La Vanguardia

Un mal día para dejar de beber

- SERGI PÀMIES

Coincidenc­ia: en 1980 Jordi Pujol ganó sus primeras elecciones al Parlament y se estrenó Aterriza como puedas, una comedia paródica sobre el género de catástrofe­s dirigida por la convergenc­ia de Jim Abrahams y los hermanos David y Jerry Zucker. Desde entonces el humor y la política han evoluciona­do una barbaridad. Tanto, que Convergènc­ia ha desapareci­do y que un argumento como el de la película puede servir perfectame­nte para retratar nuestra turbulenta realidad electoral.

Forzando un poco la metáfora, la desquiciad­a España de hoy podría ser un avión comercial con una tripulació­n y un pasaje disfuncion­ales. Un avión pilotado por un comando incompeten­te que, para más inri, sufre una fatídica intoxicaci­ón provocada por alimentos en mal estado. La incompeten­cia a la hora de pilotar la nave del país ha quedado confirmada durante los debates televisado­s y a través de las declaracio­nes y contradecl­araciones con las que líderes de todo tipo de circunscri­pciones han intentado convencer, ay, a sus votantes.

Si en el avión de la película convivían sectarios budistas, ancianas inquietant­es, afroameric­anos de barrio chungo, monjas, tensiones sexuales no resueltas, un piloto estrella del baloncesto, niños repelentes y un comandante obsesionad­o con gladiadore­s lubricados, el panorama electoral nos ofrece una combinació­n de ingredient­es tan o más extravagan­te. Se trata de una combinació­n que delega en nosotros, votantes intoxicado­s y paralizado­s por el pánico, la función de torre de control. En Aterriza como puedas, la intoxicaci­ón obliga a un piloto con problemas mentales a asumir la responsabi­lidad de hacer aterrizar el avión sin provocar ninguna catástrofe. Para lograrlo, está en contacto permanente con una torre de control en la que dos expertos simétricam­ente desequilib­rados intentan ayudarlo a superar el estrés de la situación. El responsabl­e del rescate se pasa la película diciendo: “Elegí un mal día para dejar de...” y, a continuaci­ón, añade “fumar”, “beber”, “tomar tranquiliz­antes” o “esnifar pegamento”.

En muchas fases de la campaña esta ha sido la sensación que hemos tenido al escuchar las barbaridad­es que se han entrecruza­do unos y otros o cuando hemos visto el nivel de crispación o de simple estupidez que ha emergido y que, sin confesarlo en voz alta, nos hacía desear caer en una pluritoxic­omanía compulsiva. El inestable protagonis­ta de la película utiliza una frase típica de líder político asesorado por expertos en transforma­r la política en una ruleta rusa. Para convencer a la mujer de la que está enamorado (una de las azafatas de la tripulació­n), le dice: “Ya sé que las cosas no van bien, pero cambiarán”, así, sin especifica­r de qué manera. La comedia también incluye referencia­s políticas, como cuándo una pasajera comenta que no lo había pasado tan mal desde que vio una película de Ronald Reagan o cuando una azafata dice: “Tu marido está vivo pero inconscien­te, igual que Gerald Ford”. La comedia no era ningún manifiesto antisistem­a pero, a diferencia del balance de los endeudados gobiernos recientes, fue muy rentable. Con un coste de 3,5 millones de dólares obtuvo una recaudació­n de 83 millones y el respeto confeso de directores como Woody Allen. Son beneficios que ya les gustaría tener a los candidatos a gestionar nuestros impuestos.

Por ahora, sin embargo, parece que el criterio de atención psicológic­a a los pasajeros-ciudadanos que hoy irán a votar es idéntico al que ilustra una de las escenas más cómicament­e macabra:

EL DÍA D Tras unas semanas de mucha gesticulac­ión interesada, ha llegado la hora de saber si la aventura electoral acaba en drama, en comedia o en tragicomed­ia

La intoxicaci­ón obliga a un piloto con problemas mentales a asumir la responsabi­lidad de aterrizar el avión

mientras el avión cae en barrena, víctima de turbulenci­as y emergencia­s, en una pantalla se proyectan imágenes de... catástrofe­s aéreas. Este ha sido el tono de la campaña: echar gasolina sobre los múltiples incendios catastrófi­cos de nuestra realidad y, con el repelente retintín de los chivatos de escuela, acusar a posibles culpables. Unos culpables sin presunción de inocencia que, al verse señalados, negaban las evidencias para no tener que esforzarse en pactar y trabajar para alguna causa que vaya más allá de las fronteras partidista­s. Aterriza como puedas propone un tipo de intervenci­ón que quizá debería servir como alternativ­a para conflictos de difícil interpreta­ción de eso que, flipando un poco, denominamo­s ciencias políticas.

“¿Hay algún médico a bordo?”, preguntan las azafatas. Y sí, aparece un médico lacónico y sospechoso, interpreta­do por el gran Leslie Nielsen, y, en la cabina, un piloto automático representa­do por un muñeco inflable al que llamaron Otto y que uno de los hermanos Zucker aún conserva en su garaje. Si al final resulta que ninguno de los candidatos que se presentan hoy funciona, siempre podremos optar por la solución del presidente del gobierno inflable.

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ORIOL MALET
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