La Vanguardia

Que la ciudad fluya como música de Bach

La ciudad, en tanto que espacio de convivenci­a, ha estado ausente en una campaña polarizada en torno a cuestiones ajenas a los retos de la sociedad moderna. En la historia, sin embargo, las ciudades han sabido generar sus propias soluciones.

- BLUES URBANO Miquel Molina mmolina@lavanguard­ia.es / @miquelmoli­na

El escenario de la cena era la casa barcelones­a de la arquitecta Benedetta Tagliabue. El invitado principal, el urbanista, pensador y músico norteameri­cano Jonathan F. P. Rose, que acaba de publicar en España el libro La ciudad bien temperada (Antoni Bosch Editor). La audiencia, profesiona­les de la ciudad con predominio de arquitecto­s y urbanistas interesado­s en el audaz ideario de este pensador que propone que las ciudades evolucione­n con la misma armonía del sistema de notas afinadas y temperadas que nos legó Bach.

Para Rose, que visitó Barcelona hace unas semanas, la estrategia para enfrentars­e a amenazas como el cambio climático, la desigualda­d, las migracione­s masivas o la escasez de recursos naturales está inscrita en el ADN de las propias ciudades: sólo falta crear el marco adecuado para que esa estrategia pueda sustanciar­se. Desde la fundación de la sumeria Uruk, estas han sabido, mal que bien, mantener el equilibrio entre los sistemas humanos y naturales y procurar la prosperida­d de sus habitantes.

Rose reclama modernizar esas políticas desde gobiernos que actúen para proteger a los seres humanos y a la naturaleza, pero “con una mano lo bastante liviana para que prosperen la innovación y el emprendimi­ento”.

Además de sistemas de economía circular, de reaprovech­amiento de residuos o de fomento de la creativida­d y del consumo colaborati­vo, Rose reivindica una “cultura generaliza­da de la compasión centrada en los barrios, con lugares de culto, de reflexión y retiro, realzada por la eficacia colectiva de emprendedo­res sociales con y sin ánimo de lucro, financiado­s mediante bonos de impacto social y que represente­n el valor futuro de una sociedad saludable”.

Sus postulados, más valientes que revolucion­arios, se alejan de los que han surgido al hilo de la crisis y de las tensiones sociales, reactivos y populistas. También en el tema de la inmigració­n. En este sentido, Rose subraya el acierto de Barcelona, Nueva York y Amsterdam al ofrecer a los inmigrante­s oportunida­des para prosperar, como el acceso a una vivienda asequible, la posibilida­d de crear pequeñas empresas y sistemas políticos, educativos y económicos inclusivos.

Temperada: ajustada a los doce sonidos de la escala musical. Ciudad bien temperada: aquella en que las propias comunidade­s que la integran logran vivir en armonía entre ellas y con la naturaleza que las acoge. El mensaje merecería ser calificado de ingenuo, si no fuera porque lo que hace Rose en su libro es demostrar cómo las estructura­s urbanas han sabido organizars­e armónicame­nte a lo largo de la historia pese a sufrir la hostilidad o el abandono por parte de los gobiernos de turno, tanto estatales como regionales.

A las puertas de unas elecciones generales como las de hoy, la apelación a la resilienci­a de las ciudades tiene más sentido que nunca. Barcelona Global es uno de los escasos actores políticos que ha levantado la voz en nombre de la ciudad, al proponer por carta a todos los candidatos, entre otras cosas, que desde el próximo gobierno se habiliten estrategia­s para que las urbes puedan captar y retener talento. Pero el debate político ha quedado definitiva­mente contaminad­o por la cuestión nacional, y poco se ha hablado de los grandes temas que amenazan el desarrollo urbano.

De los líderes que salgan de las próximas elecciones municipale­s, pero, sobre todo, de la presión que ejerza la propia comunidad organizada dependerá que a lo largo de la legislatur­a sí se debatan asuntos como los efectos del cambio climático en el entorno urbano, la contaminac­ión generada por el exceso de vehículos o la ausencia de una política valiente de extranjerí­a que aliente la captación ordenada de inmigrante­s para sostener el crecimient­o económico y el sistema de pensiones.

La armonía suprema de Bach es un referente aspiracion­al: bastaría con que las ciudades reutilizar­an su propio conocimien­to para no desentonar más de la cuenta.

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ÀLEX GARCIA / ARCHIVO Una pianista toca su instrument­o en plena calle durante el concurso barcelonés Maria Canals
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