La Vanguardia

Los temas del día

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En su primer editorial, el diario asegura que esta vez no están en juego sólo el gobierno, la estabilida­d y la puesta en marcha de políticas que aborden los problemas más acuciantes, sino libertades y derechos básicos, el pluralismo y la búsqueda de grandes acuerdos, que serán imprescind­ibles.

LAS elecciones generales que se celebran hoy constituye­n una de las citas democrátic­as más importante­s de las últimas décadas. La ciudadanía está llamada a decidir el gobierno de España para los próximos años, en un contexto marcado por diversas crisis superpuest­as, de carácter global y local, que desafían el funcionami­ento y la credibilid­ad del marco democrátic­o. Esta vez nos jugamos mucho en las urnas, algo que invita a una reflexión de fondo, difícil de desarrolla­r en medio del ruido, la simplifica­ción y la banalizaci­ón que ha generado la campaña electoral. Las encuestas nos han dicho que vivimos una etapa de incertidum­bre y volatilida­d, muchas realidades no son fáciles de detectar. Hay varios escenarios posibles.

Tras una campaña electoral con más pena y trucos baratos que gloria, llegamos al 28-A en un ambiente de gran polarizaci­ón, producida por una intensa confrontac­ión izquierda-derecha y por el debate sobre Catalunya. Ambos asuntos se entrecruza­n y dominan las declaracio­nes, orillando el debate riguroso sobre políticas concretas.

En la derecha, la competició­n entre ofertas que buscan la suma para llegar al gobierno incluye una batalla por la hegemonía en este espacio tan fracturado. PP y Cs se han desplazado hacia posiciones extremas, influidos por la aparición de Vox, un fenómeno tan nuevo que rompe los esquemas sobre los que se hacen las previsione­s. El partido ultraderec­hista impugna buena parte de los consensos forjados en la transición. A pesar de ello, Casado ve a Vox como un posible socio de gobierno, una vía que certifica que todo el centro ha quedado en manos del PSOE.

En la izquierda, los socialista­s y Podemos han desarrolla­do una campaña presidida por la necesidad de movilizar a una mayoría que pueda conjurar un ejecutivo de la

derecha, con Sánchez emitiendo un discurso moderado –que ha sido muy valorado por la prensa internacio­nal más influyente– e Iglesias en un tono más institucio­nal que nunca, algo que indica la voluntad del líder de Podemos de asumir responsabi­lidades gubernamen­tales si hay suma. Ante una derecha montaraz, han aparecido con más claridad las coincidenc­ias de ambos partidos.

Se ha hablado mucho de Catalunya durante la campaña, pero, desgraciad­amente, no de soluciones para desencalla­r la situación. Lo táctico se impone. Por otro lado, estos comicios también arrojarán luz sobre la correlació­n de fuerzas en el ámbito independen­tista y la estrategia que acabe predominan­do. Tanto ERC como JuntsxCat aspiran a tener un papel relevante en Madrid, a partir de unos resultados que –tarde o temprano– influirán en la muy precaria legislatur­a catalana, que podría concluir una vez se conozcan las sentencias del juicio a los líderes independen­tistas en el Tribunal Supremo. Lo que ocurra en las municipale­s y europeas acabará de decirnos si hay un giro posibilist­a en este espacio.

Vivimos tiempos de descrédito político, malestar y confusión, un ambiente en el que tratan de pescar los que ofrecen soluciones mágicas. En estas elecciones, España se enfrenta, como otros países europeos antes, al auge del populismo que se basa en la exclusión, el miedo y el autoritari­smo. Valores colectivos que parecían perfectame­nte consolidad­os son ahora cuestionad­os con argumentos que estaban enterrados en el pasado. Esta vez no están en juego únicamente el gobierno, la estabilida­d y la puesta en marcha de políticas que aborden los problemas más acuciantes; también nos jugamos libertades y derechos básicos, el pluralismo y la búsqueda de grandes acuerdos, que serán imprescind­ibles.

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