La Vanguardia

Lugares que no importan

- Lo peor, que te olviden Votar por despecho Ramon Aymerich La pista de la España vacía El fin de la convergenc­ia

Lugares que no importan. Lugares que un día, en algún momento de los últimos cuarenta años, perdieron el tren y quedaron detenidos en el tiempo. Lugares que en el pasado fueron prósperos, pero que ahora han perdido el secreto para crear oportunida­des de empleo. Lugares de los que nadie ha hablado durante décadas, a los que nadie ha vuelto. Lugares de los que se han ido los jóvenes y donde se han quedado los mayores y los que no tienen la formación necesaria para marcharse. Lugares alrededor de los cuales se ha construido un enorme muro de silencio que pocos se han molestado en romper. Hasta el día en que alguien abre el portalón de ese muro y descubre, pasmado, lo que se esconde tras él.

Lugares que no importan. Places that don’t matter. Es el título de un extenso artículo escrito en febrero del 2018 por

Andrés Rodríguez-Pose, profesor de la London

School of Economics, donde revisa algunas presuncion­es de la geografía económica. Para resumirlas: que el futuro está en las grandes ciudades, porque son más dinámicas. Que las grandes ciudades crean más riqueza y de forma más rápida que las pequeñas. Que es en esas grandes ciudades donde hay que poner el foco. Esos son los lugares que importan. Crecer de forma rápida provoca desigualda­des geográfica­s y siempre hay territorio­s que se quedan atrás. Pero ese es un precio asumible. O lo era... Porque nadie imaginaba el formidable proceso de concentrac­ión económica que iba a llegar, ni el gran salto en el crecimient­o que iban a provocar la globalizac­ión y el cambio tecnológic­o.

Los políticos, asesorados por los economista­s, han combatido esas dinámicas con gasto público masivo en las zonas deprimidas. Pero las subvencion­es no han revertido el proceso. También pensaban que para la gente era mejor moverse (emigrar) que quedarse en un lugar en el que no hay trabajo. Pero no toda la gente piensa así. Los hay que han preferido quedarse. En realidad, el título completo del artículo de Rodríguez-Pose es The revenge of the places that don’t matter. La venganza. Porque la tesis es que esos territorio­s abandonado­s (hablamos de países ricos) se han desquitado con el voto. Y han protagoniz­ado una reacción populista que es menos social y más de base territoria­l. ¿Por qué no la vimos venir? Entre las diferentes explicacio­nes que se dan, interesa una en especial: la lenta muerte de los medios de comunicaci­ón locales nos ha dejado sin sensores sobre el terreno.

Sea como fuere, nadie advirtió del malestar en el norte de Inglaterra que tanto ayudó a engordar el Brexit. O imaginó que la depresión de las áreas desindustr­ializadas del Medio Oeste americano iba a beneficiar a Trump. Tampoco pensó nadie que las pequeñas ciudades de la Francia eterna harían grande a Marine Le Pen y engrosaría­n las filas de los chalecos amarillos. La vida es así: nadie se había vuelto a acordar de los lander de la Alemania del Este desde la reunificac­ión. Hasta que votaron por la derechista Alternativ­a para Alemania.

Ahora todos temen el poder de ese voto masivo y desafecto. Su capacidad para arrasarlo todo. La España vacía es el título de un libro de un periodista aragonés, Sergio del Molino, en el que recorre comarcas que pueden considerar­se el equivalent­e español de esos lugares que no importan. Están en Aragón, en las dos Castillas, en Galicia, en Asturias, en La Rioja. Diez millones de personas que viven en el 60% del territorio español. Lo que Del Molino describe no son territorio­s pobres, pero sí olvidados. Lugares que carecen de los últimos avances en tecnología y ocio que les harían parecer modernos. Donde algunos servicios básicos están demasiado lejos y los medios de transporte son lentos y antiguos.

El libro fue escrito hace tres años. Pero ha ganado con el tiempo. Se ha hecho importante a medida que se acercaban las elecciones y los analistas recordaban la sobrerrepr­esentación del voto de muchas de las provincias de esa España vacía. Para llegar a la conclusión de que ese voto puede tener la llave del futuro político español, ya bastante comprometi­do por su debilidad institucio­nal y la situación en Catalunya.

Tradiciona­lmente, las zonas más deprimidas votaban al partido que estaba en el poder, el que garantizab­a más estabilida­d en el reparto del gasto social del que dependen en buena medida esos territorio­s. ¿Se repetirá hoy ese perfil? ¿O se echarán al monte? ¿Se comportará la España vacía como otros territorio­s que comparten su pérdida de importanci­a? ¿Helará el voto de esas provincias olvidadas el corazón de los millennial­s y del votante urbano para retrotraer­nos a unos tiempos que parecían pasados?

Lugares que en algún momento de los últimos años perdieron el tren y ahora se rebelan en forma de voto

Para acabar. Un estudio recién publicado sobre la desigualda­d territoria­l en España (Alfonso Díez-Minguela, Julio Martínez-Galarraga y Daniel TiradoFabr­egat) entre los años 1860 y el 2015 detecta que esta se redujo sensibleme­nte en el periodo que va de 1950 a 1980. Paradójica­mente, y a partir de ese año, pese al importante despliegue de políticas sociales, la desigualda­d entre el norte peninsular y el sur español no ha dejado de agrandarse. Y con ella, las razones para sentirse olvidado.

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LUIS DAVILLA / GETTY Una imagen de Tronchón, en Teruel, una de las zonas caracteriz­adas como de la España vacía
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