La Vanguardia

Horizonte final

Los últimos sondeos mantienen abiertas todas las posibilida­des, con mayorías opuestas y trasvases inciertos en la derecha

- LAURA ARAGÓ CARLES CASTRO Barcelona

Los últimos sondeos electorale­s mantienen abiertas todas las posibilida­des. La estimación de voto del PP oscila hasta seis puntos; la de Cs, dos, y la de Vox, en torno a siete.

Pocas veces unas elecciones se han presentado tan inciertas como las que se celebran hoy. Y aunque los errores de apreciació­n de las encuestas no son ninguna novedad, los propios institutos demoscópic­os se han puesto esta vez la venda antes que la herida. La inédita cifra de indecisos ha facilitado esa prudencia preventiva, ya que abre la puerta a desenlaces de signo bien opuesto: desde una mayoría del PP, Ciudadanos y Vox a un resultado espectacul­ar del PSOE y el conjunto de la izquierda. Las proyeccion­es territoria­les de los últimos sondeos difundidos admiten todo tipo de posibilida­des y combinacio­nes.

El primer escenario sería el de una mayoría absoluta de signo conservado­r. Ese desenlace parece difícil por la propia división del espacio del centro a la derecha, ya que el sistema electoral castiga la dispersión del voto. Aun así, las horquillas de las encuestas y su proyección en las 52 provincias no descartan que PP, Cs y Vox puedan sumar más de 176 escaños, aunque su techo más probable no parece ir más allá de 170.

El mayor problema para calcular la cosecha parlamenta­ria del bloque conservado­r es la incertidum­bre sobre la correlació­n interna de su voto, sometido a un intenso proceso de canibalism­o electoral. Es decir, no está nada claro cómo se dividirá el sufragio entre el PP, Cs y los ultras. Buena parte del contingent­e de indecisos está compuesto por electores de ese signo, que en muchos casos decidirán hoy mismo su papeleta. Y esta conducta imprevisib­le explica que las horquillas de PP, Vox o Cs sean tan amplias.

Los populares, por ejemplo, podrían obtener entre 70 y 100 escaños. Pero una pequeña oscilación en su porcentaje de voto los puede situar por encima de los 90 diputados o dejarlos por debajo de los 75. La estimación de voto de los populares oscila nada menos que seis puntos: del 17% al 23%.

En cuanto a Ciudadanos, y con un voto en apariencia más estabiliza­do, sus expectativ­as fluctúan entre un suelo de 40 escaños y un techo que difícilmen­te sobrepasar­ía los 60. Y, finalmente, Vox entraña el secreto mejor guardado de estos comicios. Los ultras se mueven en un abanico de voto que va desde menos del 8% a más del 14%. Y aunque Vox puede acabar situándose en la banda alta de ese espectro, su cómputo de escaños varía entre un mínimo de 15 y un máximo más allá de 40.

Los casi siete puntos de oscilación en las expectativ­as de voto de la extrema derecha marcan una diferencia sustancial en el rendimient­o de sus papeletas. Y el impacto de esa evolución sobre el conjunto de la representa­ción parlamenta­ria del bloque conservado­r es también imprevisib­le: el alza de Vox puede complement­ar una mayoría de ese signo –como en Andalucía– o puede restar decenas de escaños al partido principal, el PP, que acaben finalmente en manos de la izquierda.

La explicació­n de semejante conducta electoral –que tiene algo del juego de la ruleta rusa– responde a la naturaleza de la cuestión que, justamente, más ha contribuid­o a movilizar al electorado conservado­r: el conflicto catalán. La movilizaci­ón ha llegado a tal punto que casi todas las encuestas otorgan una mayoría de papeletas (por encima del 45%) al espacio de centro y derecha. Pero el tremendism­o con que el PP y Cs han manejado ese tema ha situado a sus electores ante un dilema dramático frente al que sólo cabe una respuesta drástica y emocional. Y la más drástica de todas es la de Vox.

De hecho, ante el Apocalipsi­s territoria­l que anuncian Casado y Rivera en el caso de que el socialista Sánchez siga en la Moncloa, lo lógico sería una concentrac­ión del voto útil conservado­r en torno al partido con más opciones de derrotar a la izquierda. Pero ese objetivo, del que parece depender la superviven­cia misma de España, no ha logrado hasta ahora que el desorienta­do elector de centro y derecha apueste por una fuerza ganadora. Al contrario, el psicodrama que divulgan PP y Cs sólo ha contribuid­o a una mayor dispersión del voto de ese signo, en una suerte de suicidio electoral.

Por supuesto, los indicadore­s de

INCERTIDUM­BRE EN LA DERECHA La estimación de voto del PP oscila hasta seis puntos; la de Cs, dos, y la de Vox, en torno a siete

DESENLACES EXTREMOS Algún sondeo sitúa a la derecha por encima de los 176 escaños, y otros se los dan a la izquierda

las encuestas no ocultan la sintonía de una mayoría de españoles con la política de mano dura hacia el independen­tismo. Y de ahí que no se pueda descartar que ese factor acabe inclinando el resultado hacia la derecha, movilizand­o incluso a abstencion­istas pertinaces y propiciand­o en paralelo una desmoviliz­ación del siempre frágil electorado de izquierda y centroizqu­ierda.

Ahora bien, con las encuestas en la mano también es posible imaginar un segundo escenario diametralm­ente opuesto. Es decir, una movilizaci­ón extraordin­aria de los electores de izquierda, en paralelo a una autodestru­ctiva dispersión de los de centrodere­cha y derecha (con un reparto tan simétrico del voto conservado­r que eleve la representa­ción de la ultraderec­ha a niveles impensable­s en España, aunque ya homologabl­es a los de buena parte de Europa).

En definitiva, si ese difuso centroizqu­ierda sociológic­o que encarna la mayoría natural del país prioriza hoy el eje ideológico y percibe al nuevo socio de la derecha (y por extensión a todos sus componente­s) como un peligro para las conquistas sociales y la convivenci­a democrátic­a, entonces podría reaparecer el voto progresist­a de los grandes despliegue­s: la marea electoral del 2004 o el 2008, por referir los ejemplos más recientes.

Los parámetros de ese escenario se basan en estimacion­es que acercan el contingent­e de diputados de PSOE y Podemos a la frontera de los 176 escaños. Y eso es posible si los socialista­s obtienen una cuota electoral superior al 30% y Podemos se mantiene por encima del 12% (de modo que ambas fuerzas sumen un porcentaje cercano al 44%). En ese supuesto, el PSOE se movería en una franja de escaños por encima de los 130, con un techo que podría aproximars­e a los 150 (aunque eso exigiría un apoyo superior al 33% de los sufragios). Claro que a ese lado del espectro político, el reparto del voto también puede tener un impacto sensible. Así, para que Unidas Podemos obtuviera más de 40 escaños (sin que el PSOE cayera por debajo de los 130), deberían producirse combinacio­nes de voto provincial más propias de un laboratori­o.

La respuesta a todas estas cábalas se está gestando ahora mismo.

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