radicalmen­te contrapues­tas sobre su creación. Para unos era el pionero del nuevo arte alemán que iba a sustituir al impresioni­smo francés, el creador de una nueva introspecc­ión incardinad­a en la tradición gótica y nórdica. Pero para los más reaccionar­ios su arte, especialme­nte sus pinturas religiosas, era símbolo de degeneraci­ón. Se acabaron imponiendo estos últimos, pese a lo cual Nolde siempre sería nazi.

Incluso llamaba “guerra de los judíos” a la Segunda Guerra Mundial, y elaboró planes para desjudific­ar Alemania, algo que sabía que no se haría sin “gran dolor”. Junto a su mujer Ada, y pese a los terribles rumores que llegaban de Polonia, tenían un mapa en casa en el que registraba­n los avances de su ejército por Europa. Muchos sabían de sus ideas y, tras el desastre bélico, en

1947 el crítico de arte Adolf Behne le llamó “el degenerado degenerado”. Pero el nuevo país necesitaba mitos. Y él supo convertirs­e en uno. El culmen de la mitificaci­ón fue la novela de Siegfried Lenz Lección de alemán (Impediment­a), en la que el protagonis­ta, un escritor inspirado en Nolde, es símbolo de la resistenci­a de la cultura contra los nazis.

Nolde partía sin duda de una buena base para la leyenda: como recuerda la concurrida muestra berlinesa, fue el artista de quien los nazis más obras se incautaron para la exposición contra el arte degenerado que montaron en Munich en 1937: 1.052. Un matiz: fueron tantas porque durante el propio nazismo un museo de Essen dirigido por un leal al régimen le compró 455 trabajos. El gran políptico de Nolde La vida de Cristo fue una de las estrellas de la muestra contra el arte degenerado, pero Nolde movió hilos con oficiales y consiguió que se lo devolviera­n en 1938. En 1939 ninguna obra suya se mostraba ya en la gira de la exposición degenerada. De hecho, el artista creía que estaba a punto de ser rehabilita­do por Hitler, a quien su arte no le gustaba y al que envió una larga carta en otoño de 1940. No sirvió. En 1941, en plena guerra, se expulsó a Nolde de la Cámara de Bellas Artes del Imperio, lo que impedía que expusiera o vendiera. Aún así, justo hasta ese momento y pese a todo el ruido, Nolde seguía siendo uno de los artistas con más ingresos anuales de Alemania gracias a sus marchantes.

Con toda Europa invadida, Ada Nolde describía en 1942 la contradicc­ión que veía en el ostracismo de su marido: “El más alemán, germánico, el más leal artista, ha sido expulsado. Esto son las gracias a su lucha contra la infiltraci­ón extranjera y los judíos, las gracias por su amor a Alemania. Son las gracias por su militancia en el Partido que, pese a muchos errores, ve como la solución a los problemas de la gente” .

Claro que Ada ya estaba acostumbra­da a defender a su marido desde décadas atrás. El pintor fue transmutan­do su leyenda. Primero, el eterno artista incomprend­ido. Luego, el pionero alemán de la pintura moderna perseguido por los judíos que dominaban el mundo artístico. Muerto Hitler, acabó reinventad­o en un perseguido por los nazis y no por los judíos.

Nacido como Emil Hansen en 1867 cerca de la localidad de Nolde, en el ducado pruso de Schleswig –que más tarde sería dividido entre Alemania y Dinamarca, donde está hoy la localidad natal del pintor–, el creador creció en una familia campesina. Tras trabajar en una fábrica de muebles como dibujante y tallador de madera, acabaría en Berlín, Munich –en cuya academia de arte le rechazaron–, París –donde estudia en la Académie Julian– o Copenhague, donde pinta su primera serie de pinturas religiosas, las que acabarán granjeándo­le fama y polémica. En todo caso, el que esperaba ser reconocido como un nuevo Rembrandt inicialmen­te fue rechazado en casi todas partes, “especialme­nte por la banda de los marchantes de arte”, señalaba Ada.

Un sentimient­o de incomprens­ión que Nolde fusionó con la idea de salvador y de la soledad del elegido en sus grandes pinturas religiosas de 1909, como La última cena, Crucifixió­n o Pentecosté­s. Y este profeta malentendi­do que sentía que creaba un arte a décadas de sus coetáneos vio la confirmaci­ón de su ostracismo cuando el pintor impresioni­sta alemán Max Liebermann,

judío, vetó su Pentecosté­s en la gran exposición de la Secession berlinesa de 1910. Nolde le criticó con una carta abierta tan duramente que fue expulsado de la Secession. Años después el artista recordaría el conflicto como “una revuelta contra el dominio judío en todas las artes”.

De hecho ese encontrona­zo y una crítica berlinesa que veía dominada por los judíos sembraron el camino para su identifica­ción con los nazis, ante los que se presentarí­a como un pionero del arte alemán puro. En 1933, el primer año de Hitler en el poder, llegaría a celebrar como invitado de honor de Himmler los diez años del Golpe de Munich.

Durante el nazismo, y ya consagrado desde años atrás, los jóvenes activistas del arte nazi le expondrían, pero otros le atacarían, y desde 1934 no crearía más pinturas religiosas para no ser objeto de su ira. En cambio acentuaría, como destaca la muestra, su énfasis en lo nórdico y lo germánico, con pinturas de temas de leyendas vikingas. Y con muchas montañas, castillos... y fuegos sacrificia­les, quizá una fascinació­n por el fuego y la destrucció­n de la guerra que vivía. En cuanto a las supuestas pinturas no pintadas, las que supuestame­nte creó en secreto durante la guerra, se trata sólo de acuarelas, de estudios para cuadros a gran tamaño. Pero Nolde supo transforma­rlas en el supuesto proen ducto de la persecució­n. Tras la muerte del pintor en 1956 la Fundación Nolde tuvo un papel prepondera­nte en construir su nueva imagen pública, con versiones de sus memorias que excluían pasajes antisemita­s. Ahora la historia ha dado un giro y es la propia fundación, que desde el 2013 dirige Christian Ring, la que ha impulsado en un giro que pocos países más que Alemania se podía dar, la revisión total de la figura, siendo los estudiosos Aya Soika y Bernhard Fulda –comisarios de la muestra junto a Ring– los que han reescrito la historia del artista con libre acceso a todos sus papeles. Mostrando que fue un genio que, pese a que su arte fue considerad­o degenerado por el régimen de Hitler, siguió siendo un ardiente nazi. Por cierto, Merkel iba a reemplazar los cuadros de Nolde por otros del también expresioni­sta Karl Schmidt-Rottluff (1884-1976). Tras saber de sus declaracio­nes antisemita­s, parece que dejará las paredes en blanco por ahora.

Nolde quiso ser un gran artista del régimen nazi, pero a Hitler no le gustaba su obra

El artista quería la desjudific­ación de Alemania y sabía que no se haría “sin gran dolor”

La nueva República Federal necesitaba mitos y Nolde supo convertirs­e en uno

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TOBIAS SCHWARZ / AFP La muestra recupera esta foto de 1938 de la La vida de Cristo de Nolde en la exposición de arte degenerado
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 ?? KRAUSE, JOHANSEN / HAMBURGER BANHOF ?? Paraíso perdido (1921), una de las poderosas pinturas religiosas de Nolde y que se exhibe ahora en la exposición berlinesa
KRAUSE, JOHANSEN / HAMBURGER BANHOF Paraíso perdido (1921), una de las poderosas pinturas religiosas de Nolde y que se exhibe ahora en la exposición berlinesa

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