Tusculum, la Pompeya a las puertas de Roma
Un equipo de investigadores españoles lucha por sacar a la luz una ciudad romana abandonada por la historia
La pequeña Tusculum ha sido olvidada por la historia. Ahora, un equipo de treinta investigadores españoles lucha por sacar a la luz una ciudad que durante el imperio romano tuvo su gran época de esplendor. Era el lugar en las afueras de Roma que varios aristócratas y hasta emperadores eligieron para construir sus villas de veraneo, y fue dotado de un área monumental de gran importancia, con un foro y un gran teatro que tenía capacidad para 2.000 personas.
“Se la conoce como la Pompeya a las puertas de Roma porque la vida se paró completamente a finales del siglo XII, y hasta el siglo XIX no se supo nada más de ella. Hay una interrupción tan clara que nos permite, como en Pompeya, leer una ciudad interrumpida totalmente. Todo está cristalizado, no tenemos los niveles que se superponen encima de los otros”, cuenta la arqueóloga italiana Valeria Beolchini, responsable del proyecto Tusculum.
Tusculum empezó a ser habitada en el siglo X antes de Cristo. Fue creciendo tanto que Cicerón o emperadores como Tiberio o Nerón construyeron residencias de descanso en los alrededores. Tenía todo lo que debía tener una gran ciudad romana: termas, foro, teatro, hasta un templo dedicado a Mercurio. Continuó expandiéndose hasta la época medieval, bajo el condado de los Tusculum, una poderosa familia a la que pertenecieron algunos de los papas del siglo X. Pero Tusculum siempre tuvo una relación complicada con Roma. La proximidad (unos 30 kilómetros al sur) y el hecho de que controlase el eje de la vía Latina y su importante flujo comercial llevó a su destrucción total en 1191, cuando el ejército romano
la saqueó después de que el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Enrique VI, retirara las tropas que la protegían a cambio de ser coronado en Roma.
Las ruinas quedaron olvidadas y sólo se acordaron de ellas algunos eruditos como Francesco Petrarca, que mencionaba una antigua ciudad llamada Tusculum. Nadie la encontró hasta Luciano Bonaparte, hermano de Napoleón. En 1806 compró una majestuosa villa en los alrededores y por casualidad halló los restos del antiguo teatro, el más majestuoso edificio que ha sobrevivido hasta nuestros días. Bonaparte vendió el terreno a la familia real de los Savoya, que continuaron las labores de excavación. En esa época incluso se construyó un calle empedrada para que pudiera llegar la carroza del papa Gregorio XVI, quien visitó el yacimiento durante su pontificado. En 1846 se marcharon los arqueólogos, y la ciudad sufrió un segundo olvido. Hasta 1984, que la agrupación de municipios Comunidad Montana compró el yacimiento y en los noventa empezaron de nuevo las excavaciones con la Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma (Eehar), que depende del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).
Durante estos 25 años han sacado a la luz edificios como las termas o una basílica medieval. Los resultados se han ido mostrando poco a poco al público, y la semana pasada el Eehar firmó un nuevo acuerdo que le permitirá excavar los próximos cuatro años. Tras un año cerrado por motivos de restauración, el Parque Arqueológico de Tusculum reabrió el pasado fin de semana.
“Era muy grande –subraya Beolchini–, en el 2010 salimos del área monumental para buscar la extensión de la ciudad romana, porque ahora sabemos hasta dónde llegaba el municipio medieval, pero probablemente no coincidían”. Con la ayuda de las nuevas tecnologías, como drones para obtener mapas digitales o aviones tripulados equipados con cámaras térmicas para conseguir imágenes multiespectrales, unos treinta arqueólogos intentan entender las distintas épocas urbanísticas para que Tusculum recupere, al fin, su esplendor.