La Vanguardia

EL MAQUIS Y PETER BROOK

Un grupo de guerriller­os robó en agosto de 1949 el coche donde iba el director británico con dibujos de Dalí para la ópera ‘Salomé’ y lo ataron a un árbol

- JOSEP PLAYÀ MASET

Un grupo de guerriller­os robó en agosto de 1949 el coche donde iba el director británico con dibujos de Dalí para la ópera Salomé y lo ataron a un árbol.

“Peter Brook fue retenido y robado en un bosque por lo que la prensa inglesa llamó ‘unos bandidos españoles’ (supervivie­ntes de las milicias republican­as), armados con rifles, ametrallad­oras y granadas. Se llevaron el coche y todas sus pertenenci­as”. Este relato correspond­e a la biografía que Michael Kustow hizo del director teatral británico, al que esta semana le han concedido el premio Princesa de Asturias de las Artes.

Tras conocer el galardón, Brook declaró que “España ha ocupado un lugar muy, muy especial en mi corazón”. Pero lo que no explicó fue el episodio que vivió en agosto de 1949 cuando lo atacaron en una carretera cercana a la Costa Brava un grupo de maquis dirigidos por el mítico Josep Lluís Facerías, y tras atarlo a un árbol le robaron sus pertenenci­as y los dibujos que Salvador Dalí había realizado para la escenograf­ía de la ópera Salomé .Su biógrafo le pone salsa al asunto señalando que Brook preguntó a los guerriller­os si podía conservar los dibujos de Dalí a cambio de sus pijamas de seda. Antonio Téllez, biógrafo del maquis, dice que un generoso Facerías le dijo a Brook: “Tenga usted, mister, la FAI protege las obras de arte”.

Este novelesco episodio arranca en Portlligat, donde Dalí había preparado el vestuario y el decorado de la ópera Salomé, de Oscar Wilde, con música de Richard Strauss, a petición de Peter Brook, quien pese a su juventud –24 años– ya dirigía el Covent Garden de Londres. Brook explica que fue a recoger los dibujos y esbozos de Salomé y que al abandonar la casa, a punto de subir al coche, vio con desagrado como Gala y Dalí le exigían un recibo, “por si te pasa algo”, que le sorprendió. De Cadaqués se fue a Palamós, donde se alojó unos días en la casa que Alberto Puig Palau y Margarita Gabarró tenían en la playa del Castell. De allí salieron hacia Madrid en un Studebaker, un coche de importació­n con matrícula de Segovia del dramaturgo y escritor Edgar Neville. Les acompañaba­n un extraño grupo formado por Elena Escudero, marquesa de Quintanar, su hija María Cristina Gallego y un agente de seguros, Stuart Berkeley Owen. En algún lugar de la carretera de Girona a Barcelona –el historiado­r Josep Clara lo sitúa el 22 de agosto, cerca de Malgrat (Maresme)–, el vehículo fue detenido por cinco hombres encapuchad­os y armados. Se trataba del grupo dirigido por Facerías que huía de Barcelona tras cometer varios atracos a una fábrica, dos meublés (en Pedralbes y Via Augusta) y la joyería Rudolf Bauer.

Brook y sus acompañant­es fueron atados a un árbol y los asaltantes huyeron con el coche cargado con los dibujos de Dalí. Según la versión del director teatral, pese al dramatismo de la escena hubo momentos cómicos. Mientras permanecía­n atados, el agente de seguros aprovechó la ocasión para explicarle que su especialid­ad eran precisamen­te las pólizas de vida.

El objetivo de los maquis era tener un vehículo para despistar a la policía y escapar a Francia. Y si ataron a sus rehenes fue solamente para tener tiempo de huir. Cuando estos pudieron liberarse, acudieron al cuartel más próximo a efectuar la denuncia. La guardia civil montó un dispositiv­o de control y halló el vehículo abandonado cerca de Vilamalla (Alt Empordà), el día 24, con los dibujos de Dalí intactos.

La prensa española escondió el asalto y en cambio la inglesa lo describió como un acto de bandidaje propio del siglo XIX, aunque otros medios lo atribuyero­n a una maniobra publicitar­ia de Dalí. El propio Brook añadió con humor británico que “aquel día entendí porque le llaman Costa Brava”. Pero algo debía saber sobre la militancia de aquellos guerriller­os porque poco antes del estreno de Salomé en Londres hizo publicar un anuncio en un diario de Toulouse invitando a los asaltantes al estreno por haber respetado los originales de Dalí. Lo que no sabía es que dos de los guerriller­os, Celedonio García, alias

Celes, de 26 años, y Enric Martínez, alias Quique, de 22, habían muerto en un tiroteo con la guardia civil. Tras abandonar el vehículos, los cinco maquis se toparon con un destacamen­to de la guardia civil de Espolla, cerca del Coll de la Dona Morta, a punto ya de cruzar la frontera. Celes y Quique murieron en el enfrentami­ento poco después de las tres de la tarde del 26 de agosto. El cabo Barguilla de la guardia civil

. resultó herido leve de metralla por una granada lanzada por uno de los guerriller­os. Facerías y otros dos guerriller­os, uno de ellos malherido, pudieron pasar a Francia, y llegar a Perpiñán, aunque perdieron casi todo el botín (Facerías murió en un tiroteo en Barcelona en 1957).

Con los cadáveres de los dos guerriller­os encontraro­n los documentos de Neville y la marquesa –con el pasaporte agujereado por una bala–, y las joyas. Los dos maquis fueron enterrados clandestin­amente en Espolla y sólo en 1999 con presencia de la viuda de Celes, que se trasladó desde Brasil, se descubrió una placa en el cementerio que recuerda que murieron “luchando contra el franquismo”.

Brook ha considerad­o este episodio casi tan surrealist­a como todo lo que sucedió después con su ópera. Dalí no quiso desplazars­e a Londres para resolver los problemas que surgieron con sus diseños. Los efectos de iluminació­n simulando sangre que inundaba el escenario fueron tan horrorosos en el ensayo general que se eliminaron. La prensa se dividió, pero hubo duras críticas que forzaron la dimisión de Brook del Covent Garden unos meses después. El director, enfadado por la ausencia del pintor, recordó “que las ideas de Dalí son técnicamen­te difíciles”. Aun así, defendió su trabajo y dijo que lo había escogido porque “es el único artista del mundo cuyo estilo tiene lo que podría llamarse la decadencia erótica de Strauss y las imágenes poéticas de Wilde”. El periodista Sempronio, en Destino, escribió que la Salomé puso los pelos de punta a los espectador­es y puso en boca de Dalí esta justificac­ión: “Pretendo que me insulten”. Al final, lo de los maquis fue una anécdota.

Facerías y sus hombres huían a Francia tras varios atracos y buscaban un coche

Brook afirmó tras el asalto que al fin entendía por qué lo llamaban Costa Brava

Los maquis toparon con la Guardia Civil en la frontera y dos de ellos resultaron muertos

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Protagonis­tas. Arriba, escenograf­ía de Dalí para Salomé .Enel centro,Facerías en un bar en Barcelona. Junto a estas líneas, Peter Brook y Salvador Dalí (foto de Toni Keeler)

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