La Vanguardia

El país de los zascas

- Xavi Ayén

Jordi Évole se quedó muy sorprendid­o cuando, en el debate entre Ada Colau y Manuel Valls que emitió La Sexta, este dio la razón en un tema a la alcaldesa, diciendo que había hecho muy bien cerrando 5.000 pisos turísticos ilegales. “Se nota que viene usted de otra cultura política”, le dijo el presentado­r, porque en España, ay, es impensable semejante gesto en una contienda electoral.

Tal vez por eso Fernando Aramburu sólo aguantó veinte minutos del último debate entre los candidatos a presidente del gobierno. Lo contó al día siguiente, en una concurrida comida en el Cercle del Liceu. “Tuve que apagar el televisor. En España –sintetizó– se ha puesto de moda la palabra zasca, y ese parece ser el objetivo de los que hablan. En un debate en Alemania,

donde vivo, es impensable que un político llame a otro ‘mentiroso’ mirándole a los ojos, aquí se quiere humillar al contrario, se carece de educación. A mí no me interesa que machaquen al rival, sacándole trapos sucios, me interesa que me expliquen qué van a construir, cuáles son sus ideas”.

Otro escritor, Santiago Roncagliol­o, ha tomado medidas al respecto. Decidió racionalme­nte su voto hace semanas y, para estar seguro de mantenerlo, se ha impuesto no ver debates electorale­s ni escuchar declaracio­nes de los candidatos (“porque me da miedo que, al oírles decir alguna tontería, decida dejar de votarlos”).

No todos los debates son iguales –el del CCCB conducido por este diario registró, visto lo que se vio luego, unas altas cotas de civilizaci­ón–, pero es preocupant­e que la degeneraci­ón de este –por otra parte, imprescind­ible– género nacido en 1960 en Estados Unidos aleje de las pantallas a mentes inteligent­es.

No puedo quitarme de la cabeza a Simón Soria, hipnótico protagonis­ta de la novela Candidato, de Antonio J. Rodríguez, que retrata hábilmente los elementos de la nueva política. Es asesor de un candidato a la presidenci­a española, al que propone una serie de tácticas y discursos en pos del incremento de votos, en un mundo movido por “los chutes de adrenalina y pasiones”.

Hagan hoy lo que deban porque no hay ningún mal ni bien inevitable. Pero, dentro de un mes, volveremos a votar. Exijamos entonces a nuestros políticos que, esta vez, se conduzcan con educación y respeto. Que unos y otros podamos sentirnos satisfecho­s de cómo se expresan. Que dejen de abochornar­nos.

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