La Vanguardia

1 de mayo: manos a la obra

- Juan José Omella J.J. OMELLA, cardenal arzobispo de Barcelona

El próximo uno de mayo celebramos la fiesta de San José Obrero, patrón de los trabajador­es, fecha que coincide con la jornada mundial del trabajo. En la historia de este día, hay un largo camino de lucha, sufrimient­o, esperanza y éxito. La Doctrina Social de la Iglesia ha tratado incansable­mente de proteger los derechos de los trabajador­es y ha incidido en la transforma­ción social del mundo laboral.

Con motivo de la fiesta del trabajo del año pasado, el papa Francisco nos hizo llegar su preocupaci­ón con un mensaje en Twitter: “El trabajo es un elemento fundamenta­l para la dignidad de la persona”. El drama del paro provoca desánimo e insegurida­d económica y, en casos extremos, conduce a situacione­s de pobreza y de miseria.

Hace ya muchos años que a la archidióce­sis

de Barcelona le preocupa el paro y la precarieda­d laboral. El pasado mes de marzo el Seminario Conciliar de Barcelona acogió el XXXI Encuentro de Estudio de la Pastoral Obrera de Catalunya, en la que participar­on todas las diócesis con sede en Cataluña. El objetivo de esta jornada era consolidar la protección social de la población activa desocupada.

No podemos cerrar los ojos ante aquellos que malviven con pocos recursos ni ante a aquellos que trabajan en malas condicione­s. Muchas personas que recurren a Cáritas lo primero que piden es trabajo. Con un trabajo, la persona debería conseguir el sostenimie­nto básico para ella y para su familia. Sin embargo, actualment­e las ofertas de trabajo que hay en el mercado laboral son escasas y las que hay no siempre sitúan al trabajador en el centro, como prioridad. Por ello, ante la necesidad se aceptan trabajos precarios, que impiden una vida digna y el correcto desarrollo de la familia. Es necesario que gobernante­s, empresario­s, directivos y sindicatos trabajemos en una misma dirección y nos esforcemos por hacer lo posible para que todo el mundo tenga acceso a un trabajo decente que garantice una vida digna.

La falta de acceso a un trabajo decente no solo es un problema económico y social, sino también de orden moral y espiritual. Si los principios morales no guían la actividad económica y la acción social y política, difícilmen­te resolverem­os los problemas que persisten en el mercado laboral y que afectan a tantas personas y familias. El trabajo decente es un derecho fundamenta­l de la persona, imprescind­ible para construir una sociedad más justa, próspera y cohesionad­a.

Teniendo en cuenta la invitación que el papa Francisco nos hace en Evangelii gaudium, cabe preguntars­e si hacemos todo lo posible para ofrecer el Evangelio y el encuentro personal con Jesucristo en el mundo laboral. El encuentro con Jesucristo, la confianza de saber que estamos en manos de Dios y guiados por el Espíritu Santo transforma nuestras vidas y transforma­rá el mundo del trabajo.

Queridos hermanos, ¡pongámonos manos a la obra! Que el próximo miércoles, día uno de mayo, podamos celebrar todos la fiesta de San José Obrero con esperanza y que el trabajo sea siempre fuente de vida. ¡Que Dios os bendiga a todos!

No podemos cerrar los ojos ante aquellos que malviven con pocos recursos o trabajan en malas condicione­s

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