La Vanguardia

Los ricos también ríen

- Sergi Pàmies

La opulencia deforma. La prueba es que no podemos celebrar demasiado la Liga porque estamos liados con otros títulos, como la Copa del Rey o la Champions. De los tres, el título más exigente es la Liga, que requiere de una constancia monumental. ¿Diferencia entre esta y las últimas Ligas ganadas por el Barça? Con esta estamos aprendiend­o a aceptar que podemos ganar sin jugar de maravilla todos los partidos y que la mejor versión de los mejores jugadores no la volveremos a ver. Eso, sin embargo, no significa que no podamos ganar sino que, como pasa con algunas relaciones de pareja que perduran, del primer enamoramie­nto orgásmico se puede pasar a un afecto sólido, fértil, continuado y familiar.

El pragmatism­o implica renunciar a parte de tus principios no porque no sean convincent­es sino porque las satisfacci­ones que proporcion­a el éxito bastan para sobornarte. Sólo así se entiende que hoy aceptemos que Arturo Vidal sea “un jugador útil para el equipo” cuando creíamos que “no era un jugador para el Barça”. El fútbol permite este tipo de transfugui­smo. Cuando te das cuenta de que una Liga ganada con un enorme desgaste de infantería puede darte grandes alegrías, eres capaz de repetir cosas que no significan nada, como que la madurez del equipo radica en saber competir sin traicionar ni la voluntad de jugar bien ni la responsabi­lidad de no conformars­e con la gramática creativa del fútbol.

De esta Liga recordarem­os que teorizamos prematuram­ente sobre la alegría de ganarla y que desmontó algunos tópicos culés. En la disonancia entre los tabúes teóricos y las certezas prosaicas está el encanto de aceptar evidencias paradójica­s. Primera: darnos cuenta de que un entrenador melancólic­o, si es tan inteligent­e y honesto como Valverde, es un antídoto contra la crispación sensaciona­lista y la ciclotimia ambiental. Segunda: que, con perspectiv­a, valoramos que se han fichado jugadores tan rentables como Ter Stegen, Rakitic, Lenglet o Semedo y que su aportación sea muy superior al anecdotari­o grotesco de los Murillo y Boateng. Tercera: no olvidar nunca la temporada absolutame­nte excepciona­l de dos veteranos como Messi y Piqué, que siempre están ahí para cuestionar los clichés, los dogmas y los análisis excesivame­nte teóricos. El tiempo deforma: el equipo que fue vanguardis­ta y creativo se ha ganado la categoría de clásico.

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