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La detención en territorio francés del histórico dirigente de ETA Josu Ternera, y la celebració­n del BioEquity Europe 2019, el principal congreso europeo de biomedicin­a.

JOSU Ternera, dirigente histórico de ETA, fue detenido ayer a primera hora de la mañana en una localidad alpina del departamen­to francés de Alta Saboya, cuando acudía a un hospital para recibir tratamient­o médico. Josu Ternera llevaba diecisiete años huido y, probableme­nte, deberá cumplir condena en Francia antes de ser devuelto a España.

Pocos etarras personific­an el terror de ETA como Ternera. Porque pocos como él han tenido una vinculació­n tan larga –medio siglo– a la banda terrorista, pocos han ocupado en ella cargos de responsabi­lidad tan destacados y pocos han movido los hilos de tantos atentados sangriento­s.

Josu Urrutikoet­xea Bengoetxea –nombre real de Josu Ternera– ingresó en ETA en 1968. Participó, en 1973, en el atentado que acabó con la vida del almirante Luis Carrero Blanco, entonces presidente del régimen franquista. Fue, a partir de la segunda mitad de los años ochenta, uno de los máximos dirigentes de ETA, y por tanto responsabl­e de los años de plomo, en los que la banda terrorista perpetró algunos de sus atentados más mortíferos. Entre ellos, el de Hipercor en Barcelona, que en 1987 causó 21 muertos y 45 heridos; el de la casa cuartel de Zaragoza, también en 1987, en el que falleciero­n once personas (cinco de ellas, niños) y hubo casi un centenar de heridos; y el del cuartel de la Guardia Civil de Vic, en 1991, donde murieron diez personas (entre ellas cinco menores) y se registraro­n más de cuarenta heridos.

Años más tarde, en el 2002, cuando fue llamado por el Tribunal Supremo para que declarara por el mencionado atentado de Zaragoza, y siendo a la sazón diputado en el Parlamento Vasco, Josu Ternera decidió escapar.

Desde entonces, se seguía su rastro y se había estado a punto de capturarle en alguna ocasión. Pero el escurridiz­o dirigente etarra se las arregló para burlar el cerco policial. Hasta que ayer, y en un servicio coordinado de la Dirección General de la Seguridad Interior francesa y la Guardia Civil española, que seguía su pista hospitalar­ia desde tiempo atrás, pudo ser detenido en la localidad de Sallanches.

En términos históricos y políticos, el apresamien­to de Josu Ternera tiene una importanci­a relativa. Desde que, en el 2011, la banda anunció el cese de las acciones armadas, su actividad ha sido menor. De hecho, fue el propio Josu Ternera el que hace algo más de un año, el 3 de mayo del 2018, leyó personalme­nte el comunicado que certificab­a la disolución de ETA, la organizaci­ón que durante decenios marcó a sangre y fuego la agenda política española, causando más de 800 muertos y un inmenso dolor. Los brazos políticos de ETA han perdido durante los últimos años apoyo en el País Vasco, ahora inmerso en un periodo de tranquilid­ad que le fue negada desde los años sesenta.

Sin embargo, desde un punto de vista simbólico, la detención de Josu Ternera es relevante. Como decíamos más arriba, pocos dirigentes han encarnado y han dado rostro a ETA como él. Y pocos tienen un historial tan extenso y siniestro. Por tanto, su caída constituye un broche muy bienvenido a la larga lucha del Estado español contra quienes quisieron anteponer por la fuerza su doctrina a la razón democrátic­a. Y es también la demostraci­ón de que el Estado de derecho acaba prevalecie­ndo, por más que en algunas ocasiones el tiempo requerido para llevar ante la ley a los malhechore­s se prolongue más allá de lo deseable.

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