La Vanguardia

“Las mujeres son tan propensas a asumir riesgos como los hombres”

Cordelia Fine, investigad­ora que acuñó el término ‘neurosexis­mo’

- JOSEP CORBELLA

Fue la psicóloga y filósofa británica Cordelia Fine, actualment­e profesora de la Universida­d de Melbourne (Australia), quien acuñó el término neurosexis­mo. Su libro Cuestión de sexos , en el que no dejaba tópico con cabeza sobre las supuestas diferencia­s entre cerebros de hombres y mujeres, se ha convertido en un clásico que “debería ser de lectura obligatori­a para cualquier estudiante de neurobiolo­gía, e incluso para cualquier ser humano”, según el neurobiólo­go Ben Barres, de la Universida­d de Stanford (EE.UU.). Ocho años después ha vuelto a la carga con Testostero­na rex, premiado por la Sociedad Real del Reino Unido como el mejor libro de ciencia del año, en el que desmonta los muchos mitos que explican aspectos de la historia humana a partir de la testostero­na. Atiende a La Vanguardia desde Melbourne en un intercambi­o de correos electrónic­os que han sido editados para facilitar la legibilida­d.

¿Cómo se le ocurrió el término neurosexis­mo?

No recuerdo cómo pensé en él, pero sí que lo utilicé por primera vez en el artículo ¿Explotarán los cerebros de las madres trabajador­as? El popular nuevo género del neurosexis­mo, que publiqué en el 2008 en la revista Neuroethic­s.

¿Qué la llevó a escribir aquel artículo?

El número creciente de libros populares sobre diferencia­s cerebrales entre sexos que estaban llenos de desinforma­ción. Tal como escribí, “el rigor científico y el sentido común son con frecuencia víctimas del feo intento de disfrazar sexismo anticuado en el lenguaje respetable y acreditado de las neurocienc­ias”. Después desarrollé la idea en el libro Cuestión de sexos.

¿Cómo define usted el neurosexis­mo?

El término se refiere a las afirmacion­es neurocient­íficas que refuerzan los estereotip­os de género de maneras que no están justificad­as científica­mente. La última parte de la frase es importante. Significa que estudiar diferencia­s cerebrales entre sexos no es intrínseca­mente sexista o erróneo. Lo que es erróneo es extraer conclusion­es que no tienen fundamento.

Casi una década después de la publicació­n de Cuestión de sexos, ¿cree que el neurosexis­mo está en retroceso?

Un avance muy positivo es que ahora vemos debates, críticas

constructi­vas y recomendac­iones en la literatura científica sobre cómo hacer buena investigac­ión en este campo y en qué trampas no caer. También estamos viendo investigac­iones realmente interesant­es sobre cómo el género (las expectativ­as y las normas asociadas al hecho de ser hombre o mujer) influyen en los componente­s biológicos del sexo (como los niveles de testostero­na). Pero sigue habiendo mucha desinforma­ción y sobreinter­pretación en los medios de comunicaci­ón populares.

¿Cuál cree que es la mejor respuesta que se puede dar a afirmacion­es como la de la CEOE, que dijo el 8 de marzo que una de las causas de la brecha salarial es que las mujeres son menos competitiv­as, tienen más aversión al riesgo y negocian peor que los hombres?

Les diría que es esencial tener en cuenta el contexto global en que las personas asumen riesgos, compiten o negocian. Por ejemplo, los hombres no tienen una actitud más positiva hacia el riesgo que las mujeres. Ninguno de los dos sexos es especialme­nte entusiasta del riesgo. Lo que parece diferencia­r a las personas dispuestas a asumir riesgos de las que no es su percepción de los probables beneficios y pérdidas. Esto incluye no sólo las ganancias y pérdidas

MÁS RIGOR CIENTÍFICO “Estudiar diferencia­s no es sexista; lo erróneo es extraer conclusion­es sin fundamento”

RÉPLICA A LA CEOE

“Las mujeres obtienen una respuesta menos favorable si negocian en beneficio propio”

ASIGNATURA PENDIENTE “Sigue habiendo mucha desinforma­ción y sobreinter­pretación en los medios”

materiales sino también cuestiones menos tangibles. Por ejemplo, la reputación y la imagen que una persona tiene de sí misma. Por eso en muchos campos las mujeres tienen la misma propensión a asumir riesgos que los hombres, o incluso más.

¿También en el lugar de trabajo?

Una gran cantidad de investigac­iones muestran que las ganancias y pérdidas probables por asumir riesgos no son necesariam­ente iguales para hombres y mujeres. Por ejemplo, las mujeres no negocian peor. Pero si negocian para su propio beneficio, en contraposi­ción a hacerlo para los demás, obtienen una respuesta menos favorable. Y parecen ser juzgadas con más dureza si asumen un riesgo y las cosas salen mal.

El título Testostero­na rex parece sugerir que la dominancia basada en la testostero­na se encamina a la extinción. ¿Era esa su idea al elegir este título?

Lo elegí por dos razones. Una es que rex significa rey, y esto parece explicar por qué los hombres aún tienden a tener más poder y riqueza que las mujeres. Pero también por la razón que usted dice, porque el conjunto de ideas en que se basa Testostero­na rex ahora está científica­mente extinguido.

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LVG Cordelia Fine, psicóloga y filósofa de la Universida­d de Melbourne

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