Pirandello, Buda y los hermanos Marx
Un, ningú i cent mil
Autor: Luigi Pirandello
Dirección: Ferran Utzet
Intérpretes: Laura Aubert y Marc Rodríguez
Lugar y fecha: Biblioteca de Catalunya (25/IV/2019) Vitangelo Moscarda, protagonista de la novela Uno, nessuno, centomila , es la quintaesencia del individuo pirandelliano. Un hombre aún joven que por un comentario nimio se ve arrojado a una crisis de identidad que alterará profundamente su vida de indolente rentista. El personaje que Luigi Pirandello crea para desarrollar narrativamente el concepto de la crisis del “yo” que sólo se resuelve a través de la locura. La locura del rechazo a las convenciones sociales y la mirada subjetiva de los otros.
Con este ensayo novelado Ferran Utzet ha montado una farsa con dos intérpretes. Espectáculo que mantiene intacto el relativismo pesimista y angustiado del dramaturgo siciliano. Pero su adaptación –que funciona como una cometa entregada a los vaivenes de las corrientes– se aleja significativamente de la importante diferencia que Pirandello hace entre lo cómico y lo humorístico. Quizá amilanado por la complejidad del texto y el alivio de contar con la extraordinaria vis cómica de Aubert y Rodríguez, ha apostado más por lo primero que por lo segundo. El humorismo que –según el autor– matiza lo cómico con una reflexión que genera una sonrisa compasiva y de comprensión. En su versión escénica ese segundo paso parece a veces obviarse para explotar los aspectos más primarios y despiadados del gag. Se potencia el efecto inmediato, desgarrado y grotesco. Aunque la poética pirandelliana permanece y se percibe cierta sensibilidad por el diálogo clownesco, se busca también el atajo para provocar la risa y los recursos que tienden a cierta infantil obviedad. Y todo eso convive con una selección audiovisual y musical sorprendente, anacrónica, llena de mensajes interesantes. Y con un uso del espacio con intención y casi autoparódico.
Por eso Aubert y Rodríguez se lucen más en sus roles –reparto fregoliano que no conviene destapar– cuanto más se alejan de la comicidad estereotipada y reconocible. Cuando, por ejemplo, Rodríguez no parece abducido por sus antihéroes de Cracòvia o Polònia. Él se exhibe en los primeros pasos de la deconstrucción traumática del personaje y ella en la conclusión de ese proceso que tiene casi un aire de camino espiritual de liberación. Como si Pirandello uniera en su obra el budismo con los hermanos Marx.