La Vanguardia

Elige tu verdad

- Llucia Ramis

En la ficción, es un maestro de secundaria que despotrica contra la corrupción durante las clases de historia. Hasta que su discurso se hace viral, y acaba ganando las elecciones para presidir el país. En realidad, el nuevo presidente de Ucrania es el actor que representa­ba a ese maestro de historia. No es que la realidad supere a la ficción, sino que toda ficción crea nuevas realidades.

Del mismo modo que hay un antes y un después de la música, y que el concepto de arte se transformó para no volver a ser el de antes, la realidad también es otra desde la segunda década del siglo XXI. No sólo a raíz de la posverdad y las fake news, esas mentiras de siempre que ahora disfrutan de una difusión inmediata y global. Además, es el propio receptor quien opta por creerse esas falsedades. Se han banalizado hasta tal punto que se convierten en pequeñas religiones o fanatismos, en actos de fe o superstici­ones. Sabes que lo que te explican no es cierto, pero te lo tomas como un símbolo; la exactitud pasa a un segundo plano. Lo que ocurrió no importa; lo que cuenta es lo que crees que va a ocurrir. Vencer al otro (sea quien sea ese otro)

es más urgente que construir algo, porque para construir algo se necesita tiempo, y ya no hay tiempo para nada.

El pasado desaparece a la misma velocidad que el presente, y el futuro fue anteayer. Nada dura demasiado, y el consumismo convierte los caprichos en necesidade­s que se satisfacen con un clic. Sin permanenci­a, ni contratos, no existe el compromiso. La palabra es etérea. Todo es subjetivo, cada uno se responsabi­liza únicamente de sí mismo. Y ni siquiera.

Añadámosle a esto un mundo diseñado a la carta, en el que puedes destacar lo que te gusta y bloquear o silenciar lo que no. En el que se defienden más los privilegio­s (individual­es) que los derechos y libertades (colectivos). El resultado es una multiplici­dad de representa­ciones e interpreta­ciones de los hechos en la que ninguna se impone porque cada uno enarbola su verdad. Elige aquella con la que te sientas más identifica­do o te convenga más. Y si el desenlace no te convence, da igual. Seguro que no tendrás que aguantar una legislatur­a entera, porque se bloquearán y silenciará­n unos a otros, alérgicos a hacer política. Lo más esperpénti­co se hará viral.

La fiesta de la democracia ha derivado en una borrachera de las malas. Sigues saliendo porque toca, y porque tienes la esperanza de que aún se arregle la noche. Pero lo más probable es que acabes pagando la resaca. Los debates tuvieron mucha audiencia, no porque los indecisos buscaran pistas, sino porque fueron un espectácul­o. En la ficción, llegaría a presidente aquel que trabajara en lugar de darse autobombo, pasara de hacer campaña, y no fuera esclavo de partidismo­s (uno es libre cuando deja de ser reactivo). En la realidad, lo será algún tertuliano o similar.

Si el desenlace no te convence, da igual; seguro que no tendrás que aguantar una legislatur­a entera

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