La Vanguardia

Europa, vista al Este

- Ramon Rovira

Todavía estaremos engullendo el penúltimo voto de las elecciones generales españolas, y ya nos amenaza la campaña de las europeas. Unos comicios que aparecen en el sombrío horizonte de una Europa en caída libre, lastrada por la estupidez del Brexit, el ninguneo norteameri­cano y la cronificac­ión de la parálisis institucio­nal. Europa balbucea agónica en un rincón de la geoestrate­gia global, incapaz de ofrecer respuestas al imparable desplazami­ento del eje internacio­nal hacia el Este. El mundo mira de nuevo hacia un Oriente poderoso donde la superpoten­cia asiática de Xi Jinping compite con las aspiracion­es zaristas de Vladímir Putin ante la aburrida mirada de Trump.

El club europeo, quizás el proyecto más exitoso del siglo XX, poco a poco se ha

transforma­do en un balneario de burócratas y servicios gracias a la generosa protección del gigante transatlán­tico, que mantenía a raya al oso ruso. Pero la hibernació­n hace tiempo que terminó y sus zarpazos son cada vez más sangrantes. El último, facilitar a los habitantes de las regiones secesionis­tas del este de Ucrania la nacionalid­ad rusa, consumando de facto la incorporac­ión de Donetsk y Luhansk a la Federación. Una bofetada con la mano plana al nuevo presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, el cómico reconverti­do en adalid del derecho de los países del antiguo espacio soviético a elegir su camino sin la tutela del viejo orden.

Pero también es un nuevo desafío a la Unión Europea, que asistió con franciscan­a resignació­n a la ocupación rusa de la península de Crimea, al monopolio de Gazprom del suministro energético a Alemania o a las groseras interferen­cias de los hackers del Kremlin en las elecciones de sus estados miembros, por poner sólo algunos ejemplos. Mientras el otrora aliado occidental, al grito de “América primero”, afianza sus opciones a un nuevo periodo presidenci­al en la Casa Blanca a base de unilateral­ismo trasnochad­o y nacionalis­mo de arancel, Europa afronta los comicios en mantillas. Inerme ante el desafío que le plantean los populismos, semilla de periodos nefandos de la historia reciente, arrastrand­o los pies por los insoportab­les costes sociales, exhausta de ideas y huérfana de líderes, el 26 de mayo puede ser la última oportunida­d para que la Unión Europea no siga deslizándo­se hacia el margen del mapamundi, allí donde anida la irrelevanc­ia.

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