Instagramers peligrosos
La búsqueda de la selfie perfecta lleva a muchos usuarios a no respetar las normas de los espacios naturales
La búsqueda de la selfie perfecta lleva a muchas personas a no respetar las normas de los espacios naturales.
Pete Seeger se preguntaba Where have all the flowers gone? (¿Adónde han ido todas las flores?), la popular canción antibelicista que también cantaron Joan Baez o Peter, Paul and Mary. Hoy la respuesta a la pregunta sería que probablemente estén siendo pisoteadas por un ejército de instagramers en busca de la selfie perfecta en un entorno natural idílico –en ocasiones, además, en espacios protegidos–.
Es lo que ha sucedido esta primavera en California, concretamente en las colinas de la reserva ecológica de Walker Canyon, donde se ha producido una espectacular floración de la Eschscholzia californica, una variedad de amapola –anaranjada– que ha atraído a varios batallones de visitantes pertrechados de cámaras y smartphones, que no han dudado en saltarse las indicaciones de respetar el entorno, no arrancar
nada y caminar sólo por los senderos marcados. Ni caso. Una búsqueda en Instagram de #californiapoppies da buena cuenta de ello.
Incluso ha aparecido una cuenta, en esta misma red social, Public lands hate you (Los espacios públicos te odian, en inglés), cuyo objetivo es denunciar el incivismo, y de hostigar e incluso burlarse –¿por qué no?– de lo ridículas que resultan muchas de estas imágenes. Su autor, que se mantiene en el anonimato porque dice que “prefiero no despertarme con mi casa en llamas en medio de la noche, porque alguien que perdió el patrocinio de una marca de pintura de uñas se enfada”, ha creado un muro de la vergüenza, en el que publica los ejemplos más sonrojantes.
De todos modos, él mismo explica que creó la cuenta y su correspondiente blog, porque “estaba cansado de ver sus lugares favoritos en áreas públicas destrozados por personas que no sabían nada o que simplemente no les importan”. Además, dice que notó un marcado aumento en este comportamiento abusivo “hace unos cinco años, que casualmente fue cuando Instagram comenzó a ganar fuerza, permitiendo a las personas compartir todas sus fotografías al aire libre”.
De todas formas, asegura que su principal objetivo es la educación. “Queremos que la gente piense en comportarse de manera responsable incluso antes de salir de su casa”, y anima a los usuarios a denunciar cualquier comportamiento incívico que presencien”, dice.
Pero las amapolas californianas no son las única damnificadas por los cazadores de selfies. Más cerca de aquí, la playa el Hierro de Fuerteventura es más conocida como la playa de las palomitas, por la acumulación de depósitos de carbono que hacen unas algas conocidas como rodolitos, y que se asemejan a las palomitas de maíz.
Esta playa también está siendo víctima de Instagram, ya que los expertos estiman que, desde hace más o menos un año, los visitantes –que llenan esta red social con imágenes etiquetadas con el hashtag #popcornbeach– se llevan unos 10 kilos al mes de estos rodolitos, lo cual está prohibido por la ley de costas y además es un grave perjuicio para el medio ambiente.
En Calpe (Alicante) también están contentos con las selfies. Allí, el arquitecto Ricardo Bofill construyó, en 1973, uno de sus emblemáticos edificios. La muralla roja es su reinterpretación de la arquitectura árabe, y actualmente un bloque de viviendas, algunas de las cuales se pueden reservar para pasar unos días. Ni lo intenten para este verano, pues es tal el éxito que tiene el edificio en Instagram que lo más probable es que no encuentren nada libre hasta Navidad.
Sin embargo, el edificio sigue congregando a muchos instagramers que saben que una foto entre sus muros tiene muchos números de convertirse en viral. Los vecinos, hartos, han llegado a poner carteles que amenazan con la cárcel a los que se cuelen. Ni por esas.
Un autor anónimo ha creado la cuenta ‘Public lands hate you’ para denunciar estos comportamientos