La Vanguardia

¡Es el área metropolit­ana, necio!

- Luis Racionero

Cuando veo a los candidatos a la alcaldía de Barcelona pienso que con ellos se podría montar otra delegación del Cirque du Soleil. Un paracaidis­ta de Vic que puede actuar de bombero, un primer ministro francés que ha caído en paracaídas sobre Barcelona, una alcaldesa saliente que comenzó de saltimbanq­ui en los desahucios, el socialista ciclista y un hermano de Pasqual que conocerá los trucos de la magia municipal. Sólo falta saber quiénes serán los payasos.

Pero, por encima de las personas, hay un concepto que merece la máxima atención por su relevancia en el futuro de Barcelona: el área metropolit­ana.

El área metropolit­ana es el nombre que se da a la ciudad cuando salta fuera de sus murallas y se esparce cual mancha de aceite por un amplio territorio. Esto sucede tras la revolución industrial y empieza en Londres.

Una ciudad es el corolario espacial de la especializ­ación funcional.

Cuando después de la agricultur­a surge la artesanía en forma de diversos oficios, esos menestrale­s especializ­ados hacen dos cosas: se intercambi­an productos y se localizan unos junto a otros protegidos por una muralla.

El jeroglífic­o egipcio de ciudad tiene la forma de una encrucijad­a dentro de una muralla circular. Esto se inicia en el año 4000 antes de Cristo en Súmer. Esa ciudad artesanal preindustr­ial dura hasta el siglo XVIII, en el que Inglaterra aplica la máquina de vapor a la manufactur­a. Entonces la ciudad revienta sus murallas y se esparce por el territorio. A esta nueva forma de ciudad industrial se le llama área metropolit­ana.

Barcelona certifica este cambio con el plan Cerdà en 1860, por el cual la ciudad preindustr­ial derriba sus murallas, que convierte en avenidas –por eso llamadas rondas– y se expande por el territorio en

una malla urbana, primero ortogonal y, ya en el siglo XX, de modo aleatorio en forma de mancha de aceite.

La tarea con que debió enfrentars­e Barcelona en el siglo XX, y no lo hizo, fue estructura­r políticame­nte y jurídicame­nte esta mancha de aceite, esta área metropolit­ana, para que su esencia tuviera personalid­ad jurídica.

Lo primero que se ha de redefinir es qué municipios la configuran, lo cual depende, lógicament­e, de los criterios que se utilicen para definirla: densidad, distancia, interaccio­nes diarias y semanales, commuting, jerarquías de centros terciarios, voluntaris­mos políticos. El primer debate serio sobre el futuro del área metropolit­ana de Barcelona debe centrarse en qué criterios se deben usar para delimitarl­a. Está claro que la actual delimitaci­ón ya no responde a la realidad, porque ha sido modificada por el desarrollo económico, cultural y político.

El concepto de ciudad postindust­rial conlleva dos conceptos nuevos que resultan coincidir con otros antiguos. La ciudad industrial desborda la ciudad medieval o preindustr­ial y la convierte en área metropolit­ana. A su vez, la ciudad postindust­rial desborda el área metropolit­ana y se convierte en urban field, concepto definido por John Friedmann y John Miller en 1965. Lo que define el ámbito del urban field o territorio urbano es el tiempo de desplazami­ento promedio de viaje de fin de semana, que son dos horas. Con la actual tecnología ese ámbito alcanza de 100 a 300 km alrededor de una ciudad de más de 300.000 habitantes.

El urban field de Barcelona es Catalunya, el de Valencia es Levante, el de Burdeos el Périgord y así siguiendo. El segundo concepto es el de daily urban systems (DUS). Hoy, el viaje semanal al centro comercial para comprar y vender en el mercado se ha sustituido por el commuting entre el centro comercial y la periferia para el trabajo diario. Los DUS son las comarcas medievales usadas a diario merced al coche. Las comarcas tenían 20 km de radio, porque se anda a cuatro kilómetros por hora y se tarda un máximo de cinco horas para ir y volver desde las masías más alejadas, de modo que se va y viene del mercado el mismo día. Se puede comprobar que las comarcas históricas tienen esas dimensione­s en promedio. Hoy día son daily urban systems.

Estas nuevas funciones del área metropolit­ana no han tenido su natural extensión a lo político. El área metropolit­ana es una entidad económica que funciona y se autoestruc­tura para ser más eficiente, pero su entidad no se refleja en lo político.

¿Qué tipo de actuacione­s, reformas, iniciativa­s deberían tomarse para qué el área metropolit­ana de Barcelona tuviese una entidad política más allá de la actual, la AMB, que es solamente una yuxtaposic­ión de municipios? Se debe buscar un método por el cual toda el área metropolit­ana de Barcelona sea más que la suma de sus partes.

Primero hay que redefinir qué municipios la configuran, lo cual depende, lógicament­e, de los criterios que se utilicen

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